erika
Arreglo mi cabello o mejor dicho verifico que no esté tan mal, no soy de mucha estética, arreglo mi sostén con desdén, y coloco mis manos alrededor de mis ojos en forma de un binocular, pero mis guantes son muy acolchados, y en vez de intentos de círculos alrededor de mis ojos para mejorar la visión, consigo parecer una tonta; prosigo, desde lejos estoy viendo la agropecuaria del centro, mentalizado mis movidas, como si fuese una asesina.
Llevo quince minutos acá, en el banco cercano a la grama y arbustos, simulando ser un sicario… apunto de resignarme, cuando el gerente de la tienda sale a almorzar ya que el mediodía se acerca, y recuerdo que el chico de la barra suele traer su almuerzo y quedarse, perfecto, los días que he pasado en este banquillo dieron frutos.
Emocionada pero tranquila guardo mis binoculares, y presiono mis lentes de sol lo más arriba que mi nariz me permite para luego levantarme e ir hasta allá, camino unos cincuenta metros e instantáneamente siento el ambiente: gruñidos de animales, en especial pájaros, olor a comida procesada para ellos y los animales domésticos habituales.
Voy* hacia el mostrador, mientras divago con las manos, danzo, pues estar rodeada de cosas vivas me pone nerviosa, observando perros, gallinas, loros, alejando mi atención de mi verdadera razón de estar aquí, para que el chico no sospeche.
Ataco.
-buenas tardes chico -le digo con leve contoneo.
-Buenas -dijo con desinterés
-¿tienes conejos?
-sí – respondió con la mirada fija en el celular
-me acerco a él, insinuándome-¿me regalas uno?
Volteó para obviamente decirme que no, pero había dejado caer mis lentes Hasta el borde mi nariz, y allí, en ese momento, él cometió el error de mirarme a los ojos, el chico era atractivo, pensé en aprovecharme de la situación de control para irnos a algún lugar cómodo y lejano de la tienda ya que el gerente no está, erradique el pensamiento para no distraerme de la misión.
No pudo completar su negación cuando la cambió por obediencia, en silencio se dio la vuelta, para buscar comida de conejo, después de reunir un poco y colocarla en una bolsa amarilla, caminó hasta una jaula para sacar uno de los consejos más pequeños,
Y, sin sentimientos, sin expresiones, como suelen estar todos los que ven mis ojos, dejó caer en mis manos precedidas por brazos extendidos, mi nuevo amigo.
Digo gracias sarcásticamente.
Libero al chico, aunque pude haberme aprovechado más de él, pero no es mi estilo; sin embargo volteo mientras paso al conejo y la comida detrás de mi espalda y allí los mantengo, y dirijo mi mirada hacia el chico mientras subo mis lentes lentamente, el cual esta levemente aturdido y confundido, luego de unos segundos el me ve de reojo para de nuevo ignorarme y buscar su celular; salgo de la tienda decepcionada y luego de unos pasos devuelvo a mi amigo al frente de mí para ver sus ojos, para acariciarlo sin poder sentir realmente su pelaje…
Me repito en mi mente con furia y tristeza, ¡estos guantes! ¡Me frustra nunca poder sentir!
Resentida e inconforme con todo, al borde de pensamientos depresivos recuerdo que hoy no estoy sola, y sonrío ligeramente mientras siento un mechón marrón oscuro rozarme el ante brazo, acaricio al conejo como si fuese mi gato y yo fuese una clásica villana mafiosa de alguna película de acción, regocijándome en la eficacia de mi plan.
No suelo esforzarme mucho para las cosas, suelo dejarme llevar, que el momento me seduzca y haga conmigo lo que desee, pero de verdad quería un conejo, hace mucho que no tengo alguna compañía, la vida me da miedo pero nada como el miedo incomparable a la muerte.
Empiezo a caminar hacia mi casa, queda a un poco menos de medio kilómetro, lo disfrutare ya que me gusta caminar, la noche me agrada más, pero suelo disfrutar del brillo del sol en mi piel pálida, en estructuras, en el asfalto, en cosas muertas e inertes en realidad, ya que imagino como esas cosas muertas sienten el sol, y dejan de estarlo, quizás me gusta ver todas estas cosas porque mis ojos no causa efectos en ellas, no lo sé…además puedo hablar sobre todo lo que llega a ver mis ojos con mi conejo, sentirme más rápida, ya que siento como la gente avanza más rápido que yo, me siento inadecuada para todos, cuando veo a personas mirarme o acercarme me aseguro de tener mis lentes bien arriba evitando controlarlas.
