Dialéctica del impacto
Inspiración. Macolla de sumisión preñada de voces de aclamación múltiple. Poner el acento donde va. La calma que se esconde en la ruta. Y allí el camino es verde. Se arrima el fuego a la ventana y se asoma la cara dormida. Son ojos que se abren y cierran al humo de la flama de colores, sus formas, las cosas que quema en la planta baja de la casa. Quién te satisface más allá del contrato de alquiler. La gente abajo en bata. Ella arriba sin sostén. Pero qué bonita la muchacha. Hay un viento que sopla el pasto de la sabana. Son los vellos de su cuerpo que se erizan con la brisa de mi tacto. Aun no es tarde mamita, hay que salir, por la salida. Se queja de mi redundancia. Aparta el brazo, toma el cigarro, extiende el brazo, prende el cigarro con la candela abrazando las cortinas. Qué bonita la muchacha sin su babydoll, tirado al lado de los tacones. Estoy preñada, me dice. La azuzo a seguir el camino que le trazo. La candela sube por el techo. Ella toce y vuelve a repetir que está preñada. Grito mis intenciones. Me reclama que fui yo el que la toqué. He encontrado en su desnudez la visión de las praderas verdes para el descanso. Es hipnótica. Su pantaleta de algodón y nada más. Déjame buscar las cholas entonces. Mastico las uñas. Hay sangre en los dedos. Ella avanza poco a poco y se arrepiente. Me pregunta si la quiero y le digo lo que sea. El fuego roza la cama. Está caliente el cuarto ¿hay algún otro momento para hablar de futuro? La casa se quema, los vecinos te vieron desnuda, y ahora quién aguanta la mamadera de gallo. Hay escalones por donde baja el humo. Soy yo el que no puede respirar y avanzo. Los muebles tropiezan y los quejidos de madera y plástico suenan como cacerolas. Ella y su preñéz, estado de calumnia, sortearon el fuego saltando por la ventana. Nadie se hizo responsable por la montaña de cenizas.