Historias en su tinta 030: "José y el hormigón", por bonzopoe
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Todas las noches se aparecía un hormigón paseándose cerca del escritorio, y todas las noches la suela del zapato en turno se cernia sobre él segando su existencia. Sin embargo a la siguiente noche aparecía un nuevo hormigón haciendo el mismo recorrido, ganándose el mismo destino. Esto ocurrió un par de semanas por lo menos, pero puede que pasara desde antes y José no se había dado cuenta.
Lo curioso es que se trata siempre de un solo hormigón, solo uno, más o menos a la misma hora todas las noches; como si se tratara de un explorador enviado en misión de reconocimiento.
Durante todo este tiempo José repitió la misma operación sin darle mayor importancia al hecho, y aparte de un montoncito negro en un rincón de la habitación, compuesto por los restos de los hormigones que han perecido bajo el peso de su colección de zapatos, José nunca reparó en que se había vuelto parte de una dinámica, de una relación con una entidad que le era ajena y desconocida, salvo por un hecho: cada noche le enviaba un hormigón; uno que José mecánicamente eliminaba de la existencia, conservando así un balance, un equilibrio del que no era consciente.
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Sin darse cuenta José se volvió parte de un macabro ritual diario, en el que era jurado, juez y verdugo. Cada día, alrededor de las 10 de la noche, sin importar que pasara en el mundo, José estaba en su casa para cumplir su parte del rito, casi como si ello definiera quien era. Desde la cama montaba guardia mientras leía a Kafka, a Orwell, a Nietzche, a Huxley; y entre página y página, miraba en espera del hormigón, con el zapato listo para cumplir con su destino.
Una noche, José se quedó esperando hasta el amanecer y el hormigón no apareció. Y los siguientes días, tampoco. José casi se había resignado a volver a su vida ordinaria y sin sentido, cuando notó que la montaña negra, formada por los cuerpos de los hormigones aplastados, empezó a perder altura cada noche, por lo que pacientemente esperó a que desapareciera del todo, bajo la premisa de que se iniciaría de nuevo el ciclo, y con este el recuperaría el rol que le daba sentido.
La noche siguiente a la desaparición por completo de la montaña, José se acostó en la cama a leer como antes, montando guardia en espera del hormigón que estaba seguro aparecería. No se sabe a cierta si fue por la anticipación, la ansiedad, o simplemente por falta de sueño, que José en algún momento se quedó dormido sin darse cuenta.
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Al despertar miró su reloj, y vió que eran las 10 de la noche en punto, de manera que respiró aliviado. Pero inmediatamente después notó que las dimensiones del cuarto habían cambiado.
Todo era enorme, oscuro, polvoriento y totalmente fuera de escala, y después de batallar para bajar de lo que supuso era su cama, recordó a Kafka al pasar junto a lo que se parecía a la base de una mesa ó un escritorio. Un extraño presentimiento, como un recuerdo lejano, de repente irrumpió en su cabeza, y estaba por voltear para corroborar su sospecha, cuando el peso de una enorme pata sobre su cuerpo se lo impidió al aplastarlo. José tenía razón, un nuevo ciclo había iniciado.
©bonzopoe, 2021.
Nota: La imagen de portada fue creada a partir de la fuente indicada usando Microsoft Powerpoint.
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