La Vie en Rose (relato corto) Parte I
La vie en rose
I
Uno esperaría que las personas, al alcanzar la tercera edad, sean víctimas de un proceso de cambio que, al igual que un sube-baja, lleva abajo las capacidades físicas de las que disfruta un ser humano en la plena juventud y en mayor parte de la madurez, el sentirse lleno de vida al despertar y ser poseído por la lujuria en horas de la noche; poder proyectar metas a largo plazo teniendo como garantía todo el tiempo que una vida supone; ser la generación que está y que habita el hoy, ser la cara del mañana, poder representar las posibilidades que el mundo puede ofrecer a sus habitantes; por el otro lado, la senectud conlleva un estado mental del que solo se puede esperar el saber, un estado mental que extrayendo lo vivido en las experiencias del ayer pueden aportar las soluciones del mañana, este tipo de ideas impulsan la hipótesis de que la vida es cíclica y la profecía de que “todo vuelve” se acentúa en todos los males que el mundo sigue padeciendo, quizás y sea porque desde el comienzo de las grandes civilizaciones es el mismo hombre el que ha sido la raíz de los problemas para sí mismo y para todo su entorno, parece ser la explicación con más sentido a un constante espiral de problemas en el que la sabiduría de los viejos, de aquellos que han tenido la oportunidad de presenciar los aconteceres de la vida son la ayuda para todo problema, apegándose a esta hipótesis se establece al mismo hombre como el enemigo a vencer, probablemente y sea en ese espíritu el porqué a menudo la sociedad aparta a las personas de tercera edad tildándolas de “locas” o “enfermas”; el abandonar la fuente de sabiduría deja un espacio en blanco, una vacante en el puesto de aquel consejero fiel que se sabe la cura a todos los males que sufre el rey y que sabe que camino debe tomar en su porvenir, pensándolo detenidamente, no es coincidencia que en todo filme donde el héroe se aflige por la indecisión o por el sufrimiento la voz de la razón viene en forma de persona anciana o por lo menos una persona experimentada con canas que cada una de ellas representan una historia y que las arrugas representan los rastros de deterioro de aquel viejo barco que no puede navegar muy rápido pero que se sabe todos los trucos y mañas en el vasto y amplio mar; borrar esa figura de la vida es ingrediente en la receta del desastre mundial, como bien dijo el libertador de las Américas “Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción”. Es por todo esto que se puede tomar en cuenta que, de acuerdo con esta tesis, las generaciones que pasan conforman y confrontan a las propias nuevas generaciones, todo lo catastrófico que pueda suceder en el seno de una sociedad, tiene dos formas de sobrellevarse, por la “reflexión”, que no es más que consultar las mismas ocasiones en que una situación así se presentó y qué hizo la humanidad para ello, o dentro de toda sociedad siempre se destaca una tropa vanguardista que genera el nuevo modelo de la sociedad y que postra ante nosotros la nueva guía de la vida, de todo esto incluso, hasta las generaciones pasadas tienen conocimiento.
Este análisis fue extraído de un paciente que, al sol de hoy no está entre nosotros, pero me impuso la misión de pasar el mensaje, él mismo me encomendó semejante tarea dado que lastimosamente su legado nunca pudo llegar a generaciones futuras pues era de esas personas que el señor Dios creó en edición limitada, se le fue removido su derecho a establecer una familia, y quizás fue lo mejor para la sociedad, pero lo peor para él mismo:
“ Martes 10 de septiembre
Paciente: Renaldo Orweld
Edad: 74
Historia clínica: De haber sido yo un desconocido cualquiera, y de no haber estado en este sillón en este despacho, no hubiera sido capaz de haber reconocido los síntoma que aparecen en los informes médicos que contiene el archivo de el caballero que hoy comparece en mi oficina, en su mayoría, recibo personas que en lo que aparenta, su estado físico coincide con las condiciones y estados que los informes contenidos en los archivos de remisión reflejan muy a menudo tengo que lidiar con personas que ponen al propio Mario a mantenerse alerta, ¡oh, el buen Mario! Que siempre es víctima de tratos crueles por parte de los pacientes, que nunca ha perdido la cordura en un lugar donde caer en desequilibrio mental