Guarda Silencio, Cierra Tus Puertas

“Al que trabaja algo, puede disimulársele que lo pregone; el que nada hace, debe callar”¹


Los artistas del grafiti callejero, terminaron su obra de arte en aquel populoso sector. El caminante paseaba por allí, pidió un café con el propósito de escuchar a los curiosos. De inmediato se hicieron toda suerte de comentarios relacionados con las imágenes. Unos dijeron: ¿Por qué mezclan gentes de diferentes caminos de la vida, si cada uno tiene su expresión? Otros se quedaban en silencio, luego murmuraban ¿será que el payaso y el paralitico, ambos sabrán hablarle al cielo? Una señora, de aquellas que necesitan salir todos los días a hacer la compra del almuerzo, dijo: “Que desperdicio de tiempo y dinero, esos jóvenes todo lo dañan” ¡Santo de Israel hasta donde hemos llegado!

¡Saludos apreciad@s amig@s!

Saber cuándo abrir o cerrar los labios, es una de las habilidades personales más nobles y decorosas que pueda adquirir una persona. Este compartir lleva esta finalidad; mi deseo es que estas líneas te lleven a la reflexión.


El caminante también ama observar la algarabía que se forma cuando al amanecer llegan los pescadores, con toda clase de peces que luego van a aparar a los platos más humildes o más pomposos de aquella sociedad isleña. Ten cuidado, los vendedores en nombre de los pescadores y compradores, argumentan lo que se les ocurre para salir ganando en la transacción de compra-venta. Su mentor -el abuelo de la playa- le decía que observara y escuchara a todas las partes, pero que no se creyera ninguna expresión como verdad, tanto la palabra de compra, como la que vende, las dos juntas son impostoras. Y añadía: “Hijo mío, si tu mente adquiere sabiduría, mi mente también se alegrará. Me gozaré de todo corazón cuando tus labios hablen lo correcto”²


En la época de sus estudios primarios, en la clase de ética y moral se enseñaba que el hablar es la movilidad de la lengua guiada por una conciencia responsable, para comunicarse, para edificar y para ser testimonio de verdad. Para ello se debía conocer los hechos de un asunto, y expresarlos con veracidad. El abuelo decía que aquí es donde entra el conflicto social; cuando la persona carece de entendimiento de bondad y misericordia; y más grave aún, no tiene la disciplina de abrir o cerrar las puertas -los labios- a tiempo.
Veamos este ejemplo que nos brinda Tomas de Iriarte en una sus fábulas: “La rana y la gallina”
Al que trabaja algo, puede disimulársele que lo pregone; el que nada hace, debe callar. Desde su charco, una parlera rana, oyó cacarear a una gallina. « ¡Vaya! -le dijo-; no creyera, hermana, que fueras tan incómoda vecina. Y con toda esa bulla, ¿Qué hay de nuevo?» «Nada, sino anunciar que pongo un huevo». « ¿Un huevo sólo? ¡Y alborotas tanto!» «Un huevo sólo, sí, señora mía. ¿Te espantas de eso, cuando no me espanto de oírte cómo graznas noche y día? Yo, porque sirvo de algo, lo publico; tú, que de nada sirves, calla el pico»


¿Qué enseñanza ves, querido mentor? -preguntó el aprendiz-

-Muchacho, ten presente esto: en todas las épocas, los educadores han tratado de crear formas de trasmitir enseñanzas decorosas y de primera calidad, para una sana convivencia social. Una gran mayoría de personas, son como la rana de la fábula; hablan y parlotean todo el tiempo, a veces sin fundamento; y muy pocas actúan como la gallina, abren las puertas de su boca, sólo para expresar lo necesario.-
¿En qué grupo has estado?


Pasados los años aquel joven aprendiz sigue aprendiendo: “Compra la verdad y nunca la vendas, y sabiduría, disciplina y entendimiento³”

Notas:

  1. Thomas de Iriarte -Fábula-
  2. Proverbios 23: 15,16
  3. Proverbios 23:23

*Nota: Esta publicación pertenece al mismo autor del blog:

https://whaleshares.io/@caminante
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