Rómulo Betancourt en sus 110 años
El hecho es que para nadie pasa él desapercibido. Como suele ocurrir con las figuras públicas históricas, las reminiscencias a sus obras políticas despiertan emociones a favor y en contra, y con ello, polos de opinión. Pero siempre ocurre esto con los personajes trascendentales de una época.
Rómulo Betancourt nace en Guatire, Estado Miranda, el 22 de febrero de 1908. Hijo de un inmigrante canario, se convirtió en un ávido lector a temprana edad. Se muda a la capital con el deseo de entrar en la universidad y una vez graduado de Bachiller en Filosofía en el Liceo Caracas (hoy Liceo Andrés Bello, del cual era subdirector nada más y nada menos que Don Rómulo Gallegos), en 1928 comenzó sus estudios de Derecho en la Universidad Central de Venezuela. Allí compartiría cátedra con varios de los más prominentes escritores, políticos y pensadores venezolanos: Raúl Leoni, Joaquín Gabaldón Márquez, Jóvito Villalba, Andrés Eloy Blanco, Miguel Henrique Otero, entre otros.
Ese año sería icónico para la historia venezolana: en la semana del Estudiante, organizada por la Federación de Estudiantes, los muchachos de esa casa estudios, de una manera bastante intelectual, hicieron fuerte oposición al gobierno gomecista, lo que les valió la cárcel. Ellos encabezaron lo que a la postre fue conocido como la «Generación del 28».
Rómulo Betancourt fue por muchas razones uno de los políticos más influyentes de la historia contemporánea de Venezuela. Estos primeros hechos políticos, que le significaron su primer exilio, le mostraron la catadura de la política y le educaron para la construcción de un pensamiento avanzado para la época, pues sus primeras propuestas de país, como lo fue el célebre «Plan de Barranquilla» de 1931, daban muestra de una convicción de la política y del Estado bien diferente a la del resto de los líderes contemporáneos de esa Venezuela gomecista que todavía, en esos años, no había entrado al siglo XX.
Su paso por la presidencia de la República, bajo el manto de la jefatura de la Junta Revolucionaria de Gobierno en 1945 no estuvo exento de polémica, y eso sirvió de acicate para lo que sería su segundo paso por Miraflores —el primero de ellos como Presidente Constitucional de Venezuela en plena democracia— en 1958.
Fue precisamente durante esos años cuando su convicción de la política se haría palpable, pues el enfrentamiento duro y crudo contra el comunismo, en cabeza de Fidel Castro y por satélite venezolano en el MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria, movimiento escindido de Acción Democrática y partidario de la incrustación del comunismo en Venezuela por la vía armada o «revolucionaria») se vio agravado por los constantes intentos de golpe de Estado y de atentados en su contra, siendo los más cruentos los eventos de «El Carupanazo», «El Porteñazo» y «El Barcelonazo».
Por estas razones, afirma con acierto, que su mayor logro fue terminar su gobierno, lo cual tiene el plus de significar la derrota al izquierdismo desenfrenado y al militarismo.
Quizá uno de los signos característicos de su política fue su famosa «Doctrina Betancourt»: ésta consistía en no reconocer a gobiernos provenientes de golpes de Estado, y solo establecer relaciones con gobiernos democráticos. Fue célebre su discurso sobre el tema en su toma de posesión como Presidente Constitucional:
«Solicitaremos cooperación de otros Gobiernos democráticos de América para pedir, unidos, que la Organización de Estados Americanos excluya de su seno a los Gobiernos dictatoriales porque no sólo afrentan la dignidad de América, sino también porque el Artículo 1 de la Carta de Bogotá, acta constitutiva de la OEA establece que sólo pueden formar parte de este organismo los Gobiernos de origen respetable nacidos de la expresión popular, a través de la única fuente legítima de poder que son las elecciones libremente realizadas. Regímenes que no respeten los derechos humanos, que conculquen las libertades de sus ciudadanos y los tiranice con respaldo de las políticas totalitarias, deben ser sometidos a riguroso cordón sanitario y erradicados mediante la acción pacífica colectiva de la comunidad jurídica internacional» Fuente.
Fuente
Pero probablemente la obra política más trascendental de Betancourt fue su partido, Acción Democrática. Él siempre expresó que su deseo era la de pasar a la historia como el fundador de dicho partido y no como un presidente más de Venezuela. Hoy por hoy, dicho partido se encuentra disminuido políticamente gracias a estrategias erradas y personalistas de quien ostenta el cargo de Secretario General de esa tolda y por ende, el «Partido del Pueblo» ni es la sombra de lo que era hace poco más de veinte años.
Para bien o para mal, con sus pros y contras, y con sus adeptos y sus detractores, Rómulo Betancourt es incuestionablemente uno de los políticos más importantes de la historia venezolana. No sin razón, el historiador Manuel Caballero opinaba que sólo cuatro personas han influido en la historia del país de una manera trascendental: Simón Bolívar, Antonio Guzmán Blanco, Juan Vicente Gómez y Rómulo Betancourt.
«Este país de todos, tenemos que hacerlo todos».
Muy buena información de historia Política Venezolana. espero tengas tiempo de pasar por mi blog, y me ayudes a mejorar. saludos
¡Muchas gracias @naventura! Sí, seguro, ya mismo voy a pasarme por tu blog.
Muy interesante artículo, ¡gracias por compartir!
¡@mariaesperanzai muchas gracias por tus comentarios! También te leeré.
¡Cordiales saludos.!