La felicità assente - Relato
¿Alguna vez has sentido que tocaste fondo? Y no me refiero a simplemente sentirte mal o estar por el piso como alguna forma de decirlo. Esto va mucho más allá, es un nivel más bajo que el anteriormente descrito porque simplemente ya no hay nada dentro de ti, nada te duele, nada te afecta, nada te alegra, nada te mueve los sentimientos. No eres más que un recipiente vacío con el alma guindada en el perchero, el corazón deshilachado en una esquina de la habitación y los ideales dispersos vagando por tu rededor como pensamientos sin un fin, sin un objetivo. Entonces te das cuenta que tu cuerpo se comporta como una máquina, que cumple una función netamente mecánica en conjunto con tu mente; un soldado más de la rutina.
Suena la alarma a la misma hora de siempre, te despiertas y presionas el botón de "Posponer alarma" tan solo para quedarte allí diez minutos más mirando al techo, te estiras provocando un leve sonido en tus huesos al tronarse, retiras las sabanas de encima de ti, vas directo al baño con aspecto de no haber cerrado un ojo en toda la noche, te duchas, te cepillas y al mirarte al espejo tu cara refleja esa misma tristeza que te hace preguntarte de nuevo cuando fue la última vez que fuiste feliz, que sonreíste de verdad y no por ser amable; comienzas a vestirte luego de planchar una de tus mismas cinco camisas de siempre, vas a la cocina, abres la nevera y sacas el almuerzo para colocarlo en el bolso, tomas tu teléfono, tus audífonos y comienzan a sonar las mismas canciones de hace años y una que otra de hace unos meses, la misma lista de reproducción, los mismos artistas, el mismo ritmo, nada fuera de lo habitual. Tomar las llaves, abrir la puerta, cerrar la puerta con seguro, bajar en el ascensor, cruzar la calle, esperar el bus de siempre, tomar otro para poder completar la ruta, comprar desayuno en el mismo lugar, siempre el mismo sabor; tomas el mismo camino para al fin llegar a tu sitio de trabajo. Una vez allí, colocas tus cosas en el escritorio, abres el locker y tomas tu taza de café que no es más que un termo plástico sin tapa, vuelves al escritorio, tomas el café con o sin azúcar, desayunas y comienzan las largas horas en las que existen encuentros esporádicos con personas que de repente ordenan por minutos todo dentro de ti, sonríes y te sientes tan bien que algo en tu ser lo rechaza y no sabes si en realidad sientes o si acaso recuerdas cómo se siente respirar felicidad por un momento. Entonces evades todo tipo de afecto o cercanía y lo reflejas en alejarte de ello cada ciertos días, en cambiar tu actitud con quien bien te sientes por temor a no ser aceptado. A pesar de tantas veces que te reprochas el ser así y el gran matiz de diferencia que existe entre lo que hay dentro de ti y lo que el resto ve por fuera, apuesto a que nadie se imagina ni un poco la oscuridad que abunda en ti, eres un actor de primera, eres talentoso para ello, para ocultar las infinidades de cosas que te agobian.
Pero no siempre fuiste así, alguna vez fuiste feliz, alguna vez te sentiste pleno y aunque no se lo digas a nadie, tu mayor deseo no es tener muchos ceros en tu cuenta, ni estar lleno de lujos, ni la vida perfecta. Tan solo quieres sentirte que perteneces a este mundo, que alguien te nota, ya aprendiste a amarte a ti mismo, conoces tu valor y esperas que algún día alguien pueda notarlo, algún día…
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"Y una vez disipados los malos olores del pasado, quería ahora inundarlo de fragancias..." (El Perfume, Patrick Süskind)
Me alegra estar aquí de nuevo, saludos steemit.