Poema | La euforia de un barbado

in RECREATIVE STEEM2 days ago

Hola a todos.

Este poema fue creado a partir del cuadro La euforia de un barbado, de Armando Belmontes.

La imagen del post fue tomada del libro Mística y Magia: Búsqueda y Reencuentro (1996), de Eudoro Fonseca Yerena y cuya publicación fue auspiciada por el Fondo estatal para la Cultura y las Artes (F.E.C.A.).


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La euforia de un barbado

Nacer para enfrentarme a la muerte, para eso he nacido

Un fantasma que finge ser una fuente de humor y risas. Pintura negra, ausencia de rasgos, carencia de gracia y de voluntad.

Harto de fingir satisfacción con la realidad, el payaso de la cara umbrosa cubre la boca de su colega para evitar oír sus indicaciones. La meta es morir y ser recordado. Su compañero no tiene la obligación de acompañarlo a la tumba. ¡Qué tumba! Él tiene pareja, hijos, amigos. Su cuerpo se quedará ahí para siempre, pero su recuerdo vivirá en todos los que lo conocen. En cambio, nuestro protagonista debe vestirse, maquillarse y enfrentar a la multitud para que los demás mortales se enteren de su existencia.


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Según las leyes de Dios, el suicidio es un pecado. Asesinar también lo es, sólo si el homicida es un ser humano. Al parecer el Señor nunca dijo nada sobre morir a causa de un animal.

Al ver la masacre causada por la bestia, la gente se apiadaría de él, sentiría lástima a la vez que agradecimiento de no estar en su posición, pero no podrían hacer nada para ayudarle. Le darían cristiana sepultura y lo dejarían ahí pudriéndose al mismo nivel que los demás muertos del camposanto. Nadie iría a dejarle flores, claro está. Él ha visto cómo los chacales y zamuros violentan las tumbas de los suicidas sembrados fuera del cementerio. Más allá de las paredes, la vida y la muerte siguen su curso sin que les importe las creencias o la forma de fallecer del cadáver de turno.

El payaso de barba y cejas negras, con la cara cubierta de pintura oscura, usa a su compañero para quedar justo frente al bovino y ser atacado por él.

Minutos después, la sangre, los gritos de la gente y un dolor más grande que el que había imaginado le invaden el cuerpo a la vez que recibe coces repetidas veces. Los chillidos se apagaban lentamente.

La sangre lava el color sable. Habría que tener un buen ojo para notarlo.


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El relato anterior está el siguiente enlace:

Poema | Acto de Fe


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Gracias por leer