La casa del umbral prohibido - Ficción
En el pequeño pueblo de San Albor, había un sendero que nadie se atrevía a recorrer. En su inicio, un arco cubierto de enredaderas y musgo parecía una entrada normal, ordinaria, pero solo verla hacia que se erizara la piel de quienes lo miraban. Este umbral conducía a una casa olvidada por el tiempo, oculta entre árboles que susurraban con el viento y sombras que parecían moverse por voluntad propia.
Las personas mayores del pueblo contaban que hace décadas la familia Vega construyó la casa con la esperanza de un retiro tranquilo. Pero algo cambió. Los gritos comenzaron a oírse de noche, lamentos que se escuchaban en las madrugadas más silenciosas. Luego, un día, desaparecieron todos, así sin más, sin dejar rastro alguno.
Desde entonces, la casa quedó vacía, aunque algunos de los habitantes del pueblo juraban que al caer la noche, luces parpadeaban en sus ventanas y sombras que no tenían explicación cruzaban el camino, pero para otros eso solo eran especulaciones.
El arco de entrada, con su estructura de piedra y madera podrida, se convirtió en un límite invisible. Los niños jugaban a ver quién se atrevía a cruzarlo, pero ninguno lo hacía. Las leyendas decían que quien pisara ese camino escucharía voces que lo llamarían por su nombre, y que una vez dentro, nunca saldría.
Un día, una persona de otro lado, llamado Julián llegó al pueblo. Era un hombre escéptico, reacio a creer en historias de fantasmas. Al oír los rumores, decidió comprobar por sí mismo lo que había detrás del misterioso arco. Al atardecer, con la mirada de todas las personas del pueblo, cruzó el umbral. El silencio fue absoluto, como si el bosque mismo junto al pueblo contuviera la respiración. Julián desapareció entre los árboles, y las sombras parecieron devorarlo, y nunca más se supo de el.
Esa noche, los habitantes de San Albor escucharon algo que no oían desde hacía años: un grito desgarrador que provenía de la casa. Desde ese momento la leyenda de la casa del umbral prohibido no ha hecho más que crecer, mientras el arco, ahora más cubierto de enredaderas, permanece ahí como una forma de señal de advertencia para todos los habitantes del pueblo.
y Julián? que pasó con Julián?, exijo segunda parte de la historia jajajajajajajajaja, siempre me dejas en ascuas, no se vale.
Por otro lado, me encantó la imagen que acompaña a la historia, no sé que ocurrió primero si la foto o la historia, pero el orden que se haya dado no importa, me gustó leerte, a ver si escribes más seguido esta clase de cuentos, porque te quedan muy bien.
Musa de escritor no te vayas del cuerpo de @josevas217.
ja ja ja ja gracias por la verificación. Pues, primero fue la imagen, en una salida reciente, luego a historia. No siempre se me ocurren, pero a veces la musa anda despierta. Saludos.
Muy buena historia de suspenso, me dejó con ganas de seguir leyendo.
Quisiera saber si hay una segunda parte donde se pueda desentrañar el aterrador misterio de San Albor.
muchas gracias por el comentario. A veces siento que las segundas partes dañan las historias, por eso pocas veces suelo hacerlas, pero quizás un día las retome. Saludos