Una conversación sobre la patria (fragmento de una novela inédita, 1 de 2)

in Venezolanos Steem3 years ago (edited)

Querida gente de Steemit: Otro fragmento de una novela inédita y en proceso de corrección. Como no me siento nada seguro de ella, aprovecho para obtener en la plataforma algo de retorno en forma de comentarios.
El fragmento es un poco largo, así que decidí dividirlo en dos partes.
Con mi agradecimiento a #venezolanossteem por su apoyo, y a @marcybetancourt y a @solperez por estar siempre pendientes de que la comunidad crezca y se desarrolle cada día más.
Saludos.


Fuente

La habitación estaba amueblada como el despacho de un hacendado o un comerciante, pero no tuve tiempo de fijar esas impresiones, reclamada mi atención por el hombre que me esperaba sentado en una silla tapizada de cuero. Era muy alto y de piel negra, aunque sus cabellos color del trigo y su nariz recta de anchas fosas nasales indicaban la mezcla de su sangre. Un cuarterón o un mulato, pensé. Su cabeza redonda y de rizos densos se apoyaba sobre un cuello poderoso que se avenía bien con la musculatura que se adivinaba bajo su ropa. Por otra parte, la ropa misma era parecida a la mía, aunque más elegante y mejor cortada.

–Pase y siéntese, doctor –dijo con voz grave y áspera, utilizando un tono familiar que me incomodó. Tenía dientes grandes como palas, separados y blancos, en una boca ancha de labios delgados–. Acompáñeme con un café mientras conversamos. ¿O tal vez prefiera algo más fuerte? Puedo ofrecerle ron y brandy.

Recién en ese momento noté el aroma de la infusión que impregnaba la estancia. También advertí que mi anfitrión, para llamarlo de alguna manera, tenía una taza en una mano y una cucharilla de plata en la otra con la que revolvía el líquido. Ambas cosas, taza y cucharilla, parecían a punto de romperse entre sus gruesos dedos.

–Aceptaré una taza de café –dije, mientras ocupaba una silla frente al hombre negro.

Estábamos separados por una mesa pequeña en la que se habían dispuesto tazas y platitos de porcelana, una cafetera decorada con flores azules y rojas y diversas cucharillas. Todo de una delicadeza casi ridícula. Me serví el líquido humeante y oloroso.

–Me hago cargo de que debe estar haciéndose muchas preguntas en este momento.

–No es frecuente que me venden los ojos para acudir a una cita. Sospecho de las intenciones de quienes obran así. Si acepté es porque mi curiosidad es grande. Para comenzar, me gustaría saber su nombre. No acostumbro mantener conversaciones con gente de la que desconozco cómo se llama.

–Por el momento, eso no es importante. Ya tendremos ocasión de conocernos más, si las circunstancias lo permiten. En cuanto a la venda, es una precaución que me permito por razones que me reservo en este instante.

–Toda esta situación es muy misteriosa –dije tratando de restarle importancia. No sé por qué, me parecía importante mostrarme poco impresionado, casi desinteresado, acostumbrado a los encuentros inusuales y al ambiente de conspiraciones–. Se ha propuesto provocar mi asombro, ya veo, pero está bien. Lo acepto, por el momento. Su nota es, en realidad, lo que importa. Dice que tiene información sobre los crímenes y eso es suficiente para avivar mi interés. Si es verdad lo que escribió, le recomiendo que me acompañe a la policía y allí podrá hacer una declaración. Si no lo es, no sé qué estoy haciendo aquí.

El hombre sonrió y dejó la taza, que en sus manos parecía un objeto minúsculo e inadecuado, sobre la mesa.
–Verá, doctor, quiero mantener mi posible participación en este asunto, fuera del alcance de las autoridades. Si recurro a usted es porque no pertenece a la policía. Aunque poca gente me conoce, no soy bien visto por las fuerzas de la ley. En el pasado presté servicios a la patria. A las distintas patrias que fuimos en el pasado, pero no es algo que pueda reclamar en mi beneficio.

–¿Por qué no? No hay nada deshonroso en haber servido a la patria.