es tan sencillo; me resulta tan peculiar que con este sujeto, el propio Mario que miles de razones tiene para dudar del comportamiento de los internos y que la experiencia le dicta que tratándose de personas que han sido remitidas a este recinto y han sido forzadas a someterse a mis tratamientos hay que estar siempre al pendiente de cualquier intención oscura que la mente obstruida de los pacientes pueda apoderarse de sus capacidades físicas. El señor Renaldo Orweld pasa por un cardiólogo cualquiera, su cuerpo jorobado indica que o pasaba mucho tiempo sentado en la postura de cansancio de toda persona que tiene que trabajar de sol a sol en el mismo espacio de trabajo, o que por su gran estatura el tener que atender a personas más bajas que él lo haya obligado a adoptar esa postura encorvada, pareciera más razonable la segunda; sus ojos no representan la edad que su historia dice, pues noto en ellos vivaz atención a todo lo que en su entorno se desarrolla si en cualquier momento el bolígrafo que Mario trae en su mano para que firme las planillas llegara a caer, el estaría dispuesto a atajarlo si su cuerpo se lo permitiera, debo admitir que para ser una persona de tercera edad se ve muy bien cuidado, se me hizo saber que dentro de sus pertenencias se hallan prendas bastantes finas y que hoy día resultan costosas incluso para un cardiólogo, el aspecto físico del señor Orweld es similar al de un militar retirado que nunca tuvo la oportunidad de ir al frente a batallar, más bien de esos que se prepararon para ella pero resultaron más útiles en otras áreas de cuidado, lo vi caminar con cierta dificultad al momento de plantar su pié izquierdo puede que se deba a una caída, por encima de todo esto me causa una inmensa inquietud como una persona a la cual se le acusa de haber cometido tales actos tan perturbadores no hubiera sido ingresado en compañía de cuerpos de seguridad, tuve la oportunidad de notar que a Mario y a Louis, que hasta el momento no había siquiera tenido la amabilidad de ofrecerle asiento, los mantuvo muy alerta y con cierta actitud de cautos por la misma reacción que yo tuve; el caballero toma asiento por sí mismo, se nota que sabe a que ha venido y que debe comportarse con total normalidad esperando que Louis y yo emitamos un informe a la corte donde no se observe peligrosidad alguna en él, sin embargo eso pudiera ser peligroso en sí para nosotros, no se sabe que tanto pueda tardar en haberse dado cuenta que de las cuatro personas que están en la habitación, tres de ellas temen por su propia seguridad y que sea él la causa de ese temor, un festín para cualquier sociópata una situación como ella, lo único que tengo a favor es que considerar hacernos daños sería un desafío, gracias a Dios por la decisión de colocar la alfombra en toda la oficina y que las ventanas tengan directa vista desde y hacia el pabellón de seguridad. Luego que Louis firmó las planillas, me dio tiempo suficiente para poder vislumbrar la mirada nerviosa de Mario y en ese mismo instante poder devolverle una discreta seña indicándole que para esta ocasión necesitaríamos asistencia de más cuerpos de seguridad y con una sola seña no tuvo problemas en entender que la puerta, en esta ocasión debía permanecer cerrada sin seguro y con el total consentimiento que si algo pasaba debía hacerla trizas para evitar tragedia alguna y que en vez de ser castigado sería el héroe del día; al dejarnos solos a los tres, el propio señor Renaldo se presenta ,en señal de amabilidad, y con ansias de llevar a cabo su cometido a mi juicio; Louis toma control de la situación como precisamente debió hacerlo.
-— Un placer señor Orweld, ¿cómo gustaría que lo llamáramos? — dice Louis con total autoridad, siempre comienza así con cada paciente.
— Señor Orweld suena a mi padre-—contesta el señor, sin levantar su mirada de las uñas de su mano derecha — preferiría que me llamase Doctor Renaldo, simplemente “Doc” como lo hacían los jóvenes de la cuadra.
Justo cuando el Señor Renaldo dijo esas palabras, Louis me miró, contemplando la idea de pasar de inmediato al asunto en cuestión, sin embargo preferí hacerle un gesto con mi mano indicándole calma, y que por el momento se abstuviera de incomodar al paciente para poder llegar a conocerlo y colocarlo en el estado de ánimo necesario para poder interrogarlo de la forma adecuada.
