Nicaragua: entre el vacío de poder y la demencia en tiempos de pandemia

in #bloque645 years ago

Ante los estragos de una emergencia global que está poniendo a prueba los sistemas sanitarios del orbe, Nicaragua parece haber escogido la ruta más excéntrica de todas.

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Muchos gobiernos –algunos demócratas y otros no tanto-, jugaron a apartarse de las advertencias anunciadas por la comunidad científica mundial y pagaron las consecuencias: lo vimos en Italia, España y otros que fueron timoratos a la hora de imponer medidas drásticas como el cierre de fronteras, la suspensión de la mayor parte del sector productivo y laboral, la cuarentena y en fin, el distanciamiento social.

El gobierno cubano lo intentó. En su euforia por mostrar una maravilla sanitaria y una población inmune, todo un supuesto paraíso para el maltrecho turismo, se demoraron en adoptar esas medidas y solo Dios, y ellos, saben el precio que debemos estar pagando. Aun así, el sentido común se impuso ente los jerarcas de la isla y ya nos parecemos un poco más a los demás.

Pero los gobernantes de Nicaragua, el matrimonio, parecen no temer a las consecuencias de arriesgar vidas. En todo caso parecen disfrutarlos.

En este sentido se esmeran en ordenar estadísticas que nadie cree, e incluso que contradicen los datos que al respecto emite el propio gobierno cubano, pues la semana pasada, el Ministerio de Salud Pública de Cuba informó que una ciudadana cubana que arribó a la isla procedente de Nicaragua había dado positivo al virus.

Por otro lado, el país cuenta con tres ministras de salud, insiste en convocatorias a marchas, fiestas y reuniones masivas, prohíbe la ayuda de la Iglesia Católica, estimula el turismo en semana santa, mantiene sus fronteras abiertas y como era de esperar, entra en disputas con la OPS, Organización Panamericana de la Salud.

Daniel Ortega es el único presidente que no se ha mostrado en público en plena crisis por el COVID-19. Hoy miércoles, se cumplen 42 días desde que se le vio por última vez en público: el 12 de marzo.

Desde entonces, es su esposa Rosario Murillo, Vicepresidenta Ejecutiva de la nación, quien diariamente da alocuciones radiales, previamente grabadas, en las que con tono de pitonisa regala sermones seudo religiosos e incita a la población a que continúen su vida normal, como si los nicaragüenses gozaran de un antídoto natural que hiciera rebotar las enfermedades que provienen del “norte”.

Y como siempre, al terminar cada perorata, la primera dama y gobernante en la práctica, les hace llegar a todos un fuerte abrazo y un gran saludo de parte del comandante presidente. Ella habla por él y él… desaparecido.

Ojalá la irresponsabilidad de gobernantes que saben ponerse a salvo ellos mismos, no termine cobrando la vida de inocentes.

Esperamos que Nicaragua se salve y no se convierta en el cementerio de Centroamérica. No lo merece.