Luces

Esa noche yo estaba solo, tirado en mi cama, esperándola. Empezaba a impacientarme por su retraso. Pasaron las horas y comencé a pensar que tal vez no vendría, que seguro se fue con otro que la necesitaba más que yo. No me permití sentir celos, pero mi ansiedad por tenerla escurría en lágrimas de silencio.

Pasaron las horas y entré en desesperación, explotando en un estruendoso llanto. No estaba dispuesto a esperarla un minuto más y el dolor en mi pecho se hizo intenso, muy intenso, pero ella no llegaba. En ese momento la maldije. Ni la mejor de las explicaciones podría apagar mi rabia. ¡La necesitaba cuanto antes y ella lo sabía!

Luego de un rato pude calmarme y empecé a recordar en medio de la oscuridad. Los recuerdos, como luces, entraron danzando por la ventana. La luz de algunos recuerdos era tenue, mientras que la de otros era fuerte y cálida. Los recuerdos felices chispeaban colores y los tristes se posaban sobre la cama. Los recuerdos fugaces trataban de esconderse en las esquinas y los eróticos acariciaban mis labios. Y así apareció la nostalgia, que fue mi compañera aquella noche. E Iluminados por los recuerdos, bebimos, reímos, lloramos, peleamos e hicimos el amor hasta que el tiempo se detuvo.

Al amanecer finalmente llegó ella. Pudo ver a la nostalgia dormida y desnuda, envolviéndome entre sus piernas, pero no le importó. Se acercó y me pidió disculpas por no haber llegado antes. Se sentó, tomó mi mano y la besó. Luego la sostuvo fuerte mientras sonreía. Fue allí que todos los recuerdos se hicieron una sola luz que se incrustó en mi pecho. Y el dolor desapareció, y entendí lo que era la verdadera paz.

Aquella mañana supe que si pudiera volver a morir, no dudaría en hacerlo.

Zuhé