¬— No acostumbro corregir a las personas cuando se equivocan al llamarme por mi nombre, olvidando mi status.— Agregó el señor con un tono pasivo, seguía sin dirigir mirada más que a sus uñas, al igual que una dama lo haría al salir del manicurista. — No me gustaría empezar nuestros encuentros con un tono frívolo ni mucho menos, no obstante, es imperativo que establezcamos desde el comienzo que no están tratando con una de esas personas a la que deben contener con calmantes ni camisas de fuerza para poder realizar su análisis, estoy esperando sus preguntas y creo que podemos hacer esto lo más fácil y rápido posible para que acabemos con estás sesiones más temprano que tarde —agregó hablando al vacío, sin desviar por un segundo la mirada de su mano derecha.
Exactamente al terminar su frase, tuve la necesidad de observar mi entorno buscando con la mirada a Mario, debía asegurarme que hubiese cumplido con la orden que le di, no creo que Louis estuviera al tanto que este sujeto era tan o más peligroso que los demás pacientes que habíamos tratado.
— ¿Podemos comenzar?— agregó el anciano, contemplando detalladamente la habitación, al parecer no tenía mucho interés en mirar a Louis a los ojos.
— Lastimosamente Doctor Orweld, tiene que esperar a que el doctor Túnez de la orden¬— replicó Louis con voz firme, comprendía que no debe dejar intimidar por ningún paciente.
En este punto, no habían transcurrido más de 10 minutos desde que Mario dejó la habitación, ya sentíamos la tensión en el despacho, esa que se siente cuando los pacientes no colaboran y se rehúsan a ser medicados, y se torna muy difícil trabajar con ellos, llevar a cabo una entrevista con semejante comportamiento es casi imposible.
El silencio se hizo protagonista por unos minutos mientras preparaba las formas con las preguntas que Louis le realizaría al señor Renaldo, Louis fijo su mirada a mi blog de notas con desespero, no se atrevía a emitir palabra para apurarme, nunca resultó para él, en ocasiones anteriores solo ocasionaba una mirada de reproche que le garantizaba un reclamo en momentos privados, el señor Renaldo no hacía más que ocasionalmente observar el despacho, justo acabábamos de acomodarlo para que no pareciera una recepción de personas con problemas de magnitudes estratosféricas, más bien como la oficina del gerente de un Banco; habían sillones de recepción forrados en cuero que ayudaban a que todo aquel que sintiera la necesidad de recostarse no se viera impedido, varias mesas de madera, roble, tuvimos que solicitar mesas hechas redondas para evitar cualquier tipo de esquina o forma punzante, por seguridad, las estanterías nuevas, fueron introducidas en las paredes, anteriormente habíamos tenido problemas con algunos internos que quisieron descargar su frustración con ellas y mis libros de primera edición terminaban en el suelo, incluso en una oportunidad uno de ellos aprovecho la urgencia del momento para mordisquear las páginas de una biblia que me había sido obsequiada por el cura de la parroquia.
El Dr Orweld particularmente contemplaba mi escritorio, parecía llamarle la atención mi colección de plumas, heredadas de mi padre, fue lo único que me fue entregado en la repartición de la herencia, quiso estirar su mano para contemplar alguna de las plumas, y Louis, haciendo gala de su carácter autoritario, a punto de perder la paciencia carraspea su garganta haciéndole entender que era mejor que permaneciera en la posición en la que estaba.
— Hasta ahora, luego de 16 años con el doctor Túnez, ni siquiera a mí se me ha permitido tomar una de sus plumas. — Acota Louis irónicamente. — Son mayores los chances de tocarlo a él mismo que alguna de sus plumas.
Antes de que pudiera contestar el paciente, levanto mi rostro en señal que estábamos listos y Louis a toda velocidad se levanta a recibir mi blog, para ojear las preguntas y así yo poder aprovechar de conversar con el señor Renaldo. En el blog, Louis se encontraría con una completa descripción del paciente y todo lo que se podía saber de él, era su parte favorita, siempre le encantó la forma en cómo yo describía mi primera impresión de los internos que nos tocaba tratar, junto con ello un resumen del paciente, siempre es necesario conocer el pasado de cada uno de ellos para poder desarrollar la sesión y que no se sienta que se hace con un completo extraño; eso y el hecho de saber los acontecimientos más resaltantes de su vida para poder extraer de ese trayecto las respuestas al estado mental de la persona.
