El mal de amores... ¿si lo curará el tiempo?
Quizá sea este un título con una muy conocida frase: "el mal de amores", puede que el término "mal" encierre —en este caso— traición, abandono, dolor, pérdida... En lo personal me atrevo a expresar este sentimiento, este mal que no es realmente un mal en todo lo que encierra la palabra, es un dolor extraño que parece dominar los sentidos de una mujer enamorada, es una angustia que te obliga a pensar en la soledad, en qué haré ahora sin él, en cómo calmo este desespero que me agobia tanto, en cómo evitar tanto llanto y tantas ganas de pretender que no está pasando.
En estos momentos con lágrimas en los ojos, con una presión incontrolable en el pecho, con una especie de nervios en el estómago, quisiera expresar lo que siento para drenar, para entender, para resignarme a que al hombre que tanto amo y del que me enamoré profundamente se le acabó de manera extraña e inexplicable el amor.
Con una carta sobre nuestra cama dio por terminada una relación que parecía, estable, amena, hermosa, con aquellos pequeños o grandes inconvenientes que toda pareja experimenta, pero que no son jamás un motivo para pensar en la separación. Así fue mi sorpresa, brutal, escandalosa a mis ojos, a mi corazón, a mi amor, a mí toda como mujer.
Hoy sufro de desesperación, pero me consuelo en pensar que antes me he enamorado, que antes me han fallado y que también como antes puedo volver a levantarme y seguir. Lo que no me consuela es la realidad de otro fracaso, es la realidad que me vuelve a repetir que no he encontrado a ese hombre con el que podré compartir mi vida hasta que ésta se extinga. Siempre he sido una fiel admiradora de aquellas parejas que tienen toda una vida juntos, que llegan a viejitos, con toda una historia de circunstancias, experiencias vividas, momentos inolvidables, hijos que disfrutan tener a sus padres juntos desde que vieron la luz de la vida.
Siempre soñé con tener una vida así, compartir con un amor así, y los he visto, he visto amigas que aún viven con su primer novio, familiares que cuentan entre 40, 45, 50 años juntos y yo no puedo explicarme por qué en mí no pasa algo igual.
Sigo viviendo por ahora mi luto, mi dolor, sumergida en la esperanza de que pronto toda esta tormenta pasará al olvido, pertenecerá al pasado y ya no me causará dolor alguno.