Amor canino....

in #cervantes6 years ago (edited)

  ¿Alguna vez han sentido que conocen al amor de sus vidas y que no necesariamente se trata de una relación sentimental?

Si, entiendo también, que el amor se presenta de muchas maneras, el nacimiento de un bebé, una comida, una canción, un lugar, un perfume, una playa, una montaña, el olor a café recién colado, el olor a libro nuevo, entre otras.

Pero, ese no es el caso, esta vez; les hablaré sobre el amor a una mascota.

Un perro específicamente.

  Mi mascota, mi historia...

  Les presento a MIA (así en mayúscula, porque merece que su nombre esté en lo más alto y más grande)

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Llegó a mi vida una tarde, una vecina me invita a su casa a jugar con su hijo y emocionada me presenta a su nueva mascota, llamada mía. A penas la vi, me enamoré, sacó ese lado tierno de mi, quería verla y jugar siempre con ella.

Al pasar los días, siempre la veía y antes de llegar del colegio, la saludaba y tocaba su carita, así transcurrían los días, entre ir al colegio, hacer mis tareas e irme a jugar con el hijo de mi vecina y Mía.

Transcurrieron los meses, días, hasta que una tarde, mi vecina habla conmigo y mi mamá; que ya no podía tener a la mascota en su casa, por cuestiones de espacios ya que vendría un bebé en camino y que no le convenía tener una mascota . Buscaría la manera de regalarla o darla en adopción. En eso, yo le insisto a mi mamá que por qué no nos quedábamos con ella, así vería a mi vecina y todo seguiría como si nada; a lo que mi mamá accedió ya que no le gustaban las mascotas y mucho menos quería una en su casa y si accedía era bajo mi responsabilidad (Cosa que al pasar el tiempo, no fue así)

Pasaron días, meses, años y Mía, ya era parte de la familia, viajaba con nosotros como una integrante más, y mis padres le agarraron tanto cariño que llevaban a Mía a la peluquería, empezaron a comprar zapatos, lazos, y alguna que otra ropa para que se viera más coqueta. A fin de cuentas, ya era la consentida y la niña de la casa.

Era una perrita muy juguetona y traviesa, nada fotogenica y ladraba tan alto que todos los vecinos podían enterarse de cuando llegábamos a casa.Intenté enseñarle cosas básicas, cómo dar la patita, acostarse cuando yo le dijera y buscar algún objeto. Vale destacar, que fracasé en el intento porque era un poco rebelde y distraída que hacía otra cosa y yo me derretía de amor y ternura.

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Al pasar el tiempo, su hiperactividad disminuía,pero siempre me recibía enérgica y con ganas de acostarnos en cama y jugar a que yo le hacia cariño y luego, tocaba su turno.

Estuvo presente en todas mis etapas, de colegio, bachillerato y luego la universidad; Me vio crecer y caminar conmigo durante cada paso que daba.

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Por los años que pasaban, Mía iba envejeciendo y ya no era la misma cachorra alegre e hiperactiva , comenzó a enfermarse, comer menos, ya no corría tanto y mucho menos jugar. En mi caso, yo tampoco era la misma niña que llegaba a casa solo a jugar con ella; ya mis responsabilidades eran otras y mi tiempo era más limitado. Ya no la veía tanto como antes, ni compartía tanto con Mía; pero ella, a pesar de su vejez, seguía esperándome en la entrada de mi casa, sacando fuerzas para saltar y saludarme como siempre lo hacía.

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Hasta los últimos días estuve con Mía, comenzó a padecer de incontinencia, quien no esté al tanto de esta enfermedad, se trata básicamente, de una alteración del organismo que consiste, en la emisión de orina u excremento sin su voluntad.

Esta enfermedad iba demasiado rápido, llegó un punto en que su orina me daba alergia y mi cuerpo estaba lleno de brotes. El veterinario nos aconsejaba que tuviéramos mucha paciencia, que no se curaría pero que pronto llegaría su partida, natural o por eutanasia pero que mientras eso pasara, le diéramos el mismo afecto que al principio se le dio.

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Finalmente, llegó el día de practicar la famosa, Eutanasia, caracterizada por ser una de las decisiones más difíciles ; pero necesarias si ves a un ser tan querido sufriendo y perdiendo capacidades. Era hora de la gran despedida, de la despedida final.

Juro que luego de esa enfermedad, vi a Mía, tan contenta y enérgica porque iba a salir. Lo que ella no sabía es que era nuestra despedida, más nunca nos veríamos o por lo menos no en este plano terrenal...
A veces es difícil tomar esta decisión, cuando te das cuenta que de un momento a otro logró sacar energía y entusiasmo, pero consciente de que no sería por mucho tiempo; que habría momentos que no iba a poder caminar ni mucho menos algo tan simple como levantarse a comer.

Y así fue... Mia se despidió tan alegre como cuando llegó, moviendo su cola y sacando su lengua de alegría, confieso que no pude despedirme de ella con un beso o un abrazo. No podía aceptar que no la vería más, que al llegar a casa no estaría ahí para recibirme o ser mi apoyo en mis días no tan buenos. Estuvo presente en mis navidades, cumpleaños, fiestas, reuniones, alegrías, tristezas, fracasos y triunfos.

Siempre conmigo hasta el final de sus días. .. La vi, desde lejos y con un nudo en la garganta, susurré:    "Chao Mía, nos volveremos a ver, fue un placer coincidir en esta vida. TE AMO"

y en eso, el ascensor cerró sus puertas...

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Que triste historia, los perritos te roban en corazón. sin tu darte cuenta.

Totalmente, pero es un amor muy bonito que vale la pena vivir!!