El Doctor Renaldo Orweld, cardiólogo retirado del centro de cardiología de la ciudad de Greentown, un hombre de principios y valores perfectamente establecidos al venir de una familia pudiente del norte de la ciudad, su madre fue profesora universitaria de filosofía política y su padre era un gerente Regional de una entidad bancaria que tenía conexiones con la creciente industria del Hierro, lo que lo llevaba a visitar numerosas Fundidoras en el exterior, lo que ocasionaría su muerte a los 13 años del doctor Renaldo, acentuando su deseo de convertirse en cardiólogo, la cuantiosa herencia que su padre le dejó fue suficiente para que durante su adolescencia, él y su madre se mudaran al este de la ciudad, para el luego partir a la facultad de medicina, donde recibiría en su último año, la noticia de que su madre había se había fugado de la universidad donde trabajaba para ocultar un escándalo que la involucraba a ella y a un estudiante recién llegado, el cual, según los reportes locales ella incito a sostener una relación amorosa, aberrante falta para tanto estudiantes como docentes en la universidad de ciencias políticas de Greentown, nunca supo del paradero de su madre, para ese momento gozaba de su mayoría de edad, no necesitó de las riquezas de su familia para sostenerse, vivía cómodamente en un apartamento con un grupo de compañeros que estudiaban en la misma universidad, solo que otras carreras, uno de ellos estudiaba Derecho, carrera en la cual se veía el curso de filosofía política, lo cual fue lo que lo ayudó a convertirse en su amigo más cercano, y en este caso uno de los denunciantes e impulsores de la “estadía” del doctor Orweld en el recinto; Al graduarse volvió al este de la ciudad con su compañero, compartían apartamento donde, en ocasiones Renaldo solía llegar muy de noche, luego de sus turnos en el hospital de médico de turno; y era sorprendido por su amigo con dos solteronas de 40 o 50 años esposas, en vías de ser ex esposas de algún adinerado; cuando realizó su especialización viajo al exterior, allí conoció a la que sería su esposa, una artista que se dedicaría a ser educadora en Greentown, en la escuela secundaria, ella fallece poco tiempo luego de que el doctor ingresara como especialista cardiólogo en el centro médico de Greentown, del trágico episodio solo se pudo extraer que se resigno a estar solo por el resto de su vida, sorprendentemente no de la manera en como la mayoría de las personas contempla la soledad, durante ese lapso de tiempo en que el doctor luchaba con el luto de su difunta esposa, tuvo la oportunidad de en sus propias palabras “reencontrarse con la vie en rose”, en una de sus cartas dirigidas a su viejo amigo de la universidad reiteradamente le recordaba que no deseaba otra cosa más que volver al estado de ánimo que deseaba y que esa “pequeña molestia” le estaba impidiendo disfrutar de “la vie en rose”. Trataremos de averiguar qué quiso decir con ello y que significa para él “La Vie en Rose”, esperemos que colabore.”
II
Louis hará las preguntas en esta entrevista, solo debería intervenir cuando sea necesario, mi diagnóstico será revelado luego de discutirlo con mi asistente y compañero, para esto, como siempre, considero necesario tener una copia de las preguntas a la mano e ir escribiendo lo que contesta el paciente, ya Louis sentado en su silla, el doctor Orweld está al tanto que va a ser interrogado y de aquí depende el diagnóstico que nosotros brindaremos a la corte para definir si el debe permanecer aquí o debe ser ingresado en una distinta institución.
Comienza Louis diciendo:
— Ahora, Doctor Renaldo, es momento, para comenzar me gustaría recordarle que en esta entrevista todo lo que se diga o se haga está sujeto a un estudio para así obtener un diagnóstico, así que, incluso si no es completamente honesto conmigo o prefiere no hablar en absoluto, como algunos pacientes hacen en ocasiones, no tendrá el efecto que espera, pues todo lo contrario, las políticas internas de esta institución establecen que mientras no se tengan resultados claros ni se establezca un diagnóstico la persona en cuestión debe permanecer en las instalaciones, por lo que no creo que deba aclarar que necesitamos de su mayor colaboración en esta entrevista.
— Lo siento —replicó el doctor Orweld — ¿es esto una amenaza?, debo ser franco nunca tuve la habilidad de detectar cuando las personas estaban tratando de infligir alguna clase de miedo en mí, en muchos años de carrera numerosas personas de gran poder e influencia insistían en querer amenazarme para obtener de mí un tratamiento o el mejor de los esmeros en la operación de un familiar o incluso de ellos mismos, y nunca lograron una respuesta a esos tonos violentos, solo asumían de mi trabajo bien hecho que el mensaje había sido captado fuerte y claro.
