Es una historia conmovedora, amiga. Y me agradan mucho sus conclusiones: por más previsivos que seamos, hay un momento en que todo depende de Dios. De todas maneras, debe ser algo impactante ver a ese hombre inquebrantable que era su padre, llorar ese domingo, el día más triste de la semana, creo yo. Me recuerda que, en estos años atrás de crisis severa, yo llegué a pensar lo mismo: no iba a tener ni para comer. Gracias a Dios, nunca pasó, pero me atormentó eso bastante.

Debo decirle también que se ha venido usted destacando con sus relatos, tanto con los ficticios como reales, y aunque no sé si ya tenía experiencia en ello, en estas últimas semanas que la he leído me ha sorprendido muy gratamente. Un gran saludo.