El lado oscuro de la gesta independentista: La historia de Mamá Panchita.
La gran escritora venezolana Teresa de la Parra (1889-1936) fue una gran amante de la historia venezolana, a través de sus escritos nos dejó interesantes relatos e historias que le narraban sus familiares, cuyos antepasados vivieron en primera persona el proceso de la gesta independentista, Teresa de la parra descendía de ilustres personajes como doña Teresa de Jesús Xerez de Aristiguieta una de las famosas nueve musas caraqueñas y madre del General Carlos Soublette.
En esta ocasión hablaremos de doña Francisca Tovar, bisabuela de la escritora, que fue conocida en la intimidad como Mamá Panchita y que fue una de las víctimas olvidadas de la gesta independentista. En palabras de la propia Teresa de la Parra: “La Colonia es lo que se repite a sí misma, la imaginería piadosa pero no beata”.
En uno de sus escritos comentaba lo siguiente:
“Entre los vestigios o reliquias semi-coloniales de mi infancia guardo muy viva la influencia de dos grandes soñadoras. A ellas les debo sin duda el cariño casi místico que siento hoy por la vieja tradición criolla que se va. Sus dos imágenes representan los dos extremos de la Independencia por su lado más íntimo”.
Estas dos grandes soñadoras fueron doña Francisca Tovar (Mamá Panchita) quien fuera su bisabuela y doña Teresita Soublette y Buroz (hija del General Carlos Soublette) quien fuese su tía bisabuela. La primera era una empedernida realista, mientras que la segunda era una exaltada patriota. En esta ocasión solo nos centraremos en la imagen y vida de Mamá Panchita.
Las aventuras de Mamá Panchita cuya vida iba desde 1792 a 1870 más o menos, coincidió con grandes momentos históricos en Venezuela: Los últimos años del poderío e influencia de la Corona Española en Venezuela, la Revolución y primeros años de Independencia, la creación y disolución de la Gran Colombia, los primeros años de la Venezuela republicana e inicios de la Guerra Federal. Todo un ciclo de prosperidades, persecuciones, tragedias y decadencias.
Durante su juventud que había florecido a fines del siglo XVIII se había llamado doña Francisca Tovar. Al envejecer, gracias a los hijos, nietos y bisnietos llevó para todo el mundo el nombre típico criollo de Mamá Panchita.
Heroica durante la guerra, Mamá Panchita lo había sido todavía más durante la paz, debido precisamente a la impopularidad absoluta de su heroísmo. Rodeada en su propia casa de patriotas y de próceres ilustres, ella, en plena derrota siguió siendo realista contra todos sin ceder un segundo hasta el día de su muerte.
Francisca Ignacia Cándida Josefina María de la Trinidad de Tovar y Liendo nació en Caracas en el año 1792, hija de don Martín José de Tovar Báñez y Ramírez y de doña María de las Mercedes Liendo y de la Plaza, por vía paterna era nieta del Conde de Tovar, uno de los grandes magnates coloniales de Caracas, además de ser vecina y contemporánea de Simón Bolívar, con quien durante su infancia había jugado mucho a la cebollita y la gallina ciega en la Plaza de San Jacinto.
Se casó a los 15 años con don Francisco Ezpelosín, quien era un alto empleado de la Compañía Guipuzcoana. Doña Francisca era una mantuana linda, rica y sumamente frívola como buena hija del siglo XVIII, se hallaba en todo su esplendor cuando estalló la Revolución ¡Adiós para siempre las siestas tranquilas!.
Su marido, don Francisco decidió tomar una posición neutral en el conflicto entre realistas y patriotas, pensaba que “lo mejor” es el enemigo de “lo bueno”. Pero llegó a su vez la guerra a muerte y se comenzó a arrasar con los neutrales. El que no estaba con la revolución estaba en su contra y a los sospechosos se les hacía decir “naranja.
Perseguido por los patriotas, sus bienes fueron confiscados, sin poder siquiera decir su propio nombre, don Francisco tuvo que esconderse para salvar la cabeza; doña Francisca fue a suplicarle a sus parientes Tovar y Mendoza (muchos de ellos se habían sumado a la causa patriota) para que los dejaran al menos conservar una haciendita con su casa para poder vivir tranquilos, que ellos eran gente de paz.
Las respuesta de los patriotas fue un rotundo NO, le contestaron muy secamente que se las arreglará como mejor pudiera, que la República necesitaba dinero, y que ¡quién la había mandado a casarse con un español!.
Don Francisco pudo salir de Venezuela, doña Francisca rodeada de sus niños, con su última esclava, su último chal de Cachemira y su último par de medias de seda puesto, se embarcó en un buque de vela rumbo a San Juan de Puerto Rico donde vivió los duros años del destierro.
Regresó a Caracas viuda y pobre, tuvo que ir a ocupar un pabellón situado en el jardín de lo que había sido la casa de los Tovar, ya también arruinados; su vejez fue una protesta continua y muy documentada contra el nuevo régimen.
Sentía una profunda animadversión por Simón Bolívar, a quien aseguraba con sorna conocer mejor que nadie y a quien nunca llamó “Libertador” ni siquiera Bolívar sino “este niño Simón, el de la Plaza de San Jacinto”. Cuando lo elogiaban demasiado, sea por la prensa, sea de viva voz, ella bajaba la suya por prudencia y murmuraba para que sólo oyera el que quisiera oír: ¡Nunca le encontré nada de particular! ¡Ni siquiera tenía buena figura!.
Coleccionaba los hechos crueles de los patriotas para referirlos cuando viniera a colación y como quien no quiere la cosa, ante un público que la escuchaba con indiferencia y le contestaba con ironía.
Irónicamente a través de una de sus hermanas, doña María Damiana de Tovar y Liendo (1788-1844) fue tía del gran pintor venezolano Martín Tovar y Tovar (1827-1902) el hombre que se encargó de retratar a los grandes próceres de la independencia.
El gran pintor venezolano Martín Tovar y Tovar (1827-1902)
Una de las hijas de Mamá Panchita sería doña Mercedes Amalia Ezpelosín y Tovar, la abuela materna de la escritora Teresa de la Parra, aquella que con mucha pasión se encargaría de citarle y narrarle los cuentos e historias de esa Venezuela colonial que tanto cautivaron a Teresa.
La historia de Mamá Panchita pertenece a esas historias olvidadas por los años, que pasan de generación a generación, pero con el avance del tiempo se desvanecen como afirma la propia Teresa. No todo fue color de rosa en el proceso de la independencia, muchas familias lo perdieron todo.
Muchos mantuanos vivieron situaciones muy parecidas, de hecho los propios patriotas lo perdieron todo durante el proceso de independencia y muchos murieron en la más extrema pobreza.
excelente artículo!
¡Muchas gracias! Agradecida con su comentario.