La realidad se nos escapa: entre los dedos, ante nuestros ojos, sobre todo, en nuestra boca, en nuestras palabras. ¡Extraña vivencia! No siempre convertida en experiencia, porque esta supone decantación de aquella, reflexión. Nuestros sentidos se colman de realidad permanentemente. Nos abruma la realidad, cualquiera que esta sea: el prístino amanecer, el olor que despide la flor en nuestro pequeño jardín, la lluvia y el viento que repiquetean las ventanas, la basura que se devora la ciudad, el anciano abandonado en el rincón… ¿Cómo decir la realidad, si esta nos des-dice, contra-dice, o excede? Solo pareciera que nos acercamos a ella mediante ese giro, ese rodeo que la palabra se provee: la imagen (o el símbolo). Que también puede llegar a alcanzarse en la pintura, o con ese maravilloso recurso que es la fotografía o la imagen en movimiento, expresiones modernas de la construcción simbólica. Sin embargo, hay un resto, un entrelíneas, un blanco o una oscuridad, de la realidad que seguirá ahí, evadiendo nuestro esfuerzo. Y que devolverá siempre su misterio. A ese enigma responde el aforismo de Ramos Sucre, que conjeturamos influenciado por la visión simbolista de Mallarmé y toda la tradición romántica y ocultista precedente.

@josemalavem (José Malavé Méndez)*. Nacido en Cumaná (Venezuela). Licenciado en Educación mención Castellano y Literatura de la Universidad de Oriente (Venezuela). Magíster en Literatura Venezolana. Profesor adscrito al Departamento de Filosofía y Letras de la Escuela de Humanidades y Educación de la Universidad de Oriente. Coordinador de la Casa Ramos Sucre (1983-1993). Autor de los libros de poemas Breviario de sombras y Oculta y próxima.