En una conversación normal, en cualquier calle de la ciudad, pudieran haber notado la tensión entre Louis y el Doctor Orweld, como si se trata de dos transeúntes que se hallaran en medio de un altercado o estuviesen en vísperas de uno; el anciano estaba siendo Sarcástico y notablemente altanero con su entrevistador, no supe hasta que punto estaba dudando de su autoridad al tenerme en la habitación o, si por esa misma declaración rechazaba que Louis le demandara con carácter cuanta cosa se le ocurriera.
— Detengámonos un momento ahí — dijo Louis, manteniendo el control, ya hace rato que notaba la hostilidad del doctor — todas esas veces que usted dice haber sido amenazado o que pretendían ordenarle el mejor de los tratamientos usted pudo haber reafirmado su posición de servidor ante un servido y exigir respeto, ¿por qué no hacerlo?, entiendo que acaba de decir que no logra notar cuando una persona está siendo hostil con usted y las otras cosas que dijo pero; al contarme estas anécdotas, usted a relacionado esos episodios con lo que es una actitud de mi parte similar a la de esos pacientes suyos, está usted aclarándome que tiene la dificultad, pero no le es imposible detectarlo, por eso reafirmo mi pregunta, ¿por qué no exigir respeto?.
— Excelente análisis Doctor Louis —responde el doctor, en un tono que quiso hacer pasar por complaciente y queriendo afirmar su superioridad, como si un niño quisiera enseñar a un padre a llevar un hogar — debo admitir que me pone en la silla caliente con esa pregunta, no lo sé honestamente, quizás es porque puedo pasar a veces por pusilánime.
— No es de lo que se le acusa Doctor Orweld. — Replicó Louis — un pusilánime no sería capaz de hacer las cosas por las que usted fue traído acá.
— También es cierto, entonces eso me hace dudar de mi mismo, probablemente ya usted tenga la respuesta a su misma pregunta, pero no es usted el que está sujeto a análisis, soy yo…
— Le aconsejaré de aquí en adelante que no quiera engañarnos ni a mí ni al doctor Túnez — afirmó Louis, esta vez de hecho si quiso aconsejarlo, asumo que quiso investigar qué efecto tendría en el doctor una forma más tranquila de poder seguir con la entrevista. — Su perfil revela que clase de persona es usted, y en ningún análisis previo es usted un sujeto que no se defienda y que pase por “pusilánime”, sabemos además de su gran amigo de la fraternidad, su cercano abogado, quien de hecho le recomendó tener distintas sesiones como estás con diferentes especialistas, aconsejó también que diera distintas respuesta y que abordara cada sesión con una actitud distinta, para así atrasar veredicto en la corte.
En cuanto Louis dijo esto, el doctor Orweld inyectó su mirada en los sus ojos, una mirada que le daría a Louis la mitad de las respuestas sobre este sujeto, la violencia no estaba en su aspecto físico, pero si en sus ojos. Louis por un instante quiso desafiarlo mirándolo fijamente también, pero la vista de ese anciano, esos ojos azules intensos, salidos de un rostro tan anciano y acabado, parecían robados de un vigoroso joven en la plena juventud, de haber sido identificada la mirada de ese señor en ese momento, tendría que haber sido acuñada a un asaltante violento, de aquellos que gusta golpear primero y robar después, compararíamos esa mirada con la de los Soldados que vuelven de la guerra y padecen de trastornos post-traumáticos por la guerra y su mirada perpleja es la más viva imagen de lo que la guerra le hace a aquellos que participan en ella, platón en efecto dijo “solo los muertos ven el final de la guerra”. Perdió por completo el interés en sus manos y con un trago grueso y un resoplo de nervio nos confirma a mí y a Louis que de todos los especialistas que lo habían tratado, solo nosotros dos habíamos logrado destapar su estrategia, la perplejidad no era más que el choque de las ideas que por su mente pasaban en ese momento, de seguro y hasta se pudo haber imaginado que su compañero y amigo de muchos años estaba detrás de todo esto; en ese episodio de nerviosismo y asombro mal disimulado, el pesado silencio se hizo dueño de nuevo del salón, Louis sabía que debíamos esperar cual sería la reacción de este señor, quién, por primera vez, estaba a punto de ser interrogado, y que, al igual que los genitales de un animal, estaba expuesto y vulnerable.
— Entonces, si pudiéramos volver a la primera pregunta que le hice doctor, sería mucho más útil que esta vez quiera ayudarse y se olvide de toda idea de eludir el tratamiento que necesita.
