La fuga de los ahorcados
Con el descubrimiento de América por Colon a fines del siglo XV y los inicios del proceso de conquista y colonización a lo largo del XVI, se da inicio a la traída de esclavos negros con el fin de trabajar en las incipientes plantaciones que empiezan a surgir por todo el caribe, sus islas y luego en los diversos territorios continentales controlados por españoles y portugueses. Con el desarrollo de la industria del azúcar, la mano de obra negra sustituye a la indígena ya agotada o en vías de desaparecer. Millones de africanos iniciaran desde diversos puntos del África el terrible calvario que supone su traslado a través del atlántico, desde las factorías situadas en la costa africana donde son depositados como mercancía, en espera de ser transportados al nuevo mundo, una vez que han sido capturados en el interior del continente. Miles no podrán soportar los terribles viajes hacinados en las bodegas de los barcos negreros, ni mucho menos el severo régimen de trabajo que les espera en las plantaciones del caribe, el sur de los Estados Unidos, Brasil y otras regiones de la América.
En los barcos y en las plantaciones son comunes los motines, debido a los malos tratos, la poca alimentación y las largas jornadas de trabajo a que son sometidos. La magnitud del auge del sistema de plantaciones puede calcularse por el número de esclavos traídos al continente, que en algunas islas del caribe y otros lugares, estos sobrepasan en número a la población europea o indígena. Nadie ha podido calcular con exactitud el número total de africanos traídos desde su lejana tierra mediante la violencia colonialista, desde su inicio en el siglo XVI hasta mediados del XIX cuando es abolida de manera formal en la mayoría de las regiones donde era practicada.
Los esclavos que llegan a las plantaciones, además de sus cadenas llegan cargados de un cumulo de tradiciones culturales, mágicas y religiosas de todo tipo las cuales terminan integradas dentro del amplio imaginario cultural caribeño y latinoamericano y serán su único consuelo y fortaleza psicológica y espiritual dentro de tanta miseria a la que serán sometidos. El látigo es el dueño y señor del duro trabajo del día a día, los castigos son frecuentes, inhumanos y desproporcionados .El esclavo es legalmente un bien mueble que puede ser vendido, embargado, hipotecado, carece por completo de personalidad jurídica alguna.
Es a partir del siglo XVII cuando se intensifica la trata y las guerras entre los reinos africanos que es donde acuden los barcos y comerciantes de esclavos a obtener su valiosa mercancía humana, numerosos cronistas contemporáneos dejaron testimonios de estos tiempos describiendo esta terrible situación. El capitán negrero de origen inglés John Newton escribía: “creo firmemente que la gran mayoría de las guerras en África terminarían, si los europeos cesaran de tentarlos (a los jefes y reyes africanos) ofreciéndoles mercancías a cambio de esclavos.”
Un ex esclavo nacido en 1745, Oloudan Equiano sentenciaba: “cuando un traficante necesita esclavos, hace su pedido a un jefe y lo tienta con su mercadería. No es extraordinario que ceda a la tentación y acepte el precio por la libertad de sus semejantes con la misma carencia de conciencia que el traficante. Por consiguiente ataca a sus vecinos y da comienzo a una batalla desesperada”
Otro ex esclavo, Ottabah Cugoamo recordaba en 1787: “Debo, para vergüenza de mis compatriotas, el haber sido secuestrado y traicionado a los de mi propia raza, que fueron los primeros causantes de mi exilio y esclavitud, pero si no hubiera compradores tampoco habría vendedores. Desde que yo recuerde algunos africanos de mi país tenían esclavos, que capturaban en la guerra o por deudas, pero aquellos son tratados bien y se les cuida…Pero puedo asegurar que toda la pobreza y la miseria que cualquier habitante de África pueda sufrir es muy inferior al que sufren en esas inhóspitas regiones de miseria en que viven en las Indias Occidentales, donde mayorales (capataces) duros de corazón desconocen la ley de Dios y la vida de sus semejantes”
En parte y como consecuencia de esta feroz miseria espiritual y humana, el suicidio se convirtió en un gran problema para los poseedores de esclavos, para los cuales se traducía en pérdidas de mano de obra y a su vez en bajas en la producción de las plantaciones. Otro testigo de excepción de estos acontecimientos es el padre Jean Baptiste Labat, quien basado en su experiencia en la Martinica, donde dirigió la construcción de un convento dominico en 1698,cuenta como este último y extremo recurso era usado hasta por los niños y como estos caían en una profunda melancolía. “Los negros de la costa de Mina son muy propensos a ella ,si desesperan, se ahorcan, se degüellan sin ceremonia por motivos muy mediocres, lo más frecuente por ocasionar pena a sus dueños, estando prevenidos de que después de su muerte retornaran a su país, y de tal modo los impresiona está loca imaginación que es imposible sacárselas dela cabeza.”
