Z-Elección | Capítulo Cuatro | Historia Propia | Jhorjo

in #spanish7 years ago

VARIABLES



Sentía que estaba haciendo mal al espiar a Frank de una manera tan descarada, como era pararme al lado de la puerta y escuchar su monólogo.

—¡¿No pudieron encontrarla un mes antes?! —Él estaba sentado en la silla de mi computadora, sus codos estaban en sus rodillas y sus palmas en su cara—. Dejaron a mi padre morir, y eso que él los ayudó en lo que pudo... —Frank estaba llorando, sentía lástima por él, ya que en cierta parte tenía razón.

Vi como tomó el maletín pesado y en uno de los bolsillos pequeños sacó una billetera color marrón, y de ella un pequeño papel rectangular. Lo besó y dejó caer su cabeza en sus palmas nuevamente.

—¿No te han dicho que espiar a las personas es malo? —esbozó, sin verme, pero yo sabía que se dirigía a mí.

—Lo siento —dije apenado, sentí el rubor subirse a mis mejillas—. No era mi intención. —Expliqué acercándome.

—No importa. —Sollozó—. Seguro escuchaste lo que dije. —Se limpió su cara que estaba mojada.

Asentí, no le iba a mentir.

—¡Mi familia murió Ethan! ¡Yo los vi morir y levantarse otra vez! —expresó con lástima—. No sabes lo difícil que fue incinerar la casa con todos ellos dentro...

Tenía que decir algo, había ido a hablar con él, no a estar parado como un idiota asintiendo a todo lo que el chico decía con el corazón en la mano.

—Sé que todo esto apesta Frank, pero la ECC no tiene la culpa, ellos han tratado de conseguir la cura a esto desde que se vio el primer Contemporáneo, e incluyo a tu padre. Muchas veces entré al estudio del mío y lo veía en una vídeo conferencia con el tuyo, ambos lucían estresados bajo esas montañas de papeles. —Me senté en mi cama viendo los ojos color café del chico—. Los trabajos del señor Espinoza no fueron en vano y ya vemos el porqué. ¡Ya tenemos la cura amigo, anímate!

Una curva se dibujó en los labios de Frank, no era de alegría, más bien era de frustración.

—La ECC si tiene la culpa, ellos sabían las consecuencias —comentó Frank—. Mi papá me dijo que existían dos variables: Una de ellas era que la vacuna fuera tan fuerte que podría matar a la personas lentamente. —Levantó un dedo—. La segunda era que los compuestos de dicha vacuna fueran más allá y les dieran a los que se las suministraban una fuerza sobrehumana, como si fuera un súper poder o algo así...

Yo no sabía nada de lo que él me estaba hablando. No sabía si era real o no.

—¿Además de la velocidad, la visión nocturna y la audición mejorada? —pregunté.

Frank asintió y dijo:

—La ECC optó por demostrar que nada de eso iba a pasar y empezó a producir masivamente la vacuna. No se dieron cuenta que las variables podrían fusionarse y crear una nueva variable que tú y yo conocemos muy bien.

—Los Contemporáneos. —Articulé las palabras lentamente.

—Exacto, y aún no sé cómo los Antaños pudieron salir de sus tumbas, si no se inyectaron la vacuna. Incluso, La Milagrosa fue retirada el mismo año de su lanzamiento, por eso no me explico por qué la gente que nació después o las que no se la inyectaron, al momento de morir, igual se convierten en un Contemporáneo. —Se levantó de la silla y fue hasta su maleta, rebuscando entre sus cosas.

Me dio un papel arrugado a leer.

—Eso lo pude salvar de mi casa, era de mi padre...

Era una hoja de un documento, por como finalizaba deduje que le faltaban más hojas.

—Dice que los Antaños son otra variable —habló Frank.

—¿Cómo sabes todo esto? —pregunté leyendo ese papel.

—Nunca estuve de acuerdo con La Milagrosa, creo que era el único. —Se encogió de hombros—. Creo que si hubiese funcionado la vacuna correctamente, nada de Contemporáneos, Antaños y esas cosas... Igual esto sería un desastre...

Tenía mucho tiempo sin encontrar a una persona con un pensamiento claro, y Frank era uno de ellos, el chico se expresaba con claridad, estaba seguro de lo que decía.

En parte parecía un político, sólo que sabía que él no me estaba mintiendo.

