Mis ojos.
ve lo hermosa que eres;
cuánto encanto hay
al levantar tus cejas;
cómo luce tu cabello
bajo el sol, la luna, el calor...;
quedarás atrapada
con tu propio caminar;
tu mundo se va a paralizar
cuando te vea llegar y,
en vano, trates de buscar
en otro lugar, una belleza
que te ayude a desviar
la mirada
y resistir las ganas
de correr hasta ti,
para besarte
como el sediento besa el agua,
para abrazarte
como el exiliado abraza su hogar.
Jamás volverías a dudar de ti,
dejarías de ser insegura y
creerías más en ti misma.
¡Observa...!
Siempre llevas contigo
una ingenua y auténtica elegancia.
Como solo una niña lo puede hacer,
aprovechas los pequeños detalles
para llenar de encanto el ambiente.
Esos ojos han logrado ver, también,
lo fuerte y noble que ha de ser tu espíritu,
Inquebrantable aún cuando tu cuerpo
no puede más.
Mis despistados ojos
han podido ver tu entrega, tu valor
y un poquito de tu amor.
Tu rareza no es común en mi vida.
¿Quién podrá ser digno de ti?
Yo aprovecharé el momento
para colocarme los tuyos
y hacerle entender a este corazón
terco, insistente e intenso,
que aunque yo esté frente a ti,
no me vas a ver;
que por más que quiera
abrazarte el alma en una mirada,
tu siempre esquivarás y te cubrirás;
que puedo rayar un millón de hojas
con los versos que tú me inspiras,
pero de nada servirá que, al menos,
talen un árbol con ese fin
porque por más que yo lo intente
tú no los quieres recibir.
No te extrañes si al devolvérmelos
tienen una o dos lágrimas
a punto de brotar,
pues estos ojos míos
me han dicho, en ocasiones,
que lo que ellos ven
es un imposible y nada más;
que solo en mis sueños
me podrías amar.