HAMBS, LA COLONIA DE LA FELICIDAD ENERGÉTICA.
Mr. Lino, el hacendado más ingenioso de la colonia de los Hambs, sureños de Irlanda, inventores del agro por naturaleza, se hallaba descansando al pie de su árbol favorito. A sus 68 años había logrado avances importantísimos en las ciencias del suelo, las tecnologías en la industria del arado, y especialmente en la generación de energía eléctrica, de toda su comarca.
HAMBS eran las siglas de los nombres de los colonos de aquellas tierras indómitas, siglo y medio atrás al nacimiento de Adam Lino. No eran especialmente intelectuales; sin embargo, eran unos domadores del entorno como ninguno, y nuestro personaje, de barba anaranjada y plata, había logrado tallar los suelos rocosos y volcánicos con formas cóncavas, de manera que filtraba el agua mientras se calentaba en su proceso de decantación, con la cual hidrataba el pozo comunitario; a su vez, recogía los minerales que se secaban en la superficie y los distribuía en los suelos de cultivo. Finalmente, utilizaba los trozos de roca caliza extraídos, formaba piezas a modo de rompecabezas y las instalaba en los aspadores de las máquinas que, al rodar y arar el terrero, se rozaban unas con otras, generando pequeñas cargas eléctricas que, además de activar los minerales de la tierra, eran almacenadas por dos pequeños transistores conectados a la batería que alimentaba el motor.
Mr Lino había revolucionado la agricultura de su comunidad, y era considerado un sabio por los suyos. Él, empero, sentía que su modelo, creado hacía 20 años, era obsoleto, y ya le quedaba poco tiempo de vida para remediarlo. La culpa le quitaba el sueño y la tranquilidad.
Mientras meditaba a la sombra de aquel árbol, su nieto, que acababa de volver de viaje, se sentó a su lado, y le dijo: “Sé que eres un hombre terco y arrogante, pero en el fondo solo eres un viejo dulce y cariñoso; Un inventor que debió haber inventado algo que energizara su corazón más que a las máquinas del pueblo. Toma, te he traído esto”. Y le entregó un costal lleno de gomitas de oso de diversos colores. El anciano tomó algunas y las masticó. La reacción fue memorable! Le habían llegado al corazón y le habían energizado la pasión creativa! Dio una palmada a su nieto, se puso en pie y cargó el costal hasta su laboratorio.
Un mes después de estar encerrado día y noche, Mr Lino dejó ver su rostro en la plaza del pueblo. Tenía a su lado un costal sucio que tapaba una moldura. Tan pronto como varios curiosos se acercaron, éste pronunció: “Soy quien hizo a este pueblo autosuficiente y a su gente miserablemente dependiente. Pero hoy he venido a remediarlo”, e inmediatamente removió el costal y dejó ver un aparato modular que interconectaba dos ruedas. Luego de esto añadió: “Con esto podréis seguir siendo autosostenibles, activos y felices, al mismo tiempo”. Se montó en el aparato, que en su parte delantera tenía una pequeña cesta con gomitas de osos de colores, tomó algunas y se las comió; luego conectó un pequeño tubo elástico formado por hojas y resina de arce, y lo sujetó a su miembro viril, puso sus pies sobre dos molduras que simulaban escarpines y comenzó a ejercer fuerza sobre ellos –una fuerza centrípeta-; estos chapines estaban conectados a unas trenzas de árboles jóvenes, y a unos discos. Y todo el sistema intrincado culminaba en la parte trasera en un timbo transparente en el que iba depositando la orina de colores que expulsaba por su uretra, y refractaba la luz en dirección a un prisma, para recargarlo de luz. Luego, más tarde esa noche, ubicó el prisma en medio de la plaza, y la iluminó con todos los colores.
De esta manera Mr Lino fue capaz de entregarle a su legado un sistema autosostenible de felicidad energética.