Al parecer según testimonios de la época, fue creencia generalizada entre los esclavos el hecho de considerar a la muerte como un pasaje de regreso a su tierra, independientemente de las regiones de origen de estos. Para ciertas culturas del África occidental existe la creencia de que se poseen dos almas, las cuales al morir la persona, a una de ellas le es permitido reencarnar en un niño y la otra, la alma sombra se convierte en el espíritu del muerto. Este tipo de creencia tal vez explique en parte el abundante número de suicidios, además de las ya terribles condiciones de vida de las plantaciones, ya que hace del suicidio el medio más idóneo, para crear un camino expedito no tanto hacia el mas allá, sino hacia un país idealizado donde el difunto puede recobrar nuevamente una existencia familiar al lado de sus seres queridos.
El padre Jean Baptiste Labat, quien realizo numerosos viaje por el caribe y lego testimonio en sus obras sobre las condiciones de vida de aquel tiempo, narra que en la isla caribeña de Saint Kitts, conoció a un colono inglés, propietario de esclavos que le conto una curiosa historia, según la cual supo valerse de un curioso recurso para detener el suicidio colectivo de sus esclavos, impidiéndoles su “fuga” al África: según Labat este hombre era muy rudo con sus esclavos, que incapaces de soportar sus tratos se suicidaban día a día disminuyendo su número, alertado por uno de sus empleados de que todos los esclavos tenían planeado escaparse al bosque al día siguiente y ahorcarse allí y en compañía regresar todos a su país. Viendo que las palabras o todos los castigos no resultarían para hacerlos cambiar de parecer y que solo conseguiría diferir por unos días su resolución y que era necesario un remedio que se relacionara con la enfermedad de su imaginación, instruyo a sus otros empleados blancos de lo que tenían que hacer y les ordeno cargar carretas con pailas de azúcar y aguardiente, con los otros aparatos de una fábrica de azúcar y que le siguieran. Se fue al bosque, encontró allí a sus negros que disponían las cuerdas para ahorcarse, se acercó a ellos con una cuerda en la mano, les dijo que no temieran nada, que el sabia la resolución que habían tomado de regresar a su país y que él quería acompañarlos, porque ya había comprado allá una gran finca donde iba a establecer una gran fábrica de azúcar. En la que ellos serían más apropiados que los negros que no habían trabajado aun en el azúcar, pero que les advertía que, ya no teniendo miedo de que pudieran fugarse, les haría trabajar día y noche sin darles ni el sábado ni el domingo, que el ecónomo (capataz o mayoral) enviado por él había comunicado por carta que había recuperado a los primeros que se habían ahorcado, y que en espera de sus órdenes les hacía trabajar con hierros en los pies. Después de eso, habiendo aparecido las carretas cargadas, los negros no dudaron de la resolución de su amo. Los negros comenzaron a hablar entre sí, la miseria en que se encontraban sus compañeros los intimido tanto como la decisión de su amo: se echaron a sus pies, le prometieron no pensar más en volver a su país y le suplicaron que hiciera regresar a sus camaradas. Se hizo el difícil durante un rato, pero al fin, habiéndose puesto de rodillas sus domésticos blancos y sus contratados para pedirle la misma gracia, se hizo el arreglo con la condición de que si el hallaba a un solo ahorcado todos los otros lo serian al día siguiente para ir a trabajar a la nueva fábrica de azúcar de Guinea. Ellos lo prometieron con juramento.
Sobre Labat: monje dominico francés (1663-1738), viajero, botánico, explorador, etnógrafo, ingeniero, escritor y propietario de tierras y esclavos. Durante su estancia en las Antillas escribió varios libros en los que describe numerosos aspectos dela vida en el Caribe: “Viaje a las islas. Crónica aventurada de los Caribes, 1693-1705” Y “Nuevo viaje a las islas francesas de América”. Se le atribuye la invención del “Ron”
Fuentes:
Libro Historias del Paraíso. Develación y saqueo del Nuevo Mundo. Gustavo Pereira
www.encaribe.org
Revista BBC Historia No 2
Wow que historia quede sorprendida.