A unas cuadras de mi casa mi felicidad disminuye, veo el portón de mi calle a lo lejos, y me doy cuenta que el sol no hace de la suyas con él, que no se ve tan bien como lo demás, quizás es solo la angustia cercana a mi hogar que la emite, empiezo a recordarme lo que debo hacer al llegar, no tengo carro así que lo que me ahorré en garaje lo invertí en un jardín, al llegar a la acera saco mis llaves, sin ánimos de pelear, así que me quito mis lentes, abro la puerta, cruzo el jardín, entro a la sala, mi padrastro estaba viendo televisión, y mi madre en la cocina, mi madre abrió la boca para gritarme, odia que traiga animales; así que le vi a los ojos, y sumisa siguió en lo suyo, mi padrastro siquiera notó mi presencia, lo vi de reojo con indiferencia y tristeza.
Cierro la puerta de mi habitación para que el conejo explore su nuevo hogar...
Me tiro en la cama, con un gesto de cansancio acompañado de un gemido, con el cabello extendido como el sol de hoy, miro al techo, Escucho comó mi nuevo amigo mueve cosas en la habitación, me agrada saber que estoy acompañada, me quito los guantes con delicadeza, como si de masturbarme se tratase, pongo mis manos extendidas hacia arriba tratando alcanzar el techo mientras pienso en mis guantes púrpuras.
Mis guantes son un pedazo de tela, diseñada y cocida para evitar quemarnos las manos al momento de cocinar, si, son guantes de cocina, pienso en lo que las personas piensan cuando me ven, ¿pensaran que me gusta cocinar? ¿Qué impongo una nueva moda? Ninguno se hace la pregunta correcta.
¿Porque no se los quita? Esta es la pregunta correcta.
Repentinamente suena la mano de mi madre al chocar contra la puerta.
Volteo mis ojos hacia atrás, como gesto de disgusto, me levanto y con furia abro la puerta.
¿Qué quieres? – le pregunto con una sonrisa persistente después de mi arrogante actitud.
Erika, deberías empezar a estudiar.
-Miro hacia el piso y le digo que aún no estoy preparada.
Me pone la mano en el hombro, simulando comprensión, y me pregunta- ¿que está pasando?
Cierro la puerta, en sus narices.
No creo que mi mama entienda lo que soy, por eso la indiferencia, busco la bolsa amarilla de la comida y le dejo un poco al conejo, paso a acostarme de nuevo me arropocon mi sábana preferida, y poco a poco, entro en pensamientos, y recuerdos lo cual trato de evitar, uno de ellos era sobre cuando de pequeña veía una película, no recuerdo cual lo importante es que en una escena un personaje es disparado, y todos se acercan llorando preguntándose porque, yo no fui la excepción, no dejaba de preguntarme qué pasaba, lo ignoré y seguí viendo la película, el personaje no apareció más en lo que restaba de ella, quede tan intrigada que en la noche me acerque al cuarto de mi madre para preguntarle porque había pasado eso en la película.
-Erika, por lo que me dices que pasó supongo que murió mi amor- luego sonrió levemente para sugerir comprensión.
Con las cejas expresando confusión le pregunto- y… ¿todos mueren?
-claro mami todos mueren- sin dejar de sonreír.
Impactada y aun sin asimilarlo pregunto- ¿tu mueres?
-si-mientras su sonrisa sede.
Mis ojos se humedecen, no puedo creerlo, le pregunto -¿yo muero?
-si mi amor, todos- la sonrisa volvió pero ahora nerviosa.
Me quebré, revente en llanto y pataleos, recuerdo que costó mucho calmarme, sin embargo llore hasta dormir.
Trato de no pensar más en recuerdos, en el futuro o pasado, solo quiero dormir, hasta por fin lo logro.
