— Jajajaja.

— Que bien la estamos pasando. Sabes te deseo…

El se lo confiesa, acercándose a su oído, disimulando recoger el vaso para servir otro trago.
Había sido una tarde maravillosa de compartir con los amigos, buenos amigos, de esos que duran toda una vida. De los que ven y no ven, de los que saben y no saben, de los que ven un beso robado y sonríen de complicidad, pero voltean la mirada para no restarle mérito a la osadía del robo. —buenos amigos—.

Ya la lluvia disminuia y era hora de ir tomando camino, si ambos querían regresar a sus casas. La tarde había transcurrido entre tragos, chistes, discusiones acaloradas, siempre en el tono de las personas que se conocen toda una vida. y en el trasfondo de la velada, los roces de unas manos, las miradas de deseo, no dejaron de estar presentes, ellos dos, los enamorados, pensaban que estaban disimulando muy bien el gran letrero de TE AMO que tenían en sus rostros, solo ellos pensaban que el mundo era ajeno a su romance.

—° y yo.

Ella respondió, con la mirada puesta en sus penetrantes ojos. el rubor no se le noto, ya tenía las mejillas sonrojada fruto de las margaritas, habían tomado lo suficiente para alcanzar ese estado de libertad que da el alcohol sin llegar a estar ebria, estaba feliz.

— Quiero besarte, deseo tomarte de la cintura, acercarte a mí, mirarte a los ojos y poseer tu boca, quiero sentir el calor que emana de tu aliento. Quiero besarte, aunque sea por cinco minutos.

—° despidámonos entonces.

— todavía llueve un poco.

—° mejor.

Ella sonrío con picardia morbosa, siempre un paso adelante, imagina la calle sola, sin testigo, dando la oportunidad para que el robo de sus beso se convirtiera en el secuestro de sus labios, de su cuerpo, de su alma.

Después de despedirse de todos y poniendo como excusa, el buscar un taxi juntos para ahorrar en gastos, salieron a la calle compartiendo el paraguas que ella siempre llevaba. Para ella, era más que un simple paraguas, era especial, no solo porque era ultra liviano y se podía recoger de un tamaño que entraba en cualquiera de sus carteras. Sino porque el se lo había regalado. A si, estaban llena sus vidas, de pequeños detalles que uno le había dado al otro, detalles que nadie notaba, pero que ellos llevaban día a día consigo.

Caminaron bajo la lluvia, intentando darse calor sin parecer enamorados, caminaron hasta un trecho al cual la luz no llegaba con suficiente intensidad. Así lo había imaginado ella y él lo comprendía muy rápidamente.

Retrocedieron la mirada y efectivamente la lluvia le había dado un escenario solo para ellos.

Se vieron a los ojos y se abrazaron, un abrazo cálido. El frío desapareció, la lluvia se se suspendió en el aire, los sonidos cesaron, el mundo se detuvo. El la toma de la cintura y la aprieta contra su cuerpo, ella deja escapar un suspiro de deseo, su boca entreabierta ofrece el tesoro deseado, sus labios deseosos de el. Su mirada hablaba, la entrega era incondicional, ella era suya.

El acerco su boca y se besaron. Mientras sus labios se reconocían, cerraron los ojos, el mundo seguía detenido, pero ellos sentían que volaban y giraban… Eran los únicos seres que tenían vida en el mundo, en ese instante.

Respiraban uno del otro, el amor los invadía, se apretaban cada vez más, el beso se prolonga.

El la toma de la nuca con una mano y con la otra una nalga, ella suspira y se aferra a su cuello.

— te deseo quiero hacerte el amor
—° es tarde…
— Quiero hacerte mía. Te necesito
—° ya soy tuya. Hazlo

Ella soltó el paraguas y dejo que las gotas de lluvia los bañara, subió su rostro al cielo mientra el besaba su cuerpo. vio como cada gota se acercaba a su rostro, no sabía si caían o era ella la que se elevaba.

El la trajo de vuelta cuando la recostó de la pared. La tomo de sus mano y las colocó a los lados de su cara… ya sus miradas ardían de pasión, ya eran indetenible.

El la hizo suya.
Ella lo hizo suyo.