el mal uso del internet
Son indiscutibles las numerosas posibilidades y ventajas que ofrece el uso de internet en todos los ámbitos. Sin embargo, no se deben ignorar los peligros y riesgos que puede conllevar el hacer un mal uso del mismo, sobretodo en sectores de la población especialmente influenciables o vulnerables como pueden ser los niños, los adolescentes o las personas con determinados problemas psicológicos.
El uso de internet por parte de los adolescentes suele centrarse principalmente en establecer contactos y vinculaciones con grupos de iguales, superando la distancia física. Este medio les permite poder expresarse y hablar de determinados temas que podrían resultarles difíciles de tratar en relaciones directas, a la vez que puede convertirse en una forma de intentar superar estados de aburrimiento o monotonía, al permitirles encontrar información sobre temas que les resultan estimulantes.
adolescente e internetA grandes rasgos, el uso que hace un adolescente de internet puede ser problemático cuando el número de horas de conexión afecta al correcto desarrollo de su vida cotidiana, causándole, por ejemplo, estados de somnolencia, alteraciones en su estado de ánimo o una reducción significativa de las horas que dedica al estudio o a otras obligaciones. Además, una escasa atención por parte de los padres puede dejarles vía libre para acceder, sin ningún control ni vigilancia, a determinadas páginas inadecuadas para su nivel de madurez. Si disponen de ordenador en casa y éste no tiene activados los filtros que limiten el acceso a determinadas páginas de información, los niños y adolescentes pueden encontrarse, accidental o intencionadamente, contenidos, servicios y personas no siempre fiables ni aptos para su edad.
Los principales riesgos asociados a un mal uso de internet son:
red socialEl acceso a contenidos no contrastados, poco fiables o falsos.
Una sobreestimulación, dispersión de la atención o dedicación de excesivo tiempo para buscar una determinada información.
La facilidad de acceso a páginas con información peligrosa o nociva, por ejemplo, a imágenes de contenido sexual, pornográfico o violento o a textos y relatos que pueden incitar al consumo de drogas o medicación, así como al seguimiento de ideologías de tipo racista, sexista o, incluso, a la afiliación a determinadas sectas.
La recepción por correo electrónico de determinados mensajes de propaganda no deseada, el contenido de la cual puede proponer negocios ilegales o contener virus.
La participación en chats, foros o determinadas redes sociales puede facilitar contactos indeseados con personas que pueden utilizar identidades falsas, buscando, por ejemplo, víctimas para actos sexuales, violentos o delictivos. Asimismo, la recepción de mensajes personales cuyo contenido puede resultar ofensivo puede también propiciar la posibilidad de entrar en discusiones, recibir amenazas o, incluso, encontrarse involucrado en situaciones de abuso o acoso a través de la red. Hay que tener en cuenta que el anonimato que proporciona internet puede facilitar el atrevimiento de determinados comentarios o actitudes que difícilmente se expresarían en las relaciones directas con otras personas.
La pérdida de intimidad que conlleva la cumplimentación de formularios de acceso a algunas páginas, facilitándose información personal a individuos o empresas desconocidas.
Los menores pueden verse influenciados por una publicidad engañosa o abusiva, que les incite a realizar compras por internet sin la autorización de sus padres. Los datos personales y los códigos secretos de las tarjetas de crédito que se facilitan en las compras pueden convertirles en víctimas de estafas o robos en páginas web poco fiables o controladas por terceros.
El desarrollo de trastornos psicológicos como la adicción a internet que pueden surgir cuando confluyen determinados factores, como problemas en la autoestima, la sociabilidad o dificultades familiares, unidos a la vulnerabilidad típica de esta edad y a la cantidad de estímulos atractivos y sensaciones placenteras que puede proporcionar internet.
Un adolescente puede haber desarrollado una adicción a internet cuando de manera habitual es incapaz de controlar el tiempo que permanece conectado, relega sus principales obligaciones, evita o abandona otras actividades importantes, pierde contactos sociales, reduce las horas de sueño, descuida hábitos de alimentación, salud, higiene personal y actividad física y tiende a mostrarse irritable. Existen diferentes modalidades específicas de adicción a internet, como la necesidad de buscar información constantemente, la de la búsqueda de determinadas sensaciones, la de frecuentar entornos sociales, anhelando conocer gente nueva con personalidades ficticias, la adicción al juego o a la compra compulsiva, entre otras.
Servicio Orientación Pediátrica-MAPFRE
¿Cómo actuar?
Los padres deben estar atentos al uso que sus hijos hacen de internet, controlando el tiempo que éstos pasan conectados, la frecuencia con la que lo hacen, los motivos por los que dicen que se conectan, la reacción que tienen cuando se les interrumpe y la actitud que muestran mientras están navegando por la red.
Es importante enseñarles progresivamente a seleccionar contenidos y fuentes de información fiables, desarrollando la capacidad de ser críticos con las mismas. Este proceso educativo debe pasar por alertarles del peligro que conlleva facilitar datos personales en la red, entablar relación con personas desconocidas o el intercambio de archivos y mensajes en un entorno no seguro.
Al mismo tiempo, se les debe ayudar a evitar la dispersión, concretando los términos según la información buscada y delimitando a la vez el tiempo destinado a la conexión a internet en función del objetivo que se persiga: trabajos escolares, juegos, contactos con amigos, etc. Un buen recurso es también la instalación de programas de protección en los ordenadores que limiten el acceso a determinadas páginas web
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