Hay un recuerdo que a veces llega a mi mente y es que cuando estaba en la escuela primaria en sexto grado, empezaron a pedir que los trabajos escolares se entregaran escritos a lapiceros con tinta, en hojas blancas…

Recuerdo que asumí esa empresa con la determinación de no cometer ningún error. Lo que paso fue que al empezar, llevaba pocas líneas escritas cuando me equivoque, entonces como no quería usar típex (corrector líquido) deje esa hoja y agarre otra y empecé de nuevo, y así, vez tras vez.

No pasaron muchos días cuando estas tareas se convirtieron en una experiencia muy frustrante para mí, no solo me sentía mal por tener que empezar a escribir de nuevo cada vez, sino que al final veía muchas hojas blancas desperdiciadas.

En esa época no comprendía lo que significaba un proceso ni las enseñanzas que quedan, ni el valor de las tachaduras y el continuar. En mi mente de niña yo solo quería que mis tareas quedaran perfectas.

Fue cuando un día empecé a hacer un trabajo y me equivoque de nuevo, sentí tanta rabia, una sensación de ira me invadió y solo tome la hoja y la arrugue entre mis manos con todas mis fuerzas y la bote en el piso: “No voy a hacer más nada, solo estoy perdiendo el tiempo ...!” pensé.

Fue la primera vez que sentí esa sensación de profunda frustración dentro de mí. Era peor que el sentimiento tranquilo de reconocer que no podía hacerlo mejor… “No quiero sentirme así”, pensé, “esto no me gusta…” Y creo que fue allí que me reconcilie con la parte de mí que no podía lograr todo eso que quería… Esa niña que solo se equivocaba… Ese día decidí simplemente, aceptarla.

Más tarde me cuestione mucho a mí misma si había abandonado mi compromiso con esas ansias de hacer todo mejor, no lo mejor que yo podía, sino lo mejor que podía ser hecho. Nótese la gran diferencia entre lo subjetivo y lo objetivo.

Pero por algunas razones de la vida algo dentro de mí me fue impulsando a buscar eso, de nuevo.

Se dice que las personas a nuestro alrededor son nuestros maestros: buenos y/o malos, nos vienen a enseñar cosas. Así que mi vida estuvo ligada a una persona muy perfeccionista que de alguna forma quiso sacar de dentro de mí a la niña que deseaba todo perfecto, y creo que sí, aprendí muchísimo de esa persona, a reafirmar que sí, puedes intentarlo, y el costo es alto: Hacerlo una y otra vez, de nuevo, hasta que pierdas la alegría en el proceso...

Esa persona me mostro los mil defectos que yo tenía, y en ocasiones destruyo nuevamente mi autoestima, pero en ese proceso tuve que tomar decisiones: No podemos hacer todo lo que se espera de nosotros, lo que podemos hacer es aprender de los ensayos y errores…

El nivel más avanzado para mí ha sido este: A los errores, en lugar de colocarles típex, es mejor tacharlos con suavidad, para que quede una evidencia, una referencia, para poder detectar en lo que estamos fallando. Los errores se convierten así en grandes señales que dirigen el rumbo…

Las películas y los cuentos de Hadas nos muestran un mundo ideal, pero la realidad, cuando la podemos observar de frente, nos muestra todos los matices, todos los colores, las oscuridades y las sombras. Y es aquí cuando empezamos a ampliar nuestra mente, los errores sirven para conocer esa forma particular en la que son las cosas, las personas, el mundo, la vida, nuestro entorno. Es lo que te permite conocer la realidad, lo hermosamente humano.

Yo por ejemplo todavía me equivoco mucho escribiendo, todavía me salto las letras o las traspongo, me salto las palabras, no escribo perfecto y ahora eso no importa porque la tecnología me ayuda a que pueda corregir todo esto.

Otros errores, no los puedo corregir siempre, y algunos he descubierto que me permiten acercarme a la gente, a las personas, a los que tengo a mi lado y comprenderlos. Los errores nos hacen sensibles, humildes, humanos.

Y si aprendemos a apreciarnos completamente como somos, vamos a poder un día mirarnos y reconocer: Esta o este soy yo… Esto lo hice yo, porque ese es mi estilo característico… y la verdadera perfección sería lograr hacer de las flaquezas y virtudes algo que nos distinga, un sello único…

Todavía creo que hay mucho camino por recorrer y aprender. Por ahora estoy feliz aceptando mis errores y trabajando sobre ellos. Comprendiendo que mis oscuridades hablan de mí, de lo que soy, de lo que me distingue, junto a la parte más brillante.

Muchas gracias por leer y comentar.

_{Las fotos son de mi autoría las tomé con un teléfono Samsung SM-A105M.}

@inspiracion