Algo me conocen, sabrán que me gusta la igualdad, que para mi todos somos iguales y que fuimos repartidos por el mundo por uno u otro motivo; y que por lo tanto crecemos y respondemos a nuestra cultura y tradición, salvo que como yo, decidas abrirte de todo eso, aceptes que lo llevas en tus células y busques sumar algunas otras cosas a tu experiencia de vida.

La historia de Alemania, desde que la leí muy por arriba en la escuela, hasta que la estudié en la universidad, me ha movilizado mucho, siempre. Las películas que he visto vinculadas con los temas de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, me han hecho llorar hasta en público, y créanme que eso es algo que me cuesta.

Y siempre, siempre me ha generado mucha impotencia.

En el año 2021, en el instructorado de Yoga, tuve la bendición de la vida de conocer a una chica de Israel, en algún momento hablé de ella. Y no solo de Israel, judía. Y no solo judía, saliendose de su religión pero llevándola siempre en su alma, y no solo eso, yogi, y encima, sagitariana.

Me identifiqué con ella muy rápido, ya que básicamente lo mismo que ella vive desde su cultura y religión, lo vivo yo desde la mía, solo que ella es mucho más libre e impulsiva que yo, y me ha enseñado dos cosas fundamentales:

• El momento de ahora se disfruta ahora y luego se suelta, se deja ir

• Cuando hagas algo, lo que sea, no tengas expectativas ni siquiera en vos misma, así serás libre de tu mente

Nunca mencioné su nombre, será porque me cuesta mucho hablar de esas personas que logran tocarme el alma, de la manera que sea.

Se llama Odelya, y hoy me he acordado mucho de ella.

Ella, como les decía, es judía. Ayer me contó que estaba empezando su sábado mientras para el resto del mundo atardecía el viernes, porque así lo hacen los judíos. Como buena sagitariana, se estaba tomando un vino tinto (mi bebida preferida después de la cerveza), y yo, como ascendente en sagitario que soy, hoy me compré un vino tinto también.

Mi sábado estaba planificado desde el jueves, iría al Museo de los Judíos de Berlín, no por ella, sino porque como les decía, las atrocidades que se cometieron contra ese pueblo, contra homosexuales, gitanos y demás, me desgarran el alma y necesitaba acercarme más a eso estando en Alemania, y más en Berlín.

Casualidad? No lo creo.

Pero claro, la vida es muy astuta.

El viernes hablamos con Odelya, casi dos horas de videollamada, y hoy sábado el museo de los judíos tuvo otro significado para mi.

Hoy el pueblo judío tiene un rostro, y es el rostro de mi amiga, de quien me contó cuánto había sufrido creciendo en Jerusalén, cuántas veces agradeció por llegar a ser adulta, cuantas veces dio las gracias porque sus hermanos no murieron mientras crecían.

También me contó cuánto le dolía ver el símbolo Nazi en el salón de Yoga cada mañana, tarde y noche cuando practicábamos y estudiábamos en el Shala. En realidad era la esvástica, que en el budismo e hinduismo gira en contra de las agujas del reloj y tiene puntos (puede variar), y en el nazismo gira en la dirección de ellas, pero además está inclinada, mientras que las otras se ubican de manera horizontal.
Hoy el Museo de los Judíos me mostró cómo este pueblo ha sufrido a lo largo de la historia, más allá de la 2da Guerra Mundial.

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Les dejo algunas fotos:

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Hacia el museo

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Exteriores

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Algo de lo que se puede ver dentro

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Patio que simula el exilio

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Todas las fotos fueron tomadas por mí, con un iPhone 12 Pro.

Gracias por estar aquí amigos!!

Un fuerte abrazo!!