—¿Por qué? —cuestioné, no había pensado en lo que la vida eterna podría traer—. ¿Acaso crees que se desataría otra guerra mundial por abastecer a los países de vacunas?

Frank sonrió, esta vez sí fue una sonrisa verdadera.

—Veo que me captas. —Me dio unas palmadas en el hombro—. Sí, creo que habría guerra, pero no por las vacunas. —Hizo una pausa y fue hasta la impresora donde tenía unas hojas de papel.

Tomó una pluma y empezó a trazar líneas.

—¿Qué pasaría si el mundo que conoces... —Se detuvo—. Perdón, mejor dicho, ¿Qué pasaría si la gente del mundo no muere? —Me miró levantando una de sus cejas.

—¿Qué? —Dudé—. Ehm... No sé, ¿serían más felices?

Volvió a sonreír Frank.

—Incorrecto. —Se sentó a mi lado, y me dejó ver la hoja donde había estado dibujando—. Verás esto es una pirámide poblacional, así es como debería ser.

En la hoja, había varias franjas partidas a la mitad, unas montadas sobre otras y éstas más pequeñas que las que tenían abajo.

—En la base están los niños y adolescentes, en la mitad los adultos y en la cima ya se encuentran los ancianos. —Él pasaba su dedo por el papel mostrándome cada cosa que decía—. Lo más normal es que sea así, como especie de pirámide. Pero...

Volteó la hoja, dejando ver la otra cara que también tenía franjas partidas por la mitad, pero esta vez no eran unas más pequeñas que las otras, sino que todas estaban del mismo tamaño, un rectángulo con líneas en su interior.

—Así sería si La Milagrosa hubiese funcionado —farfulló Frank, dejándome la hoja.

Lo comprendí al instante.

—Superpoblación. —Asentí.

—Exactamente. —Aplaudió—. Por eso creo que se desataría la cuarta guerra. No por las vacunas, sino por abastecer a los países no sólo de comida, también de servicios como el agua y la electricidad, cosas primordiales para la gente.

—¡Eres un maldito cerebro parlante! —exclamé riendo y levantándome de la cama—. ¡Para tener quince años sabes demasiadas cosas!

—Espera... Tengo dieciocho —frunció el ceño—. ¡No entiendo por qué la gente me quita edad!

—¡¿Qué?! —Estaba sorprendido con lo que me había dicho—. ¡¿Eres mayor que yo?! Yo tengo diecisiete y aparento mucha más edad que tú. —No me lo creía.

—Pues sí, ¡dieciocho bien cumplidos hombre! —Rió—. Estaba en la universidad estudiando estadísticas, pero ¡los malditos muertos vivientes hicieron que mis estudios se paralizaran!

Frank al ver mi cara de incredulidad, me mostró su identificación y en efecto, tenía dieciocho años, aunque aparentaba ser un chico de quince.

****
Tuve que dejar la conversación con Frank, para que se fuera a asear y yo me fuera a ayudar a mi padre para reparar un poco el destrozo que ahora teníamos con o vehículo.

Quitamos el parabrisas con las grietas y el hoyo que había dejado el Contemporáneo y lo reemplazamos por las rejas del balcón. Lo sujetamos con mucha cinta industrial, no se movía, y creo que ningún otro Contemporáneo querrá pegar su cabeza en las barras de metal, a no ser que quiera que se abra en dos.

Las rejas dejaban grandes espacios por donde mi padre podía ver el camino. Era como una especie de blindaje casero.

****

Cuando estábamos revisando el motor, para ver si no tenía ninguna fuga o algo, una conversación estalló entre nosotros, entre padre e hijo.

—Conseguí más balas para la Glock. —Me informó—. Mañana tú y Frank podrían acompañarme a la ECC, ¿Qué te parece?

No sé en qué lo estaba ayudando, sólo estaba sujetando el capot de la camioneta con una mano y con la otra tenía la Glock con la última bala.

—Bien —dije mirando hacia la calle de mi vecindario, vi a un Antaño caminar sin rumbo alguno—. Le diré a Frank en cuanto suba.

Tenía una espina en la garganta que quería salir desde que Frank me contó todo lo que la ECC sabía y no evitó. Quería preguntarle a mi padre sobre eso, pero no quería que luego pensara que Frank y yo ya estábamos conspirando contra la ECC.

—¿Cómo crees que todo ocurrió? —pregunté cambiando de mano para sujetar el capot, tanto tiempo en el aire hacía que me doliera.

Mi padre no respondió, sólo escuchaba sus gruñidos y quejidos de fuerza.

