¿Por qué se sostienen los castillos de arena?
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Los chicos pronto se dan cuenta que si quieren construir un castillo de arena deben usarla mojada… en su justa medida. Si sólo usan arena seca lo más que consiguen es un montículo desparramado, pero si acarrean demasiada agua con sus cubos, la construcción se desmorona, como cuando llega una ola. Quien se encuentra detrás de todo es una vieja amiga nuestra: la electricidad.
Al mojar la arena, el agua recubre con una fina capa la superficie de los granos. El agua es una sustancia extraordinaria y entre sus propiedades está que la molécula tiene mal repartidas sus cargas eléctricas. En definitiva, que una parte de la molécula se encuentra cargada positivamente y la opuesta, negativamente. No es mucho, pero suficiente para que los químicos digan que el agua es una molécula polar. Algo que nos viene muy bien porque el agua disuelve un número mucho mayor de sustancias que cualquier otra; no en vano se la conoce como el disolvente universal, lo que vino muy bien en la aparición de la materia viva.
Por su parte, los granos de arena también presentan curiosas distribuciones de cargas eléctricas, lo que hace que cuando una molécula de agua se aproxima al grano de arena se quede pegada del mismo modo que si jugamos a atraer trozos de papel con un bolígrafo frotado en la manga del jersey. De este modo, el agua atrapada entre la superficie de dos granos actúa como un pegamento eléctrico, débil pero eficaz. Pero si hay demasiada agua, los granos se separan y será el fin del castillo de arena.