Sorpresas de la noche

Dana era una joven de 20 años, peliroja, ojos claros como el sol y unas hermosas pecas que decoraban sutilmente toda su cara. Sus lindos labios carnosos se robaban todas las miradas e incitaban a deseos pecaminosos para todos los que los admiraban.

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Trabajaba de bartender y estaba acostumbrada y cansada de escuchar siempre los mismos piropos e insinuaciones que ya rayaban en lo monótono. Dana ya veía el sexo como algo casual y sin sentido y estaba dispuesta a experimentar algo nuevo.
Una noche común y corriente de trabajo se acercaron a la barra dos chicas, eran unas hermosas gemelas que comienzan a platicar con ella rápidamente. Esa noche en especial no había mucho movimiento en el bar por lo que cómodamente podía Dana charlar mientras atendía a otros clientes.

Las tres sin darse cuenta que el tiempo pasa volando mientras charlaban ya comienzan a cerrar el bar y están tristes porque culminaría su excelente plática.
Dana nota algo diferente en el ambiente por lo que decide invitarlas a su departamento mientras se lleva dos botellas de vino. Llegaron a su morada, descorcharon las botellas, colocaron una buena selección de música y el tema de conversación eran los hombres y sus patéticas formas de conquistar a una mujer.
Una de las hermanas- de nombre Maya- se dirige a la cocina a buscar más bocadillos y salsas para untar por lo que en voz alta pregunta:

-Oye Dana, ¿Dónde guardas las servilletas? Es que me he llenado de salsa.

Dana decide que es mejor ir ella a buscarlas.
Cuando llega a la cocina observa el desastre que tiene Maya en su blusa por haberse tirado encima una de las salsas.

-He sido una tonta, me he derramado de salsa sobre mi blusa favorita.

-Pierde cuidado, si no sale secándolo con servilletas podemos ponerla a lavar y secar.

Es así como Dana comienza a frotar la servilleta sobre el pecho de Maya, donde se da cuenta de que tenía unos majestuosos pechos redondos y grandes. Mientras continua limpiando traga fuerte como si estuviera nerviosa, y es allí cuando observa como los pezones de Maya se ponen en punta y de forma curiosa decide pasar la servilleta suavemente por ellos mientras les respiraba muy de cerca.
En ese punto Maya comienza a acelerarse y su respiración la deja en evidencia.
Justo cuando ambas miradas femeninas coinciden como hablándose en silencio, entra a la cocina Paula (la otra hermana). Al ver tal escena, un tanto extraña decide interrumpir con una risa burlona diciendo:

-¿Acaso fueron a buscar las servilletas a la fábrica?

Dana y Maya volvieron en sí y con vergüenza intentaban justificarse, pero Maya repentinamente dice:

-Creo que la blusa está a punto de estropearse, ¿la podemos lavar rápidamente como me has ofrecido?

Dana titubeando intenta asimilar el mensaje subliminal de aquella pregunta y responde:

-Claro vamos al cuarto de lavado. Paula nos puede esperar mientras terminamos de solucionar este incidente.

Dana estaba algo nerviosa pero excitada a la vez y le pide a Maya que se quite la blusa por lo que lo hace de lo más sensual y se la entrega para que encienda la lavadora.
Ambas chicas se miran y Maya mientras muerde sus labios se quita el sujetador y toma las manos de Dana y la posa sobre sus dos montañas que querían pasión esa noche. Dana solo se deja llevar y comienza a lamer los rosados pezones de Maya, mientras ella suspira de placer al sentir esa lengua que se desliza por sus pechos y succiona a la vez.
Maya toma la cara de Dana y comienzan a besarse apasionadamente mientras sus manos juguetean pos sus cuerpos.

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La excitación se apodera de esa habitación y las dos chicas terminan desnudas mientras cada una explora los secretos del cuerpo de la otra. Dana se recuerta en el piso mientras abre sus muslos blancos como leche ante maya que muerde sus labios al ver tan fantástico espectáculo frente a ella y comienza a lamer aquella flor chorreante de deseo.
Sus movimientos con la lengua eran sutiles y perfectos y los gemidos de Dana eran la prueba de ello. Eso motiva a Maya a no cesar, y cada vez es más intenso el ritmo del movimiento de su lengua. Dana sucumbida ante el placer que se le está brindando sujeta la cabeza de Maya y le dice en voz baja:

-No pares por favor.

Maya como era una experta esperó hasta llegar al punto donde estuviera más excitada y de esa forma retiró su cabeza diciendo:

-Si eso te gustó ahora esto te va a encantar.

Toma a Dana por los muslos y la hala contra su cuerpo, abriendo sus piernas y calzándose perfectamente entre ellas de un modo en que ambas feminidades quedan frente a frente abiertas al roce del placer de sus cuerpos lujuriosos.

Maya comienza a moverse de forma tal que sus fluidos se paseaban por ambos regazos. Era un vaivén de gemidos y sudor que ambas disfrutaban mientras sus pechos chocaban entre sí. Maya continúa frotando sus flores mientras los gemidos de ambas sin vergüenza alguna retumbaban en la habitación en unísono, hasta que al mismo tiempo sin pensarlo llegaron a la cúspide del placer al mismo tiempo y sus manos abrazaban sus cuerpos como si fueran uno y dieron el último y largo suspiro.
Aquellos corazones latían muy rápido y el cuerpo de ambas yacía reposando uno sobre el otro mientras trataban de preguntarse qué era lo que había pasado exactamente en ese momento.
No hubo necesidad de decir nada.
Justo el ciclo de secado había terminado avisando con una campana y Maya reaccionando dice:

-Ya mi blusa está lista.

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