El Caos
Fuente - El Caos, cuando aún no había llegado a su máxima expresión.
Cuando al fin decidió que era hora de eliminar el Caos, fue muy tarde. El polvo había formado una espesa capa y las cucarachas caminaban tranquilas entre las cajas de cartón polvorientas, gordas y contentas por tener, al fin, un lugar tranquilo donde vivir.
El Caos, afortunadamente, vivía recluido en una habitación desocupada del pequeño apartamento, evolucionó a partir de unas pocas pertenencias que nunca abandonaron sus cajas desde la mudanza, libros, revistas, algunos trajes formales y discos viejos. Con el tiempo, se hizo con herramientas, más ropa y algún electrodoméstico en desuso, todos ellos contenidos en cajas amarillentas y bolsas plásticas. El montón fue creciendo, grande y fuerte en la pequeña habitación.
Bien alimentado y fuerte, el Caos abandonó confiado la esquina más alejada de la puerta para invadir, poco a poco, toda la habitación. Años pasaron desde el nacimiento hasta el momento en que el creador decidió matar a su creación, legítimamente temeroso de que un día la puerta no pudiera contener su empuje, permitiendo con su inacción que el Caos abandonase la habitación y conquistase el resto del apartamento.
Así pues, ese domingo se despertó temprano en contra de sus costumbres, tomó un desayuno fuerte y café, lavó los platos y se dispuso a asesinar al Caos. Se vistió con ropa vieja, se armó de insecticida, guantes, bolsas de basura y un tapabocas. Se detuvo un momento frente a la puerta, abrumado ante la tarea que se disponía a enfrentar, suspiró y abrió la puerta. Se miraron en silencio, el Caos y él, retándose con la mirada.
Las cucarachas huyeron ante la luz repentina, corrieron a refugiarse en las rendijas del Caos donde el miedo las hizo rezar desesperadas a sus dioses. Avanzó un paso en los oscuros dominios, columnas de cajas apiladas en precario equilibrio, bolsas plásticas de contenido equivoco, libros deslomados, hojas sueltas amarillentas por el tiempo y carcomidas por cucarachas le dieron la bienvenida.
Avanzó otro paso, la luz de la puerta no alcanzaba a iluminar la habitación tomada, la ventana al fondo apenas dejaba pasar algo de luz filtrada por el polvo que la cubría. Encendió el interruptor para descubrir que el bombillo estaba quemado. Tendría que trabajar con poca luz o llegar al fondo y abrir la ventana, se decidió por la segunda agradeciendo de antemano la brisa que refrescaría el aire viciado.
Agradeció su delgadez, de ser obeso jamás habría podido avanzar por el estrecho sendero libre desde la puerta hasta la ventana. Se colocó de perfil, introduciéndose con cuidado entre las pilas de objetos fundidos que tenían un aspecto orgánico, vivo. Avanzó un paso, su visión se redujo a una masa de objetos inidentificables a centímetros de su nariz. Un segundo paso y su espalda rozó contra un montón que se balanceó, amenazante. Dio otro, su vista ahora acostumbrada a la penumbra, distinguió el cargador de teléfono que tanto buscó pero nunca encontró y se preguntó cómo llegó ahí. Levantó la mano cuidadosamente y tomó la punta pero al intentar desprenderlo, sintió una extraña resistencia así que lo dejó en su lugar.
Continuó deslizándose entre las sinuosidades del Caos, paso a paso, con cuidado de no tocar las pilas que se cernían sobre su cabeza. Al cuarto paso, a la altura de su pecho y bajo muchas otras, descubrió la aplastada caja perdida desde hace mucho donde guardaba los materiales de pintura, junto a ella su colección de cajas de fósforos. Avanzó otro paso.
Ya estaba a mitad de camino, a su derecha podía ver, si giraba la cabeza con cuidado el monitor de su antiguo computador de escritorio y bajo él, la carpa que compró y nunca usó. El calor lo abrumaba y el aire polvoriento dificultaba la respiración, a pesar del tapabocas. Sintió algo sobre su hombro, un cable se separó del Caos y se posó sobre él. Lo sacudió con asco.
Otro paso y frente a él, el Caos pareció moverse, expandirse en un ligero movimiento rítmico. El sudor le ardía en los ojos y le pegaba la ropa a la piel, en su cara sentía como polvo y sudor se unían creando una desagradable mascara de mugre. Avanzó otro paso. Su pie tropezó contra algo que antes no estaba ahí. Cayó, seguido de mil objetos que lo sepultaron vivo. Nadie escuchó sus gritos, nadie extrañó al vecino.
Hoy el Caos reina tranquilo su apartamento y el pasillo que da al mío. Debería limpiarlo antes que me atrape, lo sé, pero tengo miedo.
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A ese señor lo conozco. Sé qe tendremos un enfrentamiento final... Un día de estos...
jeje...
Un abrazo.
Ten cuidado... 😜
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Te comerá vivo y serás consumido dentro de sus entrañas jajaja...
Estuvo muy bueno, me hizo reír ¡Saludos!
Jajajaja creo que mejor lo dejo quieto y me hago la vista gorda. Me alegra que lo hayas disfrutado!
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