Micros (VIII: Plano holandés)
Hola a todos.
Esta es la octava entrega de Micros, pero a la vez, es la continuación de la historia que comencé en el primer Micro que hice. Si quieren, pueden ir a leerlo antes de empezar con este.
Y, desde luego si quieren, pueden seguir también los enlaces de Caspar David Friedrich y Naomi Okubo.
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Plano holandés
—No, Enrique —chilló Hortensia cubriéndose la cara con el libro que leía (por milésima vez)—. No, apaga eso.
—Sólo estoy probando la cámara —se excusó.
—Aún así, apunta a otro lado, por favor.
—Pareces una de esas mujeres de las pinturas de la mujer esa... No recuerdo el nombre.
—Naomi Okubo —dijo Hortensia desde detrás del libro—. Ahora vete.
Enrique salió y siguió probando el dispositivo de grabación en el nicho de lectura de Hortensia hasta que obtuvo el material que necesitaba.
Acto seguido, salió del lugar con la cámara aún grabando. La gente que pasaba por los pasillos de la biblioteca o que leía o conversaba, se tensaba al ver la herramienta de trabajo de Enrique. Ocultaban sus caras o se volteaban para que no quedara en evidencia su presencia en el lugar.
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Enrique se reía de ellos. ¡Pero si sólo es una cámara! exclamaba para sus adentros.
Hacía dos meses que descubrió el club de audiovisuales de la universidad. Las demás materias extraacadémicas no le interesaban.
Un día, vio a unos estudiantes probando unas cámaras y posando y actuando frente a ellas. Enrique se acercó a quien creyó era el profesor:
—¿Ustedes están en teatro?
—No, es audiovisuales —le explicó el hombre—. A veces nos juntamos con los de teatro.
Enrique le hizo más preguntas y, al final de esa semana ya estaba dentro del grupo. Entre ellos se prestaban los materiales y decidían qué proyectos hacer.
Lo siguiente, era filmar a Horacio, el gemelo más gruñón.
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Conociendo a su amigo, sabía que de acercarse a él directamente o pedirle que se deje grabar, se negaría enseguida. Por más parecidos que fuesen sus amigos, había ciertas diferencias que les hacían destacar.
De repente, pensando en eso, Enrique empezó a reírse por una ocurrencia que tuvo en el momento.
— Y aquí estamos —se decía para sus adentros, moviendo los labios levemente— para tener registros del siguiente espécimen debemos tener cuidado ya que es más escurridizo que el anterior y, debido a su mal carácter, es dado a la violencia.
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El tiempo que Enrique invirtió en su juventud viendo programas en National Geographic y Animal Planet le ayudó a hacer el simulacro de documental y hacer la entonación correcta con la voz.
— El espécimen es conocido como Horacio Arancibia, pero su nombre científico es Homo Sapiens Sapiens Friedrichensis. Él es un come libros y aunque no está genéticamente emparentado con la Hortensia Sapiens Sapiens Okubiensis, la convergencia evolutiva les hizo amar la literatura y mantener sus cabezas metidas en los libros.
La especie Friedrichensis se diferencia de la Okubiensis en que, debido a su naturaleza agresiva sólo se pueden tomar imágenes a distancia lo cual dificulta ver los detalles de su cara mientras que la segunda sí permite una aproximación, pero tenderá a cubrirse la cara con lo primero que encuentre.
Enrique terminó de grabar y se fue a la residencia a editar el trabajo. Las partes de Hortensia se quedarían a color. Las de Horacio, tal y como él es, debían ir en blanco y negro. También pensó en poner algo de niebla o nubes a su alrededor ya que, al igual que los personajes de Caspar David Friedrich, está siempre distante y es difícil alcanzarlo sin mencionar que, cada vez que le apuntan con una cámara pone cara de pocos amigos.
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