El Eco de la Cuarta Dimensión

in Paranormal Grimoire3 days ago

🔸.Arquetipos.🔸

"El Eco de la Cuarta Dimensión"

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Había una vez un hombre llamado Davadit, obsesionado con lo que él llamaba “el eco del tiempo”. No era un eco común; era algo que solo él podía escuchar, un susurro que parecía venir de una dimensión más allá de la nuestra, algo inalcanzable pero cercano. Pero este susurro, aunque constante, parecía tener un propósito, como si estuviera esperando algo.

Día tras día, la voz se hacía más clara. Al principio, eran solo palabras vagas, sombras de frases, pero después comenzó a distinguir claramente tres palabras que se repetían en su mente como un mantra: "Sí, bueno, adiós". Al principio, no les dio demasiada importancia, pero poco a poco, la obsesión por estas palabras comenzó a consumirlo. Sentía que representaban algo mucho más profundo, algo que iba más allá del lenguaje común. Como si estas palabras, simples y cotidianas, estuvieran conectadas a una verdad oculta en la estructura misma del universo.

Consultó libros antiguos, desde textos de filosofía hasta tratados esotéricos. Finalmente, se topó con las ideas de Carl Jung y los arquetipos, figuras universales que moldean nuestras vidas de manera inconsciente. En particular, quedó fascinado con la idea del mandala, un símbolo circular que representaba la totalidad psíquica y el ciclo de la transformación.

Davadit comenzó a ver las palabras "Sí, bueno, adiós" como símbolos de un ciclo eterno. "Sí" era la aceptación, el comienzo de algo nuevo. "Bueno" era el balance, la mediación entre el caos y el orden. Y "Adiós" representaba el final, la inevitable conclusión de cada proceso. Pero lo que más lo perturbaba era que, en los momentos más oscuros de la noche, escuchaba lo opuesto resonando en algún lugar profundo de su mente: "No, regresa, perdón".

Se dio cuenta de que estas dos triadas eran los polos opuestos de un ciclo interminable, un bucle que no solo él vivía, sino toda la humanidad. Este ciclo, se dijo, no era más que un reflejo de un movimiento colectivo, una danza cósmica que todos seguíamos sin saberlo. Cada acción y cada palabra que pronunciamos, cada decisión que tomamos, nos acercaba más a uno de los dos extremos.

Y entonces vio el patrón: "Sí, bueno, adiós" formaba un mandala, no solo dentro de su propia psique, sino en el tejido mismo de la sociedad. Estas palabras, y sus opuestos, formaban un ciclo colectivo, en el que cada ser humano, en cada rincón del planeta, giraba sin saberlo, repitiendo los mismos patrones de vida, muerte y renacimiento.

El Mandala Infinito

Davadit comenzó a tener visiones. En ellas, veía cómo la humanidad, desde sus inicios, había estado atrapada en este ciclo. Los arquetipos de Jung tomaron forma ante sus ojos: El Héroe, el Sabio, la Sombra, todos ellos atrapados en la rueda infinita de "Sí, bueno, adiós" y "No, regresa, perdón". Los seres humanos, creyendo que avanzaban hacia algo nuevo, en realidad no hacían más que repetir los mismos patrones una y otra vez.

El ciclo, pensó Davadit, era como un mandala vivo, en el que cada individuo jugaba su papel, girando y girando en espirales sin fin, creyendo que sus decisiones eran únicas, cuando en realidad solo estaban recreando las mismas historias milenarias. Lo que comenzó como una obsesión personal se transformó en una comprensión cósmica: el eco del tiempo que escuchaba no era solo su propia voz, sino el eco de toda la humanidad, atrapada en este ciclo.

El Reflejo del Tiempo

Cada vez que alguien decía “Sí”, en algún lugar del mundo, otra persona estaba diciendo “No”. Cuando alguien decía “Adiós”, otra alma pedía “Perdón”. Y así, el ciclo se cerraba y volvía a empezar. Davadit vio cómo este patrón arquetípico, reflejado en cada ser humano, había sido la base de las civilizaciones, de las culturas, de las religiones. Las guerras, las reconciliaciones, las creencias y los mitos; todos formaban parte de este mandala eterno.

Se dio cuenta de que el eco que había estado persiguiendo era en realidad un reflejo de esta verdad universal. Cada palabra que pronunciamos, cada acto que realizamos, nos conecta con este ciclo infinito. El tiempo no era lineal, como siempre había pensado, sino circular, como el mandala que Jung había descrito.

Davadit comprendió que la humanidad nunca escaparía de este ciclo. Lo único que podía hacer era observarlo, darse cuenta de su existencia y, quizás, en esa conciencia, encontrar un poco de paz. Sabía que la próxima vez que escuchara "Sí, bueno, adiós", no sería el final, sino simplemente otro giro más en la rueda de la eternidad.

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