Genial lo último, estimado Mauricio. Primero debemos amarnos nosotros mismos para que otros nos amen después. Nadie da lo que no tiene: si si yo no tengo amor, entonces yo no puedo entregar amor a otra persona. La caridad siempre empieza en casa, y esa casa es uno mismo: primero me amo yo; que después otros me amen eso vendrá por añadidura.

Pero un detalle: si me amo a mí mismo, entonces necesariamente amo a Dios también. No puedo amar si no conozco a Dios, tan simple como eso. Dios es amor, por eso mismo me amo.

En definitiva, si me amo, entonces sé del amor de Dios; y si me amo, entonces podré amar a otras personas; y si me amo otras personas me amarán a mí.