Escritura libre 025: "Nuevo ciclo", por bonzopoe

Se acercó al borde de la hoja. Su cuerpo se sentía de repente atraído por el vacío. Sin nada más que escribir, el abismo de súbito le resultó atrayente, subyugante, familiar. Desde joven había escuchado historias de suicidas y aventureros que se lanzaron desde el mismo punto, buscando la inmortalidad o la muerte, y no en pocas ocasiones ambas cosas.

En el mundo ordinario el suicidio y la inmortalidad son casi siempre mutuamente excluyentes, pero en el mundo del arte la historia es diferente. Sino pregúntenle a Kurt Cobain y Janis Joplin, a Mark Rothko y a Vincent Van Gogh, o a Emilio Salgari y a Virginia Woolf.

El papel es un asesino silencioso, e incluso vil. Nos permite vertir en él todo lo que llevamos dentro, todo lo que somos, fuimos, o soñamos que seremos, y cuando estamos vacíos de letras, de silencios, de signos que expresen algo, nos da la espalda y nos desprecia. Nos embarra la inmensidad de su blancura a la cara, y se va reduciendo lentamente cada día, acercándonos cada vez más sus orillas.

Es así como nos presenta poco a poco al vacío, ese agujero negro que dicen que lleva a otras dimensiones, a otros universos, a ese mar oscuro, según algunos porque en el habita la nada, según otros porque allí habita el todo, y el todo es demasiada tentación para quien después de vaciarse está tan lleno de nada como el papel que lo contiene.

Se acercó al borde de la hoja y dejó que las puntas de sus dedos flotaran en el vacío. Dejó que sus dedos jugaran con el aire, coquetearan con el espacio suspendido, dejó que sintieran la atracción de la fuerza de la gravedad que desde abajo les invitaba a bajar. Luego se sentó en la orilla y empezó a mover las piernas como si chapoteara con el agua que pasa debajo de un puente. Por momentos creyó ver en la oscuridad el reflejo de su rostro sonriéndole, y el miedo bajó la guardia ante la sorpresa.

Se puso de pie y empezó a dar vueltas en círculo, tratando de justificar la decisión que ya había tomado sin saberlo. Pensó en los riesgos y las posibilidades. La nada, en la que ya estaba, o la eternidad, o por lo menos la aventura de lo desconocido, la oportunidad de asesinar al hastío e intoxicarse con nuevas alternativas, explorar nuevos caminos.

Se acercó a la orilla de nuevo, se acostó en el suelo, cruzó los brazos sobre el pecho, y puso uno de sus pies sobre el otro, como cristo en la cruz, haciéndose ataúd de si mismo, siendo recipiente y contenido hasta el último momento de su vida.

Cerró los ojos, y sin falsos dramatismos, simplemente giró sobre si mismo hasta llegar al final de hoja y volverse parte del vacío, hundiéndose lento como un signo de admiración en la oscuridad primigenia, en la miasma de la que todos venimos y a la que todos vamos, lenta e inexorablemente.

El momento quedó preñado de entierro en ese instante, y varias plumas empezaron a sentir las primeras contracciones. Poco después varios puntos y seguido nacieron, y párrafos comenzaron a escribirse. Nació una nueva inmortalidad fruto de la muerte, y el papel se expandió de nuevo para dar cabida a las palabras. Un nuevo ciclo había comenzado.

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