¿Hay una edad a partir de la cual podemos dejar solos en casa a nuestros hijos?
No hay una edad objetiva para poder dejar a los chicos solos en casa, esto dependerá mucho de las familias, de cada chico, de los estilos de crianza y las necesidades de la familia y la situación. Lo que sí es importante es que se trate de un proceso gradual, consultado con el chico y durante el cual los padres puedan ir evaluando si la situación le genera deseo por sentirse grande o por el contrario si le da temor, angustia o ansiedad.
El proceso de desprendimiento, desapego e independencia debe ser lento y progresivo, pudiendo ir pasando de pequeños momentos de quedarse solo, por ejemplo al bajar a buscar el diario, luego a mayores momentos. Para ir pasando de un escalón a otro debemos tener la seguridad de que este quedarse solos es vivido con tranquilidad, normalidad y no con temor y angustia. También se puede diferenciar el día y la noche, y dejarlos solos solo de día en un principio, ya que la noche suele ser un momento de mayor angustia para los chicos.
En cualquiera de los casos, es conveniente que los chicos tengan ciertas situaciones resueltas, sobre todo cuando son más chicos, por ejemplo hasta los 10 años, que no tengan que prepararse comidas, ni prender fuegos ni bañarse, para minimizar la posibilidad de accidentes domésticos.
Es importante nunca dejarlos solos sin avisarles, es decir, no irse mientras el chico está durmiendo, porque puede despertarse y encontrarse solo y asustarse mucho. Avisarle previamente, preguntarle si se anima. Si los adultos lo viven con naturalidad, los chicos lo tomarán de la misma manera, pero si los adultos están temerosos es probable que les transmitan sus propios temores sin darse cuenta.
Hay precauciones que, sin duda, hay tener en cuenta para anticiparse a situaciones que, mal manejadas, pueden ser complejas: “No le abras a nadie aunque toquen el timbre, no hables por teléfono con nadie que no conozcas, no estoy esperando que venga nadie, no bajes a la calle”, por ejemplo, son algunas de las “máximas para quedarse solos” que hay que trabajar con los chicos. También es conveniente organizar las cosas para que no llegue ningún delivery a la casa (por ejemplo, el supermercado), cuando los chicos están solos.
Ya cuando los chicos empiezan a ser más grandes se podrán ir ampliando los permisos. Lo importante es el cuidado y la integridad de los niños. No hay que pretender que los chicos hagan cosas solos que no hacen en presencia de adultos. Para eso hay que ir preparándolos con tiempo. Por ejemplo, si la nena se va a tener que preparar la leche con cacao cuando esté solita, primero que lo haga varias veces cuando esté acompañada.
También es importante dejar los teléfonos de los padres y familiares a mano, porque si bien pueden saberlos de memoria en una situación normal, si llegan a asustarse o angustiarse pueden no recordarlos. Si hay urgencias, son situaciones diferentes a las que se pueden anticipar y preparar. Los vecinos de confianza también pueden dar una mano si hay una urgencia.
El baño, la cocina y el balcón son los lugares de mayor riesgo. Por eso hay que indicarles que no se bañen en ausencia de los adultos, que no preparen comidas ni enciendan fuegos. Sin generarles temores exagerados planteando una catarata de situaciones que pueden suceder, sí es bueno anticipar algunas cosas concretas.
Al principio quedarse solos puede ser una aventura y también un desafío. Es bueno dejarles claro que, aunque no necesiten nada puntual, pueden llamar a los padres si así lo desean. Puede ser que al principio llamen para pedir permiso para ver la TV, cosas básicas que tal vez son la excusa que esconde la necesidad de contacto. Por eso es importante atenderlos y acompañarlos en ese momento. No contestarles el teléfono puede ser vivido por ellos como un abandono y un sentirse solos y desprotegidos. Si alguno de los padres no puede atender el teléfono por motivos laborales o de otro tipo, siempre está el otro que sí podrá hacerlo y los chicos van a ir aprendiendo a quién recurrir según la disponibilidad, pero esto también cabe explicitarlo: “cualquier cosa llamá a mamá que está en el super, o no llames a papá que está en reunión”, siempre tiene que haber algún adulto a quien llamar, padre, madre, abuelos, tíos. Es importante que los chicos tengan un adulto referente que les dé seguridad aun desde la distancia.
Con el tiempo, y cuando se les haga costumbre quedarse solos, cada vez llamarán menos por nimiedades, pero no olvidemos que son niños y que su autonomía no es total, lejos está de serlo. Podrán adaptarse a las circunstancia, pero los adultos deben ver la diferencia entre dejarlos solos un ratito con el respaldo de algún adulto que pueda contener alguna situación y dejarlos solos a la deriva.
En el caso de chicos ya más grandes a los que les da miedo quedarse solos, habrá que preguntarse el por qué: Es posible que haya chicos que sean más miedosos en general, entonces son candidatos a tener miedo a quedarse solos en casa, pero frente a esta pregunta, hay que evaluar los motivos particulares de la situación. Pero es importante no obligarlos a hacer algo que temen porque lejos de ayudarlos a perder el miedo lo cristalizaría mucho más. Si los padres consideran que no pueden manejar la situación, pueden hacer una consulta psicológica para evaluar qué sucede y ver el modo de resolverlo, no forzando sino ayudando a buscar herramientas y estrategias para afrontar la situación.
Hay un momento en que la presencia de una abuela, niñera o cuidadora, empieza a molestarles a los chicos ye so es porque ya están listos para quedarse solos y así como soltarlos antes de tiempo no está bueno, no soltarlos a tiempo tampoco. Encontrar el límite entre proteger y sobreproteger es un desafío y para esto es importante escuchar a los chicos en sus necesidades: ellos son una buena brújula. Hay padres que sueltan demasiado rápido, y otros a quienes les cuesta soltar. En ese caso, también habrá que ver los temores o dificultades de los propios padres.
A veces es interesante observar cómo hacen otras familias en situaciones similares, no porque otros lo hagan mejor que uno, pero a veces poder ver otras dinámicas familiares permite incorporar recursos, ideas, alternativas. Vivimos en sociedad y poder contar con la experiencia de otros es nutritivo, ya sean pares o bien personas o familias que ya hayan atravesado estas situaciones de crecimiento para observar cómo las transitaron. El grupo de madres-amigas o amigas-madres suele ser un buen lugar de referencia si es que se logra una comunicación sincera donde poder compartir las dudas, angustias, preocupaciones etc., y no es solo un espacio para mostrar los logros.
Asesoró. Lic. Gisela Holc