Hipergrifo el taxista y su leal can Cannabis (10)

in #cervantes6 years ago (edited)

 

Insólitas aventuras de un dúo psicoactivo

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Mi primera impresión fue de alerta. Algo había en el par de sujetos que me intranquilizó, no sólo sus máscaras; quizá una muy similar forma de andar en dos cuerpos por completo contrastantes. Decidí hacer alto a la señal que me hizo el flaco gigantón, le acompañaba un chaparrito rechoncho. Entraron al auto.

-Al aeropuerto-. Ordenó el flaco. Traían de antes una animada plática.

-No me gusta nada-, espetó el gordo. Entonces mis sentidos se afilaron, me percaté de que sus voces sonaban idénticas; a Cannabis no le pareció relevante el detalle. El alto de los pasajeros me tocó el hombro.

-¿Cree usted que existan legiones del bien y legiones del mal?- me preguntó. Ambos esperaron atentos mi respuesta.

-Pues, sí; hay mucha gente buena y también hay mucha gente mala-, contesté para mantenerme ajeno a la discusión.

-¿Te das cuenta?- le dijo sonriente al bajito. –Estás muy nervioso. El compañero te acaba de dar la mejor respuesta. Entiéndelo, la gente común vive en la más cruel de las ignorancias. Te preocupas de más y pones en riesgo el rendimiento, debes estar al cien esta noche.

-No es normal- parecía decir la misma persona, pero de la boca del gordo salían las palabras.

-Ya lo sé. Pero tómalo con la misma seriedad y profesionalismo que si lo fuese. Además ¿De qué te preocupas? Vamos por el más grande luchador que haya dado el mundo en muchos años.

-Si hiciéramos tercio con un calienta lonas estaría más tranquilo- sentenció el chaparrito. Durante algunos minutos ambos permanecieron callados, pensativos miraban cada cual por su ventanilla.

-¿Son ustedes luchadores?- les pregunté para sacarles de sus cavilaciones.

-Sí- escuché la misma voz dos veces a un tiempo. -“Monstruo” y “Escorpión”- terminaron de decir a coro.

-No recuerdo haber ido nunca a una arena. ¿Es cierto eso que dicen que no se pelean de verdad?-, mi pregunta les quitó algo de presión, ambos explotaron con idéntica risa.

-¿Qué las peleas son arregladas? ¡Claro! Eso es lo que le digo a mi compadre todo el tiempo. La lucha libre es un negocio. Los promotores crearon las condiciones para hacer un evento de lo más rentable. Ya se acabaron las grandes máscaras, las que su solo nombre invocaba la valentía, la honestidad, la caballerosidad; ahora los cuadriláteros están llenos de marionetas propiedad de un promotor. Igual pasa con la lucha de esta noche. Primero fomentaron la rivalidad entre los mejores de todos los pesos, después suspendieron todos los campeonatos mundiales y ahora, el gran evento: Por la supremacía absoluta de los bandos en la lucha libre. Los que pierdan se retirarán de la lucha.

-No estamos hablando de nosotros, sino de todos; de los técnicos o de los rudos. Nos la jugaremos por todos- terció el rechoncho.

-Armaron un estelar de relevos australianos. “La última batalla entre el bien y el mal” ¿No has oído hablar de la pelea? Está anunciada por todos lados, mira-, sacó de su bolsillo un programa. Entre las preliminares estaba una lucha de mujeres contra enanos. El estelar ganaba casi todo el espacio del volante. “La legión del bien contra la legión del mal por la supremacía absoluta”; se guardaba el nombre de los participantes para el momento de la lucha por cuestiones de estrategia, a su vez se garantizaba la devolución del dinero al final de la función para el caso de que ésta no cumpliese con las expectativas del reclamante.

-Todo el mundo espera que nosotros salgamos al ring, somos los mejores. Pero nosotros no sabemos contra quiénes lucharemos. Cuando nuestro representante nos dijo que haríamos tercio con Dragón de Komodo entonces mi compadre se empezó a preocupar, no está muy de acuerdo con que él sea el capitán del equipo. Cree que algo puede fallar, se le olvida que esto es un negocio. Nosotros no podemos perder, somos los buenos.

-Puede que sea así pero no me confío. Temo que nos estén preparando una trampa.

-¿Dragón de Komodo no es confiable?- le pregunté al alto y flaco, que por su serenidad parecía ser el más objetivo.

-Dragón es quizá el mejor luchador del bando técnico que hay en el mundo, por ese lado es confiable; pero no lucha por dinero.

-Por ese lado no es confiable-, agregó el bajito regordete. -No es posible que alguien salga a luchar sin tener hambre. Es muy famoso, seguro habrás oído hablar de él. La única pelea que perdió en su carrera fue por abandono. A la mitad de la tercera caída dejó de luchar, le dijo al referí que se retiraba y se dirigió a los vestidores. Su contrincante le fue pateando el trasero por lo largo del pasillo sin que él opusiera resistencia. El público le gritaba “cobarde” y cuánta cosa. Dicen que el ganador no cabía del gusto y festejó toda la noche y parte del día siguiente. Le encontraron en la tarde muerto. Al principio se creyó que había sido una congestión alcohólica o una sobredosis de drogas, después se supo que murió de una septicemia generalizada atípica.

-¿Qué es eso?- pregunté.

-No sabemos-, me contestaron a coro.