—¿Eh? —soltó

Le repetí la pregunta y se quedó pensando un rato.

Soltó un suspiro y empezó a hablar aún con su cara metida en donde estaba el motor.

—Dicen que una persona tenía un virus que hizo mutar a la vacuna, luego fue pasando de persona en persona, de país en país, de continente en continente, hasta llegar a cundir todo el planeta. —Sacó su cara, para que la viera. Estaba llena de aceite y grasa—. ¿Por qué lo preguntas? Pensé que ya lo sabías.

Odiaba cuando me atrapaba.

—No... Nada... —tartamudeé—. Es que aún no me explico a los Antaños...

—Nadie se lo explica —habló mi padre—. Espero que mañana lo digan, será entrada pública.

Me apartó la mano que tenía en el capot y lo cerró con fuerza. A lo lejos escuchamos un gruñido y rápido entramos a casa.

—Nos iremos por la mañana, espero estén listo cuando los llame —comentó, yéndose a su habitación.

Yo subí las escaleras para irme a la mía, al entrar noté a Frank dormido en mi cama.

«¡Qué bravo!» pensé, pero al instante reí.

Debajo de mi cama, había otra que salía cuando tiraba de una cuerda. Traté de no hacer ruido para no despertarlo de su sueño con ronquidos y demás.

El colchón de la cama de abajo tenía mucho polvo, no lo había sacado desde que mis compañeros de clases vinieron e hicimos una pequeña reunión por haber pasado todas las materias del primer lapso del colegio. Eso ya llevaba mucho tiempo, mínimo unos dos o tres años, no lo recordaba ya. Los pocos chicos y chicas con quienes me la pasaba, poco a poco dejaron de ir al colegio y no duró mucho hasta que me les uní. Y desde ese momento perdí contacto con ellos, no sabía si aún vivían, si ya eran Contemporáneos o corrían de ellos. Lo cierto era que, en esa época, el número de sedientos de sangre y carne no era tan grande como lo era ahora.

Busqué una sabana e hice la cama, no tenía almohada, así que tomé la gran mochila de Frank y la coloqué en mi cabeza para sustituirla.

En una parte de mi cabeza me molestó algo. Revisé los bolsillos de aquella mochila y me encontré con la billetera marrón del chico, la saqué y empecé a inspeccionarla.

Sólo saqué la foto de su familia, a la que él había besado anteriormente, el resto lo dejé a un lado y seguí observando la imagen.

Su madre era muy bella, tenía el cabello enrulado color negro, tal y como me gustaba que lo tuviese una mujer, grandes ojos color café y una piel bronceada, tirando al color de la arena. Por otro lado, estaba su padre. El Dr. Manuel Espinoza, ya lo había visto antes, un señor con unas entradas muy pronunciadas, se notaba que eran por el estrés ocasionado, ya que mi padre empezaba a tenerlas también, el señor tenía las mejillas muy infladas, no por el sobrepeso, sino porque tenía medio pastel en la boca.

Toda esa familia estaba sonriente, llena de vida, con luces alrededor de ellos como si fueran fuegos artificiales. A la señora Espinoza se le veía un poco de panza, la panza de una mujer embarazada.

Frank estaba allí, justo en el medio de sus dos padres. No sé a quién se parecía más, si a su madre por el cabello negro, ya que no tenía el corte militar en esa foto, o si a su padre por el pico de viuda que se le hacía en la parte de arriba de su frente. Lucía feliz, con una gran sonrisa blanca y llena de alegría, su piel lucía bronceada, no como ahora que se veía casi como mi color blanco pálido.

Sentí pena por él, por lo que me había dicho tuvo que quemar su casa para que sus padres no infectaran y mataran a más personas.

Quizá ya no le quedaba familia en España, o su padre confió más en nosotros para que veláramos por él.

«Descuida amigo, ya todo está por acabar» pensé mirándolo en la imagen.

Guardé la foto donde estaba y coloqué la billetera arriba de mi mesa de noche.

A los veinte minutos pude dormir, eso de las variables no me dejaba tranquila la mente, pero logré pegar los párpados.


Continuará...

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como estoy comenzando en steemit debo ponerme al corriente y leer los capítulos anteriores, jejeje. pero este estuvo bueno felicidades

¡Gracias! Bienvenida a Steemit, espero le saques el mejor provecho. Los capítulos anteriores están en mi perfil, pásate cuando quieras :D

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