El doctor Orweld de aquí en adelante no despegaría la mirada fijamente en los ojos de Louis, la tensión se multiplico por diez y juraría que la voz del anciano cambió repentinamente, le dijimos adiós al tono condescendiente y a los comentarios sarcásticos, ahora estábamos lidiando con el verdadero doctor Orweld.
— Bien, señor Louis, podemos comenzar de nuevo si usted quiere — replicó el doctor tratando se zafarse del sitio incomodo en el que lo había colocado Louis.
— No es necesario, solo quiero que responda mi pregunta, no hay motivo alguno por el cual empezar de nuevo.
— No quiero contestar su pregunta hágame otra. Esa pregunta no está en sus notas, fue una simple improvisación.
— Las preguntas no tienen que estar escritas, el análisis lo hacemos ambos especialistas, el doctor Túnez y yo, conteste la pregunta si desea avanzar.
— De acuerdo — tomo una bocanada de aire — No puedo confrontar, no me gusta la confrontación, detesto tener que hacer cosas que no quiero hacer, pero es que ellos insisten en tener que hacerme molestar, no quise nunca tener que hacer lo que hice pero el balance lo estaban dañando ¿entiende?, estaban resquebrajando mi mundo. — Comenzó a enrojecer y hablaba sin pausas, sin detenerse a respirar — las personas que insisten en romper el balance siempre tienen que ser castigadas, para eso están las enfermedades, para poder hacer cumplir la justicia divina.
Louis calla y agrega unas notas en el blog, me mira y le doy la señal para que comience con las preguntas del cuestionario, entendíamos que de aquí en adelante teníamos al doctor Orweld en el estado que queríamos.
— Primera pregunta — dijo Louis — ¿Cuánto tiempo estuvo solo?
— Estuve solo todo el tiempo. — Dijo — los jóvenes de la cuadra estaban de a tres o cuatro casas de la mía y no frecuentábamos mucho. Ellos llegaron y no tenían idea alguna que yo vivía con ellos.
— ¿Cómo es la relación con sus vecinos?
— ¡Estupenda!, soy como el padre de todos los jóvenes que viven en esa zona residencial, los ayudo y los aconsejo en todo lo que necesitan, debo agregar que no es mi especialidad, pero tiendo a ayudar a sus hijos cuando tienen algún problema de salud.
No habían transcurrido dos minutos y el Doctor Orweld comenzaba a dar señales de colaboración, esas eran preguntas que él podía tolerar, necesitábamos algo ligero para crearle un ambiente seguro y luego poder sacar las preguntas pesadas.
Pasaron los minutos de la primera parte de la entrevista, buscábamos que él mismo nos explicara como era su ambiente, que expresara que tanto podía relacionarse con su zona de confort, de esto se puede extraer que el Señor Renaldo se sentía muy a gusto con el espacio donde habitaba, durante ese período de tiempo, el Doctor Orweld había adoptado una actitud pasiva y colaboradora, al igual que un cura oficiante su pasividad invitaba a trabajar con él, comenzamos a entender porque se llevaba bien con sus vecinos, sin embargo en su tono se vislumbraba un sentimiento de pertenencia, como si no quisiera que nada lo incomodara, trata de un Médico además; yo solía tener un profesor que afirmaba que los médicos son los más propensos a padecer de trastornos obsesivos compulsivos, originados desde el estudio en la facultad hasta el ejercicio mismo de la carrera. Louis prosiguió:
— Realicemos un ejercicio corto Doctor, necesito que se imagine que conversa consigo mismo, en una cita, voy a pedirle que se presente a sí mismo, ofrezca su nombre, su profesión, su edad y, en lugar de pedir el nombre de la persona que se encuentra frente a usted va a ofrecerle una frase cualquiera, como si quisiera vender un producto y debe asignarle un “Slogan”, trate de que le quede en la mente al comprador.
El Doctor permaneció pensativo por unos segundos, por ese instante desvió la intensa mirada con la que pretendía intimidar a Louis, bajo su cabeza para poder pensar mejor, su mano en la barbilla y con una voz tan profesional como la de un juez exclamó:
— Buen día, yo soy el Dr. Renaldo Orweld, soy médico Cardiólogo retirado de mi profesión, tengo 74 años. — Hasta ese momento todo iba con total normalidad, estábamos a unos simples instantes de lograr determinar que el doctor no padecía más que un desorden de bipolaridad que lo llevo a cometer los actos que lo trajeron a este recinto y muchos otros, de no haber sido por las palabras que salieron de su boca en ese instante acompañado a la mirada absorta en el suelo como si sus ojos estuvieran viendo otra realidad, mirar con odio a la persona que asesino a tu pareja no es suficiente para describir como este señor fijaba sus ojos llenos de furia mientras decía: — ¡Que mueran las Bestias!.