-La prensa pudo dar con él a las semanas, pero no lograron hacerle hablar del tema. Desde entonces está en el retiro- añadió el gordito.

-Estaba- hizo notar el flaco, -con esta pelea regresa a los encordados, el negocio ¿Entiendes?

-¿Pero cómo, pues no que él no pelea por dinero?

-Lo que quise decir es que él pelea aunque no le paguen, no que no acepte dinero. Esos pareceres se los achaca que a su misticismo, según dijo la otra vez en la tele-, aclaró el chaparrito.

-¿Les dejó en nacionales o internacionales?- les pregunté, entrabamos a la terminal. 

-Háganos un favor, le pagaríamos un extra aparte del servicio. Entre al estacionamiento, vaya por Dragón y lo esperamos en el coche. Es posible que haya periodistas, si nos ven a los tres juntos será muy difícil mantener la secrecía que nos exige el promotor- explicó el larguirucho.

-¿Cómo le reconoceré?

-Le reconocerá- corearon los luchadores.

Cannabis se quedó en el carro, le notaba pasivo y sin entusiasmo; por el contrario, yo me encontraba avispado para el caso de que una misión estuviese en puerta. Buscaba un cubículo de información cuando di con él. Le encontré rodeado de gente, ninguno era periodista. Por curiosidad me acerqué al pequeño barullo y ahí estaba, sentado en un mueble ajeno al mobiliario de la sala, le firmaba un autógrafo a un niño. Un concienzudo afeite le hacía parecer calvo, brindando un tono irreal a la larga y gruesa coleta que abundante le nacía en el parental. Se percató de mi presencia, me miró de fijo y sonrió.

-Vengo por usted- le dije. Al levantarse el sillón tomó forma. Rebasaba los ciento cincuenta kilos con holgura, medía más de dos metros. La túnica blanca en la que se hallaba enfundado le hacía verse aún más corpulento. No saludaba de mano. Se despidió de la ronda reclinándose para los cuatro puntos.

-Te sigo, pero llévame por el camino menos corto, quizá nos encontremos con algún periodista ¿Te mandó el promotor?

-No, soy taxista. Monstruo y Escorpión le esperan en el estacionamiento.

-Lo sé-, dijo con solemnidad y sonrió para conmigo benévolo. “Un tipo extraño” oí a Cannabis en mi mente, pero no se comunicaba conmigo, sino que yo irrumpí en su pensamiento mientras miraba con mis ojos; hice lo mismo, utilicé sus ojos, observé entonces un excelente alto contraste de claroscuros. En el interior del taxi Monstruo y Escorpión repasaban el repertorio de llaves, defensas y celadas que practicarían por la noche. La mirada atenta de Dragón me devolvió a la sala del aeropuerto.

-Quiero conocer a ese perro- dijo. En ese momento para mí la misión fue anunciada. Cannabis asegura que sus palabras fueron: “Quiero conocer a esos perros”, en referencia al par de luchadores que llevábamos de pasaje, pero como estaba distraído al descubrir que yo podía ingresar en su mente, escuché mal. El trayecto al estacionamiento lo hicimos con lentitud.

-No hay periodistas-, le dije para entablar conversación.

-Al menos firmé un par de autógrafo- comentó consolado y añadió, -no estoy de acuerdo en eso de que se guarde el cartel para último minuto, al menos por nuestra parte. Nosotros representamos el bien, la luz, la claridad, no podemos salir del acecho; debemos esperar estoicos los embates malignos, somos las fuerzas del bien y por tanto somos invencibles-, su serena cantinela acompañada de un andar cansino le hacían parecer un anciano.

-¿Por qué está usted tan seguro de ganar Dragón?

-En preguntas como la tuya suelo acudir al Tao.

-¿Y qué dice el Tao?

-El Tao no dice nada.

-¿Se ha puesto a pensar que si se retira el bando de los rudos, la lucha libre terminaría?-. Dragón se paró en seco y me miró de forma confidencial.

-No necesariamente. Seguiremos luchando, las peleas no pararan. Depuraremos la técnica y la práctica de la lucha hasta alcanzar la perfección ética y estética. El bien reinará con justicia, se darán buenas peleas. Está escrito, son las letras del destino. Y sin embargo, tengo miedo. Sólo ellos pueden cambiar la historia.

-¿Quiénes?

-Escorpión y Monstruo- los señaló. Estábamos a unos metros del carro, ya bajaba el par a recibirle.

-¿Pero, de qué tiene miedo?

-De morir esta noche. 

Mientras los luchadores se saludaban le eché un ojo a Cannabis, seguía recostado en el asiento del copiloto indiferente a los acontecimientos.

-Sal para que veas tú mismo al Dragón de Komodo-. Bajó del taxi de mala gana y se fue a parar frente a Dragón.

-Este es Cannabis, mi compañero- le presenté. Dragón le miró con curiosidad y acentuó su sonrisa endulzada por sus almendrados ojos verdes.

-No te preocupes perrito, esta noche el bien triunfará una vez más sobre el mal.

Cannabis le miró de fijo un rato, después subió al carro. Dragón apenas entró en el asiento del copiloto. Cannabis se fue a sentar atrás, entre los luchadores, en posición de esfinge. A veces el gordo, en ocasiones el alto, pasaban su mano sobre el lomo del perro; que circunspecto y ausente rechazaba la oportunidad de volverse un amuleto.


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