Ideología de la mentira
El Comunismo
Ideología de la mentira
Tengo algún tiempo, la verdad años, queriendo hacer comentarios públicos, y hasta he pensado en esto como un proyecto a largo plazo, de una actitud o conducta de aquellos que creemos en valores democráticos y que, sin embargo, hemos hecho a un lado al quizás más importantes de esos valores, me refiero a la libertad de expresión. Una libertad de expresión que debe servir no solamente para dar a conocer nuestras ideas, sino que, sobre todo, y en especial en este caso, que sirva para desenmascarar a aquellos quienes tienen en la mentira uno de sus más importantes herramientas.
Los comunistas, todos sin excepción, han mentido a lo largo de ya más de un siglo y, como buenos fascistas, han aplicado aquella máxima de Goebels, otro responsable de uno de los genocidios más grandes que han ocurrido, que decía que una mentira repetida mil veces se convertía en verdad.
Mintiéndole al pueblo ruso, aprovechando la descomposición del Imperio Zarista, cometieron uno de los mayores exterminios que han ocurrido en la historia del lado Oriental del Continente Europeo. Mintieron después que tomaron el poder con una violencia solo propia de mentes enfermas, anexándose países enteros y construyendo lo que posteriormente se llamó la URSS a costa de la masacre de 50 millones de personas de pueblos desvalidos política, cultural, social y económicamente.
Le mintieron al pueblo Español calificando de matanza la intervención de Francisco Franco para salvar a España de la dominación comunista y lograron, gracias a Pablo Picasso, miembro del partido comunista hasta su muerte, inmortalizar esta mentira a través de una de sus pinturas más publicitadas: Guernica.
La enorme población de China era también pacífica, pero los comunistas chinos lograron matar la asombrosa cifra de 70 millones de personas.
Le mintieron al pueblo cubano, asesinando a miles y obligando a otros cientos de miles a huir de una dictadura homicida que, entre otras cosas, era y sigue siendo racista, los Castro odiaban y siguen odiando a los afrodescendientes, y utilizaron las drogas de carteles suramericanos como un arma para destruir a la Sociedad Estadounidense. Les mintieron a los venezolanos, y no creo necesario comentar la situación horrorosa en la cual se encuentra sumida la Patria y los peligros que tanto para el continente Americano como para el mundo occidental, se cierne en estos momentos. Y de ejemplos podemos llenar páginas enteras de las atrocidades cometidas en otros países de África, Europa y América.
Y todo esto ha pasado bajo la mirada de demócratas que hemos callado, que no hemos levantado nuestra voz para denunciar y educar sobre quienes son verdaderamente los comunistas y hasta donde se esparce su calaña. Medios de comunicación preparan grandes reportajes sobre la muerte de los asesinos Che Guevara o de Fidel Castro cual si fueran héroes de nuevo cuño; nunca vi, por lo menos en los medios de prensa venezolanos, artículos tan profusos y profundos sobre nuestros héroes, que los hay y contemporáneos. Los empresarios de “la moda” aprovechan esos aniversarios para sacar al “mercado” todo tipo de souvenirs alegóricos a esos criminales, haciendo un gran negocio a costa de la ignorancia y desinformación de una juventud siempre rebelde y necesitada de “héroes” que llenen los vacíos existenciales que normalmente poseen.
Puedo decir, por ser testigo de excepción, como los comunistas venezolanos devenidos posteriormente en chavistas, supuestos “demócratas” y “paladines de la justicia”, enviaban a nuestra juventud, sobre todo en la década de los 60s. , 70s. a pelear en las montañas venezolanas una guerra que fue debidamente aplastada por fuerzas policiales y militares conformadas por hombres y mujeres con claridad meridiana de lo que defendíamos y de quienes la defendíamos. Era la Patria, la Nación, a nuestra Democracia que recién estábamos construyendo.
Esos mismos “comandantes” se vestían de verde olivo y se tomaban fotos en el cerro el Ávila para luego ser distribuidas en los liceos y universidades. Esos mismos “comandantes” que en actos asesinos ejecutaron a aquellos que, aunque equivocadamente, creían en una supuesta revolución, y que por el hecho de que se atrevían a disentir de los “comandantes”, eran ejecutados en supuestos “tribunales revolucionarios del pueblo” en juicios sumarísimos que no eran más que parte de la tragicomedia que nos ha resultado a los latinoamericanos en general ese deseo obsesivo y compulsivo de Fidel Castro y su banda de malhechores de adueñarse, cual emperador, de la América Latina.
Debemos recuperar para nuestra historia la memoria de todos aquellos, hoy olvidados, que mantuvieron y mantienen esa lucha por sus principios morales y políticos, y que han sido hasta su muerte, o todavía en vida, consecuentes con sus ideales y respetuosos hasta la saciedad de la condición humana, no solo de sus seguidores sino que, y es lo más importante, de aquellos que fueron sus detractores. Históricamente, como Nación, hemos sido mezquinos con quienes en vida y después de su muerte han estado para dar luces a generaciones hoy más que nunca necesitadas de verdaderos líderes capaces de reconstruir la Sociedad que millones de hombres y mujeres estamos pidiendo a gritos.