Me equivoqué. Pensaba que eran 280 palabaras, no 280 caracteres. ¡Qué manía con que hoy en día todo tiene que ser breve, inmediato, rápidamente consumible! Espero que no se me tenga en cuenta.

A continuación mi personaje, definido a través de una única acción, privada y particular, pero muy reveladora. He tenido a bien llamar a mi personaje "el él".

El él

Al acabar la hora pactada la prostituta se marchó, como una Cenicienta urbanita, y, poco a poco, el vacío volvió a adueñarse del apartamento, así como de su corazón, que no tardó en empezar a encogerse. Aún pudo sentir, durante un tiempo, su presencia, la de la prostituta, que flotaba en el aire en forma de una tenue neblina, la que había dejado su cigarrillo. Él no fumaba más que en ocasiones especiales, como la noche de fin de año o su cumpleaños, pero tampoco le importaba que otros lo hicieran en su presencia y, desde luego, no hubiera tenido valor para prohibírselo a la mujer a la que acababa de amar. De algún modo aquel olor a rubio americano, aquel espeso perfume semigrávido, aquella extraña fragancia atmosférica, opaca y sucia pero reconfortante como el calor de una placenta maternal, insuflaba algo de vida a su solitaria existencia. No cerró las ventanas para ventilar la casa, pues aquella presencia ausente, o ausencia presente, la del humo del cigarrillo de la prostituta que se acababa de marchar tras concluir su servicio, en cierto modo, le reconfortaba y le hacía sentir menos solo, menos abandonado, menos miserable. Se acercó al platito que había servido de cenicero y allí reconoció el medio cigarrillo, descabezado con furia y con una marca de carmín en su base. Ella lo había besado, como a él, como a tantos otros antes y a tantos otros después, quizá aquella misma noche. Lo tomo con cuidado, lo enderezó, y se lo colocó entre los labios, besándolo más que fumándolo. Lo prendió con un encendedor y permitió que su beso se desvaneciera con el humo.