Me levanto, y es de noche, mis padres están dormidos y no se dan cuenta de que despierto, cuidadosamente me siento en mi cama, iba a limpiar mis lagañas, así que acerco mis dedos al borde de mi lagrimal y a un centímetro de mi rostro aparto mi mano, impactada me pongo los guantes, casi cometo un error; me coloco mis guantes, me preparo para ser sigilosa, cogí al conejo del suelo a mi regazo, contra mi brazo recogido, abro la puerta que da al pasillo para la sala, darle un paseo nocturno a mi conejo me parece una excelente idea.
Así que salto los obstáculos, esquivo los objetos ruidosos, localizo la salida más victoriosa, todo sale a la perfección, temí que escucharan las llaves pero no había de que temer, no me escucharon, una sonrisa se resbala por mi rostro al salir de la casa.
Suspiro, y no un suspiro cualquiera, uno lleno, repleto, saciado de libertad y gozo, la noche me opaca, y eso me encanta, las luces, los carros, las personas sueñan a esta hora, y siento que esa pizca de magia del sueño se escapa por las ventanas y bordes de dormitorios inunda las calles y la noche llenándolas y haciéndolas acogedoras, o al menos para mí es así, llevo puesto en mi torso una franela algo ajustada, por encima del ombligo, y unos pantalones rotos en la rodilla y no apropósito, aquel día lejano me caí, yo no los compre así pero después de los hoyos y rasgos me gustan más, mi cabello recogido con una cola de caballo, mis innovadores guantes, no llevo lentes, camino por la acera, viendo luces caminar, luces bailar, desaparecer y aparecer, luces seducirme, luces, luz por doquier.
Llegue al parque para niños de la siguiente cuadra, el clásico parque compuesto por una rueda en el centro, un tobogán, dos sube y bajas, y mi interés: el columpio, me siento en el columpio de la derecha, dejo mi conejo en el suelo para que corra por la grama desecha del descuidado parque, es triste no poder darle una vida mejor al conejo, suspiro mientras preparo mi fuerza para balancearme.
antes de hacerlo pienso en lo rápido que pasa el tiempo, antes me costaba tocar con los pies el suelo cuando me sentaba aquí.
Me impulso.
Hacia adelante.
Pienso en mi conejo.
Hacia atrás.
Pienso en el conejo
Hacia adelante.
El conejo blanco.
Hacia atrás.
Que robé.
Hacia adelante.
Con esfuerzo.
Hacia detrás.
Y por necesidad.
Hacia adelante.
Me desespero.
Hacia atrás, hacia adelante, hacia atrás, hacia delante...
Clavo mis piernas en el surco que usualmente se forma bajo los columpios, me levanto para correr, mientras me quito el cabello del rostro, voy hacia el conejo ¡no tendré algo que no puedo tocar! ¡Me esforcé mucho para no sentirlo! –grito en forma de afirmación propia, Me quito los guantes de golpe, y lo agarro, mi nariz está muy cerca de su lomo para así sentirlo y oler su pelaje, su ser, mis dedos lo abrazan por debajo de sus patas delanteras, lo aprieto levemente, nunca había escuchado gritar a un conejo y menos de dolor, y donde estaban mis manos, ahora yacen cortés algo profundos en su piel, era predecible es lo que suelen hacer mis manos... Cortar lo que quiero, lanzo al conejo en la grama, me retraigo.
De inmediato recuerdo ese día, en el que perdí mi virginidad, recuerdo a Igor, Igor gustaba tanto de mí, que aceptó ser sutil conmigo al quitármela, y dejarme usar los guantes, siempre sentí que él me entendía, fue una muy buena primera vez, luego del acto sexual nos besamos pasionalmente, le encantaba tomar mi cuerpo entre sus manos, mordía mis labios rojos hasta el límite de parecer un pellizco, me encantaba.
Y este es el momento que recuerdo al ver el conejo agonizar en la grama, cuando él me quitó los guantes, convenciéndome de que todo estaría bien, lo amaba, dejé que lo hiciera, confié en el, y en cuanto lo toqué para acariciar su nuca, para besarle, ahora sí totalmente desnuda, lo corté, mis manos estaban llena de sangre, como ahora lo están, Igor tuvo que salir corriendo al hospital, simuló que yo no existía al momento de explicar el incidente a sus padre y médicos, seguro afirmo que fue un gato, luego dejo de simular que yo no había existido cuando ya todo había pasado, pero en el fondo seguía sin haber existido para él.
Siempre cuestioné el amor de Igor, él siempre me veía a los ojos, pero yo no lo hipnotizaba, o eso trataba.
