Hace pocos días viví un encuentro muy cercano con el niño Williams Labarca, durante esos momentos de risas y reflexión que de alguna manera peculiar, sutil y humilde me hizo cuestionarme como joven que vive en un mundo inmerso en falsas preocupaciones, hasta dificultando nuestro desarrollo interpersonal e intrapersonal.

Williams un niño que tiene tres años, a pesar de su corta edad, habla con cualquier desconocido como sí ya fuese su familia, toma algunas decisiones como si casi estuviese seguro de lo que dice, le cuesta pronunciar algunas palabras, entre ellas; albóndiga, celular, michel, paralelepípedo y todas aquellas palabras que lleven más de cuatros letras y que dentro de ella este acentuada una. Asimismo, confunde los tiempos verbales, entre ello destaca; el pasado con el futuro o al revés... En fin, goza y corrige sus dificultades para la buena pronunciación de las palabras. Su optimismo es tan bárbaro como una mula terca y su humildad para reconocer que no puede o que lo ayuden es más fuerte que Hulk destruyendo un tanque de guerra.

Con tan sólo tres años, demuestra ser sensible ante la sociedad, empatía con toda persona y un reconocimiento de debilidades y fortalezas que lo hace ser cada vez más humano, siendo éstas características las que buscamos que tenga nuestra sociedad o las que soñamos los venezolanos que tenga cada persona de nuestro país.

Mi experiencia con Williams me llevó a preguntarme: ¿Cuándo dejamos de ser niños? ¿Cuándo dejamos de ser optimistas? ¿Cuándo comenzamos la apatía social? ¿Cuándo nos sumergimos en la soberbia?... Para todo esto, Antonio Pérez Esclarín nos dice: "En este momento necesitamos apostar por la cultura del encuentro, una cultura que supone que el otro tiene mucho para darme. Toda persona puede aportarnos algo, y toda persona puede recibir algo de nosotros"

Esta experiencia nos llama al encuentro con ese niño que te hace reír y sentirte vivo(a)... Quizás el niño(a) no sea Williams sino sea tú mismo o sea tu amigo(a) o un familiar más cercano, lo importante de esto, es que aprendamos a mirarnos en los ojos de los demás, en la felicidad de los demás también nos encontramos así mismo o como nos dice Alex Campos: “Día a día en tus ojos me veo en ti” (Mil Palabritas)... Será entonces cuando en verdad encontraremos unos de los preciados secretos de ser felices.