Zimba y Flora

in #b7 years ago

Cuenta una vieja leyenda africana que hace mucho tiempo, en una tribu Yoruba de la selva, vivían dos hermanas llamadas Zimba y Flora. Ambas eran muy hermosas, tenían la piel de ébano, una figura grácil y un cabello abundante. Las dos vivían en una humilde morada con su madre y así como eran de parecidas por fuera, por dentro eran totalmente opuestas.

Flora era una joven obediente y agradable, que siempre se ofrecía para ayudar con las tareas de la casa y también a los demás. Todos en la aldea la apreciaban mucho, debido a su dulce carácter y su intachable virtud.

En cambio Zimba era todo lo opuesto. Egoísta y caprichosa, siempre andaba viendo la forma de aprovecharse de los otros y ni su madre, ni su hermana eran la excepción. Además, nunca obedecía a su progenitora y todo el tiempo estaba escapando para verse con chicos en las afueras.

Una noche calurosa, a Zimba se le ocurrió salir de casa para bañarse en el río, confiando en que su madre no se diera cuenta. Despertó sigilosamente a su hermana Flora para que la acompañara y aunque al principio ella no quiso, finalmente terminó cediendo. Siempre lo hacía cuando la quería engatusar de alguna manera. Las dos salieron en silencio de casa y llegaron hasta el río.

Zimba disfrutaba la sensación del agua fresca sobre su piel, cuando tomó el jabón y se lo extendió a su hermana.

—Toma, frótame la espalda —le ordenó.

Pero al ver que ella no tomaba el jabón, la joven miró por encima de su hombro y casi se muere del susto con lo que vio. Flora no estaba por ningún sitio. En su lugar, yacía un demonio negro con cara de cerdo, que emitió unos sonidos horribles al tiempo que tomaba el jabón para frotarla.

Zimba salió despavorida del agua y se echó a correr en medio de la selva. Las ramas de los árboles arañaban y herían su cuerpo desnudo, pero ella no se atrevió a detenerse ni a mirar atrás. Sentía que el monstruo le estaba pisando los talones. Finalmente, no vio el par de ramas que se interponían en su camino y estas se le clavaron cruelmente en los ojos, haciendo que se desmayara del dolor.

A la mañana siguiente, al no ver a Zimba por ninguna parte, Flora y su madre salieron a buscarla por toda la aldea y pidieron la ayuda de los demás miembros de la tribu para encontrarla. Buscaron todo el día hasta que finalmente, la encontraron inconsciente en un ramadal.

La gente llevó a Zimba a casa y su madre curó sus heridas, pero la muchacha no despertó en cinco días y cinco noches.

Cuando por fin pudo recobrar el conocimiento, se dio cuenta con amargura de que había quedado ciega. Sería ese el castigo con el que tendría que cargar para siempre, por ser tan mala y desagradecida con las personas que siempre la procuraron.

Zimba no volvió a salir nunca más de casa.

It tells an old African legend that a long time ago, in a Yoruba tribe of the jungle, lived two sisters named Zimba and Flora. Both were very beautiful, had ebony skin, a graceful figure and abundant hair. Both lived in a humble abode with their mother and as they were similar on the outside, inside they were totally opposite.

Flora was an obedient and pleasant young woman, who always offered to help with household chores and also with others. Everyone in the village liked her very much, because of her sweet character and impeccable virtue.

On the other hand, Zimba was the opposite. Selfish and capricious, he was always looking for ways to take advantage of others and neither his mother nor his sister were the exception. Besides, he never obeyed his mother and all the time he was escaping to be with kids in the suburbs.

One hot night, it occurred to Zimba to leave the house to bathe in the river, hoping that his mother would not notice. He awoke his sister Flora stealthily to accompany her and although at first she did not want to, she finally gave in. He always did it when he wanted to cajole her in some way. The two left quietly at home and reached the river.

Zimba enjoyed the sensation of the cool water on her skin, when she took the soap and spread it to her sister.

"Here, rub my back," he ordered.

But seeing that she did not take the soap, the young woman looked over her shoulder and almost died of fright with what she saw. Flora was not anywhere. Instead, there lay a black, pig-faced demon, who made horrible sounds as he took the soap to rub it.

Zimba came out of the water in terror and ran in the middle of the jungle. The branches of the trees scratched and hurt her naked body, but she did not dare to stop or look back. He felt that the monster was on his heels. Finally, he did not see the pair of branches that stood in his way and they were cruelly nailed in his eyes, causing him to faint from the pain.

The next morning, not seeing Zimba anywhere, Flora and her mother went looking for her throughout the village and asked for the help of the other members of the tribe to find her. They searched all day until finally, they found her unconscious in a branch.

People took Zimba home and her mother healed her wounds, but the girl did not wake up in five days and five nights.

When she finally regained consciousness, she bitterly realized that she had become blind. That would be the punishment I would have to bear forever, for being so bad and ungrateful to the people who always sought it.

Zimba never left the house again.