Alarmante, solo así pudiera describir la situación, Louis perdió la compostura por un momento, retiro su silla y se echó hacia atrás, claramente el doctor, que hasta el momento nos había ofrecido tres versiones de él mismo, esta sin lugar a dudas es a la que quería llegar.
El propio Louis, a través de la panorámica le hizo señas a Mario para que entrara en la habitación con los calmantes y la camisa, no quise impedirlo, estábamos en una situación difícil, claramente esta persona, que fue traída al recinto por una conducta inadecuadamente violenta, podía considerar atacar a Louis si por un segundo lo hacía dudar de su autoridad. Mario entró y su cara de confusión al ver que en la sala estábamos tres personas sentadas a distancia entre cada una de ellas, se imaginaba otra cosa, pero bastaba la cara de terror de Louis como motivo para que el comprendiera que debía quedarse en la habitación.
La presencia de Mario logro calmar la inquietud de Louis, que retomara la compostura y que se dispusiera a terminar la entrevista lo más rápido posible para poder determinar de una vez por todas si este ser que por una fracción de minuto logro asustarnos con solo una frase debía permanecer en el instituto. En cuanto al Dr. Orweld, todavía absorto mirando al vacío, se notaba que estaba pensando en lo que acababa de decir, si me preguntan pienso que estaba recordando, si le preguntaran a Louis, diría que pensaba en hacerle daño a alguien.
— Ahora bien. — dijo Louis, con cierto temblor en la voz. — Prosigamos Doctor Orweld, requeriré de usted que me comente sobre los acontecimientos del mes de julio.
El Doctor abandonó su trance solo para defenderse como si estuviese en el estrado. — Todo esto es solo un malentendido, no entiendo ni entenderé porque en las injustas leyes anteponen el bienestar de las bestias sobre el buen vivir de la raza predominante.
— ¿Siendo precisos, se refiere usted a Duly?
— Ahí radica el problema — replico el doctor, le irritaba esta conversación, pero insistía en defenderse. — Cuando nombra una bestia, la humaniza, el problema está en que pretenden que porque su aspecto no llaman al peligro adoptarlos como si fueran uno de nosotros, pero no lo son, la raza predominante siempre mantuvo a raya a las bestias, nombrarlas no ayuda.
— Y sin embargo, la mantuvo cautiva Doctor; quizás y usted no la quiso ver como una bestia.
— Soy un médico hijo, yo protejo la vida no está en mis planes acabar con vida alguna, ni siquiera de las bestias.
— A ver si entiendo, usted en el ejercicio que practicábamos hace unos minutos, exclamó muerte a las bestias, sin embargo no se atreve a matar bestia alguna.
— Cuando el hombre piso la tierra caminaban bestias que fueron eliminadas, no por el hombre en sí, pero si en beneficio del mismo. — en este punto, el doctor buscaba convencernos de que su argumento era válido.
— Seamos honestos, mantuvo cautiva a la bestia porque incluso usted mismo teme de ellas, la mayoría de las veces que odiamos algo es por el miedo a lo desconocido, ahora, mientras la mantuvo cautiva ¿por qué no soltarla en otro lado o sencillamente liberarla donde pertenecía?, usted sabía que esta bestia tenía sus dueños.
— Ellos solo la volverían a soltar, por eso el amor y el odio se parecen doctor Louis, tomando su palabra, ellos probablemente complacían a la bestia por miedo a lo desconocido.
— Bien, contésteme ahora, ¿por qué esta bestia en específico, que tenía ya varios años en su vecindario, fue en ese tiempo en que usted decidió hacer algo?
— Como dije antes, me llevo bien con los jóvenes de la cuadra, no tengo intención de hacerle daño a nadie ni de llevarme en malos términos con nadie, solo que en las últimas semanas esa bestia crecida se estaba metiendo con mi equilibrio. Estaba arruinando “La Vie en Rose”.
— Esto es progreso Doctor, explícame Renaldo, yo se que para ti “La Vie en Rose” es importante, no debe ser alterada, pero exactamente, ¿qué es la Vie en Rose?
