El amor no tiene condición
El amor no tiene condición
Todavía recuerdo como si fuera ayer el día en que la conocí, su cabello danzaba de aquí para allá por el viento que azotaba fuertemente el día lluvioso de un primero de abril. La miré preocupado porque llevaba un bastón que la guiaba con los pasos que daba, pero eso no impedía a que ella se moviese con destreza, pero también con precaución, demás estaba decir que ella era ciega. Sí, así es, sus ojos estaban cerrados mientras caminaba con lentitud por la acera de la avenida 14. El chofer de bus me llamó la atención por no dejar circular a las personas y yo no pude evitar bajarme allí. ¿y si algo le pasaba en el camino? ¿por qué nadie la ayudaba? ¿no se daban cuenta que era una persona invidente que estaba caminando bajo aquella tormenta?.
Aún me quedaban cuatro cuadras para llegar a mi destino, es decir, mi hogar; no me importó. Simplemente caminé a su lado como un idiota, cuidándola en su trayecto. Llegó hacia la esquina y presionó el botón para cruzar la calle y yo me paré a su lado esperando también, aún cuando no venía ningún auto.
—¿Disculpe?— Su voz suave, dulce, serena pero titiritando de frío me sacó de mis pensamientos para voltearme hacia ella.
—¿si?— Pregunté dudoso
—¿Me podrías avisar cuando ya esté el paso peatonal abierto?
Asentí y luego de unos segundos me maldije por no recordar el motivo de su petición, apresurándome a hablar un poco alto — Oh, ¡sí sí disculpa!— Ella sonrió, de forma tan cálida que de repente olvidé que afuera había unos 10 grados.
El semáforo peatonal dio el verde y le indiqué que podía continuar, ella caminó lentamente y al llegar al otro lado, pudo entrar hacia su residencia, -o eso suponía- ya que estaba frente a un gran edificio.
Los días pasaron y me encontraba con la misma chica todos los días a las 4 y media sentada en el bus, yo sabía donde se paraba y a mi no me molestaba bajarme para acompañarla hasta su casa, total, ella no se daba cuenta, pero yo sentía que hacía lo correcto.
Tres meses pasaron desde mi misión en cuidarla y ninguna vez ella faltó, sin embargo, una semana entera no pude ir a trabajar por lo tanto no pude cuidar de ella, estaba muy enfermo y en mis pensamientos sólo se cruzaba aquella señorita invidente de la avenida 14. Rogaba a todos los dioses que ella estuviese bien y que alguien le estuviese ayudando a cruzar la calle o por lo menos, cuidando que nada le pase.
Podía admitir que había evaluado varias actitudes de ella y a veces me avergonzaba a mi mismo, era demasiado tonto para hablar con ella, se veía tan delicada con aquellos vestidos que llevaba, juntos con sus típicas botas o sandalias. Ella se arreglaba el cabello constantemente y me gustaría decirle que siempre se veía hermosa, también llevaba un libro con ella donde podía ver pequeños puntitos en la portada; alfabeto de los ciegos. Su olor siempre era de vainilla y también se combinaba con hierva buena. Su piel era pálida, pero con sus mejillas siempre sonrojadas, los ojos de ella eran un misterio que yo quería descubrir, con el correr de los meses me fui decepcionando al ver que ella en ningún momento los abría, ni por reflejo.
Cuando finalmente me recuperé, esperé ansioso a su reencuentro; al entrar al bus ya ella estaba sentada en el mismo lugar de siempre, primera línea. Ella sonrió un poco y me pregunté que le parecía tan gracioso, me senté atrás de ella y emprendí mi viaje mirando el paisaje y oliendo la hierva buena que desprendía su cabello.
El bus frenó en la parada de la avenida 14 y cuando ella se levantó, más atrás fui yo. Caminé a su lado pensando en que esta vez si iba a poder cerciorarme que ella iba a llegar a su hogar; su voz me sacó de mis pensamientos.
—Pensé que te habías cansado de hacer el mismo recorrido todos los días
Abrí la boca sin creer lo que estaba escuchando, ¿ella me había notado en todo este tiempo?. Me rasqué la nuca un tanto nervioso porque ella se hubiese percatado.
—Yo…— Balbuceé pero luego me carraspeé —Estaba.. estaba enfermo y no pude venir. — Ella asintió con una sonrisa mientras movía su bastón de un lado a otro. No pude evitar la curiosidad por lo cual tuve que hablarle una vez más —Disculpa, ¿cómo sabes que yo…?.. tú sabes.. — Divagué sin sentido y me odié por ello.
Ella soltó una pequeña risa para humedecerse los labios y hablar
—Oh créeme que sé que me has acompañado durante todo este tiempo, desde el día de la lluvia—
—Pe..pero ¿cómo?, es que.. ya sabes.. ¡¿tu no ves?!— No sabía si me había salido como pregunta o como afirmación, pero aquello la había hecho reírse
—Estoy muy consciente que soy ciega, pero eso me ha ayudado a agudizar mis otros sentidos, por ejemplo, tu olor — Aquella confesión la hizo sonrojar y para cuando reaccioné ya estábamos en el semáforo y ya ella había apretado el botón.
Ese día fue el primero de muchas conversaciones durante el bus, ella me reveló su nombre "Clary", me contó que todos los días iba a clases especiales, le gustaba mucho leer y su libro favorito era Orgullo y Perjuicio; su cumpleaños era en dos meses y tenía 18 años; desde que nació fue ciega cuya enfermedad es genética, tiene un gato llamado Fiona y su mejor amiga se llama Mabel, vive en el edificio que antes había deducido acompañada de sus padres y sus hermanos menores, Carlos, Monica y los gemelos Mario y Darío, todos ellos habían nacido sanos.
Por mi parte le conté que tenía 22 años y estaba haciendo pasantías en una empresa de publicidad, no vivía con mis padres porque ellos vivían en otro estado; no tenía mascota, aunque me gustaran mas los perros; me gustaba mucho el fútbol y mi equipo favorito era el Barcelona. Leer me gustaba, pero no era de leer tantas cosas, algunos libros de Paulo Coehlo, otros de Stephen King y de vez en cuando leía una que otras poesías de Mario Benedetti.
Después de varios meses conociéndonos yo quería algo más, ella me había confesado que no tenía novio y que nunca lo había tenido porque los chicos siempre le daban miedo hablar con ella, como si ella tuviese algún virus. Por otro lado, él le contó su experiencia con su ex, fue una relación tóxica que lo desgató en todos los sentidos.
Finalmente, luego de tanto buscar por internet y también de ir a buscar ayuda para aprender el alfabeto de los ciegos (braille), pude escribirle una pequeña nota. Yo quería invitarla a algún lugar, pero tenía miedo que me rechazara, por lo cual se me hizo más fácil esa idea.
Era un día soleado y todo esta soplando a mi favor, cuando entré al bus inmediatamente mis ojos se posaron en los parpados de ella, luego recorrí la vista por sus brazos hasta sus manos que sostenía un libro que estaba leyendo, me acerqué a ella como siempre sentándome a su lado para saludarla; antes que pudiera arrepentirme, le coloqué la nota sobre el libro, ella sintiendo el contacto, frunció el ceño para leer lo que estaba escrito.
“Me harías muy feliz si aceptaras una cita conmigo mañana en la noche, ¿aceptas?”
Su sonrisa podía iluminar toda la ciudad y eso me hizo sonreír automáticamente, ella giró su rostro para asentir lentamente y luego suspiró.
—¿Por qué te tomó tanto tiempo?—
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Que buen blog, redactar es lo tuyo!!
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