La verdadera grandeza
La verdadera grandeza
¿Dónde está la grandeza? ¿Qué entendemos cómo grande? ¿quién busca lo grande en lo pequeño? ¿Quién mira la grandeza en las pequeñas cosas? Una gota de agua representa un océano, una estrella un universo, una célula un cuerpo. Porque olvidamos muchas veces quien somos y dónde estamos y que podríamos llegar a ser si cambiamos nuestra manera de pensar. Lo único que hay que hacer es abrir nuestra mente y ver los átomos y las partículas que existen a nuestro alrededor, como una especie de energía que está a nuestro alcance y que somos parte de ella. Es necesario romper nuestras creencias de lo que es posible e imposible, eso es una cadena, una limitación que nos han puesto, para controlarnos, para que no destaquemos, para que sigamos en un sistema de esclavitud que ha inventado el ser humano y que con el paso del tiempo ha ido perfeccionando hasta hacer invisibles esas cadenas que nos impiden ser libres. Sé que es duro leer estas palabras, que cuestan digerir, que duelen en lo más profundo de nosotros mismos.
¿Sientes el sonido de las cadenas? Se escuchan en todas partes, es el “no puedo” “no debo” Es el “no” no, no, no… ¿no qué? No eres quien quieres ser, no estás donde quieres estar y con quien quieres estar, no sueñas, no duermes, no creas, solo haces lo que te dicen, no escuchas porque te han dicho que es peligroso, te han enseñado a tener miedo a lo desconocido, a desconfiar de lo nuevo, a temer todo aquello que tu mente no pueda atrapar y decir… lo conozco, ya lo sé, tranquilo es seguro. ¿Pero has observado alguna vez los nidos de las gaviotas en los acantilados? Nadie les dice si están preparadas o no, cuando llega el momento saltan. Ese concepto no existe, las crías saltan al vacío y abren sus alas, porque es natural. Pues lo mismo debería ser con el ser humano, debería saltar al vacío y abrir sus alas cuando llegara el momento y no posponer nunca por nada ni nadie.
La paz y la serenidad se hallan en la no acción, no nos podemos anticipar, primero hemos de observar, escuchar y prepararnos. Intuir el momento y como quien coge su última bocanada de aire… Actuar. No antes ni después si no en el momento exacto, ahí surge aquella maravilla que todos hemos sentido alguna vez, “La sincronicidad” Todo el universo parece haberse puesto de nuestra parte, la magia existe y los sonidos del corazón acentúan sus latidos dejando sonar una leve melodía que nos acompaña en el camino.
Texto y imagen del autor.
http://www.actitudkaizen.com/2018/10/la-verdadera-grandeza.html