Juegos de Brujas
Durante su último retiro, después de las extensas prácticas de silencio y pases mágicos, las brujas disfrutaron de un merecido descanso, se relajaban, comían y bebían para reponer la energía de sus cuerpos físicos. Charlaron de sus experiencias y las visiones que tuvieron en la meditación, compartieron los sentimientos de paz y tranquilidad que ahora las llenaban. Una a una fueron describiendo sus sensaciones y pensamientos, mientras las demás escuchaban atentamente y asimilaban toda esa información que nutría aun más su propia experiencia.
Al final todas gozaban de una gran ligereza, sin preocupaciones, sin penas ni ataduras de ningún tipo, estaban profundamente agradecidas, era como si todo el mundo desapareciera y sólo existieran ellas en aquel paraje sin tiempo, en aquel rincón del ensueño.
Fue en ese momento que Flavs recordó un chiste muy viejo y tonto, lo contó a sus compañeras sin saber que el efecto que tendría sería igualmente inimaginable y extraordinario, las risas que escaparon desde su interior fueron creciendo hasta convertirse en carcajadas que hacían que todo su cuerpo vibrara cada vez más fuerte, produciendo un eco que resonaba en aquella bóveda celeste.
Y fue aquí cuando lo extraordinario se presentó, al parecer a la gravedad también le gustó la broma, o tal vez fueron las risas de las brujas las que le hicieron olvidar su pesada presencia y su efecto magnético que normalmente ejerce sobre todo lo que existe, de repente las hojas sueltas del pasto comenzaron a flotar, el agua de las cuencos subía, emergía del guaje el resto del elixir que las brujas preparaban para sus ceremonias, lo mismo el frutero y las frutas que contenía, el mantel igualmente se elevaba del piso haciendo elegantes olas como si el viento lo acariciara.
Cuando Ane abrió los ojos pudo observar como ella también flotaba y como sus dos hermanas, suspendidas miraban con feliz asombro lo que sucedía, la sensación era increíble, se veían sorprendidas y al mismo tiempo llenas de una hermosa calma, en ese instante una pequeña risa de niña traviesa las hizo voltear hacia arriba, lo que vieron las lleno aun más de alegría, ahí estaba Kat, flotando de cabeza con sus rojos cabellos alborotados y con los brazos alrededor de sus rodillas como simulando una pelota ó a alguien que estuviera lanzándose al interior de una piscina. Se le veía extremadamente contenta, la amplia sonrisa en su rostro la delataba, parecía una niña que por primera ocasión veía el mar.
Sin pensarlo un segundo más, Beck se incorporó dando un gran salto, empujando aquella pelota de pelos rojos por el aire, las demás compañeras hicieron lo mismo, se dirigieron a las alturas para continuar el inusual juego de pelota que su hermana comenzó. La bola viajaba de un lado al otro, siempre impulsada por las manos de aquellas brujas, que felices, disfrutaban de su nuevo grado de ligereza.
El juego duro por varios instantes, atemporales realmente, ya que la noción del tiempo perdió su importancia, hasta que poco a poco gravedad recordó su propósito y poco a poco, de manera muy gentil regreso todo a su lugar original, como si nada hubiera sucedido, hasta la última gota regresó a su cuenco. Las brujas aún riendo, quedaron tendidas sobre el mantel con dolores en el cuerpo de tantas carcajadas, estaban felices, realizadas, y así cada una fue recuperando la calma, la tranquilidad y el silencio necesario para poder descansar hasta quedar dormidas.
Después de despertar de aquel ensueño, la sensaciones perduraban, estaban impregnadas en todo su ser, habían sido alimentadas y nutridas con esa energía que sólo regala el espíritu a quienes lo conmueven. Ahora ellas son más poderosas, siempre recuerdan aquel hermoso día en que vivieron juntas y libres, con la esperanza y el férreo intento de repetir aquellos eventos de experiencias mágicas.