Desde la otra orilla
En alguno de estos escritos dije que me encantaba la noche, por eso estoy escribiendo a estas horas (11:57 p.m.). Probablemente cuando termine de hacer este escrito habrán pasado las 12:00 de la noche y otro día habrá terminado. El tiempo es tan efímero, tan cruel, tan dictador, no espera a nadie, solo pasa y sigue pasando (12:00 a.m.) sin importar nada.
Algunos dicen que el tiempo está únicamente en nuestras mentes, que somos nosotros los que damos vida a eso que llamamos tiempo, sin embargo la vejez se nota, se abre paso por el transcurso de los años y empieza a desfigurarnos la cara, el cuerpo y nos va haciendo consciente de nuestra mortalidad.
Los 365 días del 2017 están finalizando, solo quedan dos días de este año, que nunca volveremos a vivir, nadie volverá a vivir ni si quiera un segundo de este año que está llegando a su fin. Esperamos con ansias el 2018, pero no sabemos si lo alcanzaremos, ya que no estamos seguros de lo que sucederá en estas últimas horas del agonizante 2017, solo podemos estar seguros del presente, del aquí y del ahora, de este momento en que escribo estas palabras.
¿Qué nos queda del tiempo pasado? ¿Qué hicimos este año que se acaba? son preguntas que deberíamos rumiar, no para quejarnos y ver con pesimismo o nostalgia todos los minutos que están en la línea de nuestra historia del 2017, sino para replantearnos nuestra existencia. Basta de propósitos superficiales, como dietas inútiles o sueños insípidos. Si logramos alcanzar el 2018 debemos proponernos a ser mejores seres humanos, esa debería ser nuestra prioridad, que cada día que pase del año que se acerca, sea una ocasión para amar más, para perdonar más y sobre todo para soñar a lo grande.
Que el 2018 no se nos vaya de las manos como agua, como arena fina que se nos cuela por los dedos inevitablemente. (12:17 a.m.)
Jaider.