AUNQUE YA PASÓ EL AMANECER
Y nos veníamos en fuga, o lo que pretendía ser una fuga en
apenas escasas casas pobladas de amplios ventanales como
hermanas del viento. Sí, porque Coro es hechura de
balcones y el lugar propicio de pláticas aéreas, tú y yo
arrebatados por esa música que viaja en esta ciudad al lado
del rojo color de las arenas.
Tahís es como esas Huríes que nos cuentan Las Mil y Una
Noches, de piel hermosa y de unos labios de los que deseamos
prendarnos toda una existencia, es como la figura que la
lluvia busca para anidar su inmortalidad, en medio de una
estepa Turca, imantada del misterio de las mujeres que
danzan.
La fuga es apenas una contemplación y conversa sobre su
mundo de lecturas, de su acercamiento al italiano, un roce
de manos (la malicia no existe aún en mí). Un lanzar
poemas no escritos desde los balcones, que lleguen a oídos
de un Sultán en Alepo.
De pronto el volver a la mesa es un sufrimiento, el comienzo
de un olvido que me lleva a los comensales que hablan y
Enrique Arenas Cappiello, su novio y profesor, que es un
encantador de serpientes, de una cultura envidiable, la llama
a estar a su lado, donde el sol de Donne busca su refugio,
aunque ya pasó el amanecer.