El reverendo comenzó el discurso citando las Sagradas Escrituras:

• Y Dios le dijo al hombre: “Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste sacado. Porque polvo eres, y al polvo volverás”.

• Señores, cuanta verdad existe en estas palabras y, sin embargo, pecamos ignorándolas. Somos unos seres tan simples, físicamente sencillos, vulnerables. Prácticamente somos unos volúmenes de agua ambulantes. Sí, nuestro cuerpo está conformado por agua con una fracción menor de partículas del suelo, y por eso no es mucho lo que duramos. La vida se nos va demasiado rápido. Los años pasan como las aguas por el río. Y, a propósito de esto, hace unos días don Cipriano, al que hoy acabamos de regresar al polvo de la tierra, me decía lo mismo: “Es extraño, pero siento que el tiempo me ha pasado volando”.

• Creo que esa sensación de que el tiempo pasa muy rápido se debe al estilo de vida de la persona, porque, a fin de cuentas, ¿quién fue don Cipriano? Fue un trabajador incansable, un agricultor, un criador de pollos, cerdos y cabras. Pero, además de eso, el hombre fue muy dado a los placeres naturales de la vida, porque por algo tuvo 42 hijos entre esposas y amantes. Por ese motivo en la comarca hay un refrán que reza: “Eres más peligroso que don Cipriano”. Ojalá y que por eso Dios le haya perdonado.

• Pero yo me pregunto a veces: ¿será que existe el más allá? Lamentablemente, creo que no. Lo que sí existe en realidad es el hueco de dos metros donde lo esconden a uno para siempre.

• Sin embargo, una de las grandes virtudes que tuvo este hombre trabajador, además de ser un semental de primera línea, fue haber fallecido sin tener enemistades, puesto que murió a los 105 años de edad, justo cuando ya no existía ninguno de sus enemigos.

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