Llorando me pongo los guantes, sin importar llenarlos de sangre, y agarro al conejo como si fuese un cadáver, y no lo es, aún está vivo, me llene de esperanza y consuelo.
Tras días de cuidado, el conejo mejoro. Pero le quedaron cicatrices en forma de una pequeña camiseta, eso lo hace más especial, y aún es mi amigo, él me perdono por mi acto egoísta.
Mi madre se vuelve cada vez más insistente, pero no quiero mirarla a los ojos para toda la vida, al contrario, quisiera no controlar gente, en especial alguien como mi mamá.
He salido a saltar con mi conejo últimamente, le he contado sobre Igor, el cual vive cerca de la señora del jardín grande a unas cuadras, le he contado sobre lo mucho que me gustan las luces, y el frío, aunque mi temperatura siempre ha sido caliente.
Me gusta imaginar lo que puedo llegar a hacer con estos ojos, pero por los mismos me siento insegura en ocasiones al hablar con personas cuando no tengo lentes, sin embargo entre tantas salidas he tenido contacto con algunos chicos en el parque, yo muestro desinterés... solo son chicos en busca de placer, quizás los juzgo, pero el conejo me entiende, lo sé.
Han pasado días, de felicidad, de luces, intento entretenerme para alejar mi tristeza y recuerdos constantes.
Llegué un viernes en la tarde a casa, de mis saltos y paseos diarios, y mi padrastro se dio cuenta de que entré, lo cual fue extraño, presentí lo que venía, eso está mal, me armé de valor.
Se acercó súbitamente hacia mí, después de empujar su sillón, me agarra por el brazo, y en tono superior y altanero me pregunta ¡¿porque no estudias y le haces caso a tu madre?!
Me quedo callada mientras bajo la mirada y sonrío.
Me lanza contra el mueble donde el suele ver televisión, me duele, me pregunta el motivo de mi sonrisa.
Volteo hacia mi madre, la cual no solo está tras la mesa del comedor, si no detrás de él, lanzándome dardos de Lágrimas furtivas.
Le respondo- no soy buena agarrando lápices para estudiar, o tocando cualquier cosa.
Me coge la muñeca con fuerza, y me grita, ¡si te quitarás estos malditos guantes! ¡Ya no eres una carajita Erika!
¡NO!-grito con terror
Me los quita, y me agarra la mano, para así gritar de dolor, mi sonrisa se fue corriendo, para traer el llanto, mi mamá gime mientras llora, y se preocupa, por él.
Miro espantada la escena, ocasionada por mis manos, pero él se lo buscó, pero él no sabía sobre mis estúpidas manos, no sé qué pensar.
Meto las manos debajo de mi camisa para agarrar mi conejo y salir corriendo de la casa, me quito los lentes tras pasar la puerta, corro con todo lo que puedo, mientras mi cabello y lágrimas revolotean.
Hace mucho sol, y yo no paro de correr hacia la casa de la anciana, quiero que mi amigo sea feliz y no juegue entre tierra, maleza, y metal oxidado, el merece lo mejor, es el único que siempre ha estado conmigo, aquel jardín es perfecto para él.
Mientras corro desesperada veo de forma difuminadas casas, el asfalto, intensifico mi carrera porque sé que ya falta poco para llegar, hasta que llego y dejo al conejo en el suelo cercano al bello jardín, para que así vaya a saltar libre, con su camisetica y él no se mueve, no me esfuerzo por decirle que vaya a saltar entre la cuidada grama, en decirle que sea libre, sé que el ya entendió que lo es.
Yo me siento a terminar de llorar, y me seco las lágrimas, mi miedo a la muerte se disipa, quiero sentir algo, quiero volver a sentirme viva, me acaricio el abdomen y el cuello, me encanta esta sombra que hace esta planta floreada, sigo acariciándome, acaricio el lugar donde el me agarró tan fuerte, mi padrastro, acaricio el lugar donde el me agarró tan fuerte, Igor, recuerdo cuando él me regaló una de estas flores, acaricio mis caderas.
Hasta que no puedo más.
Y muero.
Yacen en el lugar.
Dos ojos rojos de un conejo.
5 cayenas rojas (si lo ves desde la casa de Igor)
Y yo, una gran mancha roja en la acera, un cadáver.