Regresaba Elena, una juvenil y alegre chica de su instituto escolar a su residencia, con sus audífonos conectados al celular escuchando uno de sus temas musicales favoritos, y ausente del tumulto de personas, el ruido de los automóviles, el bullicio era constante a su alrededor, pero Elena continuaba su camino sin que nada la hiciera desconectarse de su mundo. Hasta que en un cruce de calle, cuando desvió su mirada para cruzar al otro lado, su corazón se aceleró al observar la escena donde una mujer algo avanzada de edad se encontraba sentada al borde de la acera con una expresión de tristeza y desilución, su cabello canoso resplandecía con la luz del sol, un vestuario no tan desdeñado pero descalza.

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Sus pies descalzos tocaban el asfalto empolvado y caliente, para Elena era evidente que había sido abandonada por sus familiares y no era un común mendigo de los que veía en ciertos lugares de la ciudad. Para esa mujer el mundo seguía girando y a pesar de los niños que jugaban, parejas que caminaban tomados de la mano y el aroma a café que venía de los negocios cercanos, ella se sentía invisible.

En su rostro se podía ver claramente las huellas de experiencia de muchos años, pero también una profunda tristeza. Y sin pensarlo la jovén se detuvo frente a ella y con una curiosidad inocente, le preguntó por qué estaba descalza. La mujer, sorprendida por la pregunta, alzó su mirada, sonrió levemente y respondió: a veces, los zapatos no son necesarios para caminar por la vida.

Elena sorprendida por la frase que acababa de escuchar de aquella mujer se sentó a su lado y le ofreció una galleta que le había quedado de su merienda. En ese instante, aquella desconocida mujer sintió un chispazo de calidez en su corazón. La jovén comenzó a hablarle de sus sueños, de lo que quería ser cuando fuera mayor, cada palabra de Elena hacía que la mujer reviviera la chispa de la vida que creía extinguida.

A partir de ese día, Elena realizaba el mismo recorrido con frecuencia con la intención de encontrarse con aquella mujer a quien ya no andaba descalza porque la bondad de Elena logró que le obsequiara unas zapatillas que poco usaba por no estar a la moda. Se sentaban juntas en la acera, compartiendo historias y risas. La mujer esperaba ilusionada esas visitas de su nueva amiga y, poco a poco, aquella tristeza se fue diluyendo, reemplazada por la luz que traía la inocencia de aquella joven.

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La mujer de avanzada edad descubrió que, aunque había sido olvidada por su familia, aún podía encontrar amistad, cariño y amor en los lugares más inesperados. La vida le había dado una segunda oportunidad a través de esa amistad inesperada, enseñándole que nunca realmente se está solo mientras haya un corazón dispuesto a escuchar.

_{Me complace invitar a: @beatrizleon57 / @irene1983 / @margoth. Este es el link del Concurso}