— Doctor Louis, cuando una persona llega al punto de la vida en que ha hecho de todo, las grandes cosas de la vida se vuelven insignificantes y las pequeñas cosas se vuelven todo lo importante, a mi avanzada edad como médico retirado, ya he viajado, tengo dinero y he probado los grandes placeres de la vida.
— Ya lo que muchos anhelan usted le dio uso y abuso, entiendo. — Louis empezaba a familiarizarse con el concepto.
— Exacto, en mis años de vuelta en el vecindario donde crecí, disfrutaba de la soledad, habían casas abandonadas por muertes o congeladas por litigios hereditarios, y esa hermosa cuadra con esos bellos paisajes de la ciudad era mi todo; una vez comenzaron los proyectos urbanísticos en el norte de la ciudad comenzaron a habitar mi espacio. Sin embargo no me molestaba, no desequilibraban los paraísos rosados de los atardeceres hermosos, el color del sol naciente cada mañana, el aroma de las tardes, y la tranquilidad de la noche, era hermoso, podía olvidarme todo el día del interior de la casa y sentarme en el pórtico a contemplar dicha hermosura era “La Vie en Rose”.
— Y la bestia la arruino. — agregó Louis.
— Obviamente, en su llegada, supe que sería un problema, me preocupé solo de seguir disfrutando de la paz, y no dejar que me molestara, pero ese momento llegó. Verla todas las tardes merodear por los alrededores, acostándose en los arboles desordenando los jardines, haciendo ruido en las noches, causando problemas en las mañanas, era detestable.
— Pero era solo un cachorro Doctor Orweld, creció notablemente pero aún así era una criatura indefensa.
— Una criatura Señor Louis que ya había sido descuidada por sus amos, ellos solo la dejaban salir a que hiciera sus cosas en mi sagrado paraíso, me perturbaba incluso más el hecho de la tranquilidad de ellos, durante los meses del comienzo del último año lo hacían únicamente en la tarde y al final de ella al llamado de un grito la hacían volver. Fue al comienzo del verano que decidieron darle paso libre desde la mañana hasta que se pusiera el Sol. Fue cuando colmo mi paciencia.
— Decidió Tomar Cartas en el asunto. — Dijo Louis con mucha seriedad.
— Precisamente. — volvió la mirada inyectada en Louis, la bestia estaba en el cuarto.
— Pero usted sabía que lo que hizo no debió, sino no la hubiera silenciado.
— no paraba de llamarlos, sus ruidos los detestaba, tuve que dormirla un día entero y luego taparle el hocico. La amarré porque no quería que entrara en la casa o que corriera por mi jardín trasero.
— ¿La alimentaba, no?
— No tenía con que, de todas formas era una bestia, en uno de los peores días, poco antes de que se arruinara todo, la descubrí intentando alimentarse con el césped de mi propio jardín trasero, tuve que ponerle un collarín para que no pudiera doblar más hacia abajo.
— No disfruto hacerlo, era el cachorro de sus vecinos, no era su decisión hacer o no hacer.
— La ancianidad te da el deber de enseñar a las futuras generaciones, una lección debía ser dada, ellos aprendieron, ¡las cosas que me pasan por querer ayudar!
Antes de terminar la entrevista se le ofreció al Doctor Orweld un vaso de Agua, se invito a Mario a ponerle la camisa, no fue necesario sedarlo y Louis muy cordialmente, a manera de despido le compartió lo siguiente:
— Doctor Orweld, Recomiendo que hable con su abogado, de parte nuestra, que necesitamos reunirnos con él, intentamos hablar con él pero el numero que suministró está desconectado.
— No creo que me convenga — dijo el Anciano con un tono desconfiado — que ustedes quieran conversar con él solo quiere decir que hay cosas que deben hablar sobre mí, y para eso prefiero estar presente.
— Perfecto, entonces programe la visita. Buen día Doctor Orweld.
— Buen Día Doctor Louis, Buen día Doctor…
— Túnez ¬— Aclaré.
Luego de ello Louis me indicó que en la siguiente entrevista el Doctor estaría junto a su abogado y que antes de que se juntaran yo podría conversar con el abogado del doctor sobre lo que habíamos descubierto. Nos asombraba La astucia con la que este anciano había burlado a las personas anteriormente. Dentro del Expediente del Doctor yace un informe policiaco el cual anexo en este Diario.
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