— Así es mi querido nieto,— continuó mi abuelo, — como te venia contando, pasada la medianoche de la primera luna llena, después de cumplir sus 22 años, ellas salen a la orilla formando ondas fosforescentes en la superficie del agua, todas resplandecientes con su largos cabellos y su piel nacarada bajo la luna, hermosas, encantadoras, dispuestas.

— Mi nieto, te encantarán con solo mirarte y te enamoran cuando se acercan a susurrarte su nombre en tu oído. Vuelven a la superficie a seleccionar un hombre con el cual procrear y continuar la especie, si nacen niños ellas se quedan viviendo en la tierra cuidándolo, pero a las niñas las crían bajo las aguas, sus madres las entregan al resto de las ondinas para ser criadas como las guardianas de la laguna.

— Jose, esas son las Ondinas de la laguna de Mucubají, si una ya te está buscando, te empezará a llamar en los sueños, te encontrará a orillas de las aguas y te enamorará … — Sonrió mi abuelo. — Sabrás cuando llegue tu momento, al sentir que de las ondas fosforescentes en el agua sale una voz que pronuncia tu nombre.

— ¿¿¿Ya va abuelo, entonces, si es cierto lo que usted dice… ¿¿¿entonces mi abuela Yaya??? ¿¿¿Mamá???.... ¿¿¿Yo???...

Mi abuelo no dijo nada, no hacía falta. Una mirada cómplice entre los dos, bastó. Se dio cuenta que yo ya había descubierto el gran secreto de las mujeres de nuestra familia.