Concurso Acelerador Steem4nigeria Semana 69: ¿Cuánto tiempo le llevó descubrir quién es Papá Noel?

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Papá Noel, Santa Claus o San Nicolás, que son los distintos nombres que se le han asignado al bonachón personaje navideño vestido de rojo, no era quien repartía los regalos a los niños en el apartado pueblito de la provincia venezolana donde yo nací. Lo observábamos, por supuesto, en la televisión, en las tarjetas, en los carteles de algunas tiendas y en casi todo lo que tuviera que ver con la época decembrina, siempre acompañado con su gran bolsa de regalos, pero no se erigía como el protagonista de nuestras navidades.

Quien traía obsequios a los pequeños en nuestro terruño natal, los juguetes que previamente le pedíamos, era el Niño Jesús, el 24 de diciembre a la media noche. Se trataba, como es evidente, de una tradición heredada de la fe católica, proveniente de la cultura española. Para esa época, ninguna otra figura se inmiscuía en ese hermoso rol, solo el recién nacido hijo de María y José poseía la facultad de entregarles a los niños esos presentes que esperaban con gran ansiedad, ya que no era muy frecuente recibir regalos en aquellos tiempos.

San Nicolás, así era como cotidianamente lo llamábamos, se revelaba para nosotros como una pintoresca figura que pertenecía a otras zonas de nuestro planeta; los renos, el trineo, la nieve, su vestimenta tan especial, nos señalaban que se hallaba bien distante de nuestro mundo, ya que ningunos de esos elementos eran comunes en el tropicalísimo ambiente donde nosotros nos encontrábamos. Recuerdo que, algunas veces, en nuestras cándidas conversaciones infantiles nos referíamos al simpático Santa Claus para llegar a la conclusión de que podría ser un ayudante del Niño Jesús y que era imposible que viniera a este país porque ni él ni los renos estaban acostumbrados al persistente calor de nuestra tierra.

En cierta ocasión, un señor muy obeso del pueblo se disfrazó de Papá Noel y comenzó a repartirles juguetes a los niños más necesitados, que en realidad éramos casi todos; en lugar de agradecerle y celebrar aquel noble gesto, en seguida nos dedicamos a examinarlo muy bien y no nos costó mucho descubrir su verdadera identidad. Eso no lo hacíamos, sin embargo, porque poníamos en duda la existencia de Santa, sino porque estábamos por completo seguros de que ese simpático emblema de la navidad no podía sobrevivir en aquellos cálidos parajes.

De todas maneras, fue un amargo impacto para mí descubrir, a los once o doce años de edad, que los obsequios que recibía la noche del 24 de diciembre no provenían del Niño Jesús, sino que eran mis padres quienes los compraban y los escondían en un sitio muy secreto hasta que llegara la hora de colocarlos en mi almohada para que yo, al despertarme, los encontrara allí. El día en que me enteré de esa verdad lloré en silencio porque sentí que se esfumaba una bella creencia, que mis ilusiones, la imaginación infantil, se daban de bruces con una realidad que me decía que muy pronto dejaría de ser un niño.

Con respecto a Santa Claus, algunas historias aseguran que es un personaje que se desprende de un bondadoso obispo del siglo IV, cuyo nombre es San Nicolás de Mira. Sus milagros y sus actos de amor por los pobres se fueron esparciendo por el mundo, hasta que la tradición y, más tarde, la publicidad lo convirtieron en un emblema de la navidad.

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