La primera de muchas aventuras
La luna iluminaba la almendra de tus ojos, las palabras me flaquearon para decir que era hermoso.
Dos niños perdidos que se habían encontrado, no fue la mejor idea irnos de la protección que nos brindaba la el hogar. Fue más que casualidad tener la misma idea de huir por el bosque. Tú con un sartén, una linterna, y chocolate; yo con ropa una pequeña tienda sin armar y un libro que decía como cocinar.
Nos encontramos cuando empezó a llover y faltaba poco para el anochecer, tú tenías lágrimas en los ojos y yo también, me había encontrado con un venado y quería precisamente jugar tú te habías caído y lastimado el brazo.
Me alegro de haberte encontrado porque no sabía armar la tiendo y pude morir de hipotermia. Al principio nos rehusamos a convivir minutos después de un relámpago ya habías armado la tienda.
Hablamos de astronautas, dragones y hadas; conocí tu pasado y te mostré mis razones. Nos dormimos contando ovejas y nos despertamos con el ruido de los rescatistas que nos fueron a buscar, de ti ya no me quería separar, creo que ya había un vínculo especial. Cuando nos llevaron al hospital donde esperaban papá y mamá, no vi a tus padres por algún lado y eso me pareció raro, tal pareció que no se habían percatado. Cómo no te sabias su número costo un poco para localizarlos pero según dijeron aun no te podían buscar.
Estuviste en mi casa dos días hasta que al fin aparecieron, no eran tus padres, eso ya lo habías contado y pues montaron una actitud que a mamá hizo enfadar ella los enfrento y dijo sin pena que si era mucho esfuerzo para ellos te dejaran a cargo.
Así fue como fuiste mi hermanita, ahora no tan chiquita, pero igual de cachetona.
Mamá no podía tener más bebes así que hallarte fue una fortuna. Hoy que cumples 20 años déjame decirte que cómo fiel escudero seré cómplice de tus venturas y si es de ir a la luna ahí iremos, con cariño vuestro fiel cómplice.