Era consciente de mi tono condescendiente y formal, adecuado para dirigirme a un tendero pardo a quien las cosas le han ido bien a pesar del estado general de bancarrota, pero no para hablar con quien tenía al frente, alguien infinitamente más extraño y más ajeno. No sólo la situación me resultaba violenta, sino también el hombre mismo. Su seguridad, su corpulencia, los signos exteriores de una riqueza que suponía mal habida.

–¿Con quién estuvo en la guerra? –pregunté con la seguridad de encontrarle un punto vulnerable.

–Sería más fácil decir con quién no serví.


Imagen: cuadro de Arturo Michelena. Libre de derechos

–Ah, creo entenderlo. ¿Estuvo con los realistas?

–Fui parte de las tropas del rey, si así podían llamarse el ejército de demonios desesperados que comandaba Boves, pero después también estuve con los patriotas.

–Como muchos –dije, sin ocultar mi amargura.

–Sí, no tenga miedo de las palabras, doctor, como muchos de los negros, los indios y los mulatos, los pardos todos. En el año 14 pisé por primera vez esta ciudad. Nunca había visto tantas casas juntas ni calles tan bien trazadas, ni tanta mujer bonita. Yo era un hombre de veinticinco años, hijo de una esclava y de un pulpero de Calabozo que me hizo libre y me mantuvo como su sirviente por la gracia de ser su hijo. No tuve tiempo de agradecérselo cuando partí de su casa llevándome un par de caballos y me uní a los hombres del Taita. Debí haberlo matado, pero al final me dio lástima. ¿Dónde estaba usted cuando entramos en Caracas?

–En alguna parte del camino, rumbo a Cumaná. Muchos de los que huían pensaban embarcarse allí y partir a las islas, pero yo había decidido permanecer en tierra firme.

–¿Y se quedó?

–No tenía nada que cuidar, salvo mi propia vida. Me uní a las fuerzas de Arismendi en el oriente como médico militar. Dígame, ¿a cuántos de los nuestros asesinó?

El hombre me miró y movió su poderosa cabeza sin dejar de sonreír, como si yo le hubiera hecho un comentario sobre el color de las paredes.

–No asesiné a nadie. Peleábamos una guerra. No sé si recuerda cómo era de lado y lado. Mucha sangre. Muchos muertos. Lo puedo decir con conocimiento de causa, ya que fui soldado de los dos bandos. En el 17 ya estaba peleando contra los españoles de la misma manera que antes pelee contra los patriotas, de la única manera que aprendí: sin dejar nadie vivo que me pudiera clavar una lanza en la espalda.

Sort:  

El texto me ha resultado fácil de leer, con buen ritmo y con un flujo narrativo muy natural. Se va dibujando el lienzo de la historia claramente sin demasiada descripción ni demasiado poca.
La única pega que le encuentro es una tontería que seguramente es más un defecto mío personal que del texto: donde dice
"pero no tuve tiempo de precisar esas impresiones"
las repetición tan próxima del sonido 'pre' -precisar e impresiones- me causo una ligera trabazón en la lectura. Es algo que me sucede a veces, no sé si le pasa a otros lectores algo parecido.
Gracias por compartir y adelante, espero la segunda entrega.

Gracias por tu comentario, @ibizaki. Y sí, revisando el texto antes de publicarlo también me trabé en ese lugar. Debí corregir en el momento, sin embargo preferí hacerlo cuando terminara de leer, y luego lo olvidé. No debía haber pasado, pero pasó. Me alegra contar con un lector tan atento. No debes pensar que sea un defecto tuyo; es del texto.
En las próximas horas espero encontrar la frase adecuada.
Muchos saludos.

 3 years ago 
Gracias por ser parte de la Comunidad Venezolanos Steem, la Casa Grande para todos los Sueños. Tu publicación ha sido Seleccionada para el Programa de Soporte a las Comunidades de las cuentas Booming. ¡Felicitaciones!

Gracias, @venezolanos, por el apoyo.
Otra vez problemas de conexión me impiden responder a tiempo.
Saludos.

excelente publicación amigo

Gracias por tu comentario, @lisimar.

una excelente lectura amigo conocer sobre nuestra historia como país es muy educativo

Me alegra que te haya gustado, @adabalz. Hoy publico la segunda parte.
Saludos.