LA VIEJA CABAÑA por Irma Pulido (Capítulo 10)

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El Padre Adrián estaba ocupado con uno de sus feligreses, así que tuve qué esperar un rato para poder hablar con él. El Padre, una vez que se desocupó me atendió:

• Hola, Iván, qué alegría verte ¿Qué te trae por aquí, muchacho?

• Padre, bendígame.

• Dios te bendiga, hijo, cuéntame ¿Qué has hecho en estos días?

• Es una historia larga de contar, espero tenga tiempo para escucharme.

• Por supuesto, pero entremos - Señaló hacia la sacristía - Siéntate.

• Padre, estoy desesperado - Confesé al sentarme ante el escritorio de la pequeña oficina - Primero quisiera pedirle que no vaya a burlarse de lo que voy a decirle, como lo hizo el comisario. Acabo de hablar con él y sólo conseguí que se riera de mí.

• No te preocupes, Iván - Me tranquilizó infundiéndome confianza - Cuéntame lo que te sucede.

Comencé a contar toda la historia sin omitir detalles ante la paciente y comprensiva mirada del ministro de la Iglesia.Al culminar mi relato, el Padre se persignó.

• ¡Caramba, muchacho! - Exclamó -¡Vaya susto que pasaste! Yo te creo y te ayudaré pero primero debes usar esto - Sacó un crucifijo de una gaveta y me lo puso al cuello.

• No puedes quitártelo hasta que no saques de pena a esa pobre alma. Ella te buscará y te seguirá donde estés, por eso debo prepararte muy bien para que puedas resistir lo que te espera.

Después de avisar a mi familia que tendría qué quedarme unos días en la iglesia, recogí lo necesario y regresé con el Padre Adrián.

Parte de mi preparación consistió en ayunos y oración constante. Debía consagrarme antes de comenzar mi misión. Esta preparación duró dos días y poco a poco me hizo recuperar la confianza y mi espíritu se llenó de paz.

Al finalizar el segundo día, en compañía del Padre, me encomendé a Dios en el altar, le rogué me ayudara en lo que iba a hacer. Luego nos dirigimos a la oficina. Me dijo el Padre:

• Debes volver a la cabaña esta misma tarde, yo iré luego.

Me afectaba la idea de estar de nuevo en ese sitio. El Padre me dio aliento:

• No te preocupes, hijo, nada te sucederá, estás preparado para esto. Mi presencia ahora no es necesaria. Debes ir solo, mientras tengas el crucifijo al cuello nada te pasará. Llévate el agua bendita y esta Biblia.

Me entregó los objetos sagrados.

• ¿Cuándo va usted, Padre? - Le pregunté -

• Estaré allí en el momento oportuno.

Se acercó y me dijo:

• Mientras esperas que llegue la media noche lee la Biblia y por nada del mundo debes dormirte. Debes llevarte un termo con café.

• ¿Y cuando el demonio llegue?

• No temas, él no podrá hacerte daño, el agua bendita y la Biblia se lo impedirán- Además, ni siquiera notará tu presencia. Cuando él llegue con su carga y la deje en su lugar se irá de allí...entonces aprovecharás de regar la casa con agua bendita para que el demonio no pueda entrar de nuevo. Principalmente debes rociar a la entrada, luego irás
  donde estén los restos de la joven, te quitas el crucifijo y se lo colocas, rociándola también con agua bendita. esto es muy importante porque mientras ella tenga el crucifijo no te molestará y a su vez el espíritu maligno no podrá llevársela.

• ¿Qué hará usted, Padre? - Le pregunté. Me palmeó el hombro tranquilizándome y diciéndome:

• Estaré contigo acompañándote con mis oraciones hasta que llegue la hora de ir por tí. Es el momento de que te marches.

• Está bien, Padre, deséeme suerte.

Me tendió la mano y me dijo:

• No necesitas suerte, tú llevas la bendición de Dios y eso es más que suficiente.

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