Cuentos de MariQ: La puta Lourdes (septima entrega)
Espantadas, con el horror pisándole los talones, las santurronas corren enloquecidas por la nave central, pero el piso resbaladizo de sangre y fluidos les dificulta la huida. Atormentadas por las voces que gimen suplicantes pidiendo auxilio, sienten las profundidades de un final y saben que no están preparadas para afrontarlo.
Les llego la hora de los arrepentimientos, el momento crucial de su existencia, y las oraciones quedaron en el olvido, borradas por el espanto de tener que ver de cerca un infierno al que nunca le temieron y que ahora deben evitar, a toda costa, como sea.
A trompicones, pasándose por encima, algunas logran salir de la iglesia, pero las mas desafortunadas caen bajo el influjo de aquel ser que las toma para si.
La Solitaria las observa con un rictus de satisfacción. ¿Sera esta su venganza? No, no puede ser, después de todo no siente nada por estas devotas con sus lenguas largas, moralistas y chismosas, ahogadas en su fanatismo, juzgando y condenando a diestra y siniestra, llevando al cadalso a todo aquel que se les interponga en su camino. No, no tiene argumentos sólidos. Entonces, porque no puede dejar de sentir esta profunda satisfacción al verlas correr sin saber donde esconderse, aullando de pánico, trastornadas porque su refugio ha sido convertido de repente en el receptáculo de los horrores del averno.
Seguida por los tormentos de sus pecados desaparecen en la noche que hiede a muerte. Nunca mas se supo de aquellas santas mujeres que erigieron la iglesia y que una noche de espanto se las trago. Solo una quedo como testimonio, pero nadie escucha las arengas de una pordiosera que grita a los cuatro vientos su locura como un costal de pesares.
En la casa sin número de Veracruz a Casilla remodelada y embellecida no hay nadie, ha sido abandonada. El esplendor, la música y las luces de colores que resplandecían las noches de pasión desbordada, donde los perfumes, el aguardiente y las risas cantarinas de sus hombres y mujeres, que alteraban los nervios de la comunidad, se apagó lentamente como un candil que ya no tiene a quien guiar. Los perros callejeros, tomaron posesión y se disputan a diario con las ratas y las alimañas su derecho de posesion.
Con ella se fue, no solo la presencia de la puta Lourdes, sino todos los amantes, esposos, maridos, dejando a sus mujeres en un estado de abandono que da pena. Solo las virtuosas, mujeres santas y sin pecados han tomado el control del barrio, felices, ajenas del espantoso hecho que ha ocurrido dentro del recinto sagrado del padre Evaristo.
Esa vida de lujuria y sexo ha de desaparecer, se dicen, y el recato y la decencia han de triunfar. Seremos las heroínas que tomaremos el blasón de la pureza, erradicando los pecados de este mundo malicioso. Nos uniremos a la iglesia y haremos un frente de lucha. El padre Evaristo será nuestro pastor que guiará a estas ovejas descarriadas al reino de la moralidad y el recato.
Pero el destino, tejiendo sus enmarañados hilos, les habría de probar a estas mujeres virtuosas otra cosa.
Este cuento es de mi autoría: @mariqyes
Que no caiga nadie en la lengua de las mujeres virtuosas.
¡Jajajajajajajaja! Muy bueno!
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Voy poco a poco sumergiéndome también en estos cuentos que ofrecen pasadizos y están interconectados por laberintos en los lugares y tiempos. Lo que será bueno es sin duda seguir más atento todo este avance en cada serie de relatos, que me evocan lugares y personajes cercanos.
Va un abrazo Fuerte @Mariqyes, y el mejor de los Vientos para cada proyecto!!